Antes de la cumbre, Erdogan cede y admite el ingreso de Suecia en la OTAN

El anuncio del presidente turco trajo alivio a los países de la Alianza Atlántica, que a partir de mañana se reúnen en Lituania para adoptar nuevos planes de defensa ante la amenaza rusa.

Un año después de la cumbre de la OTAN en Madrid, donde la organización había definido un nuevo “concepto estratégico” que designaba a Rusia como su amenaza principal, los 31 países miembros se reúnen mañana y el miércoles en Vilna para adoptar sus nuevos planes de defensa, esbozar un horizonte de posguerra en el continente y definir sus futuras relaciones con Ucrania.

La antesala del encuentro tuvo una noticia que causó alivio: el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, anunció dijo que acepta el ingreso de Suecia a la OTAN, después de resisistirse durante meses por el refugio que el país europeo le daba a supuestos terroristas kurdos.

Desde hace semanas, los sherpas occidentales tratan de ponerse de acuerdo sobre una formulación que ofrezca una perspectiva a Kiev, que espera incorporarse a la Alianza Atlántica. Signo de que una nueva etapa ha llegado: la cumbre de la capital lituana inaugurará el consejo “OTAN Ucrania”.

“Por burocrático que parezca, ese dispositivo puede ofrecer un marco al acercamiento entre Kiev y la Alianza”, estima Iryna Dmytrychyn, profesora de historia ucraniana en el Institut National des Langues et Civilisations Orientales (Inalco), en París.

República Checa, Bulgaria, Eslovaquia, Turquía… El camino que debería llevarlo a la cumbre fue extenuante para el presidente ucraniano Volodimir Zelensky. Su presencia es esperada en la capital lituana aunque, por razones de seguridad, todavía no ha sido confirmada. Las decisiones tomadas por los 31 miembros de la Alianza serán cruciales para el futuro de su país. Entonces Zelensky decidió defender sus objetivos con anticipación. Sabe bien que cada voto contará, ya que el consenso es la regla entre aliados. Y el resultado no ha sido malo.

“Ucrania merece ser miembro de la OTAN”, dijo inesperadamente, en Ankara, Erdogan. En Praga, Zelensky reclamó “honestidad” y una “señal clara” de parte de los jefes de Estado y de gobierno. El domingo, también recibió en Kiev al presidente polaco Andrzej Duda. Después de haber peleado durante 500 días contra Rusia, Ucrania estima haber probado que pertenece al campo aliado.

El camino para ese ingreso se había abierto hace 15 años. La cumbre de Bucarest de 2008 había dejado constancia de la candidatura de Kiev, así como de la de Georgia.

“Hoy decidimos que esos países se convertirían en miembros de la OTAN”, escribieron los aliados, “invitando” en la misma declaración a Croacia y Albania a hacer lo mismo. Francia y Alemania habían bloqueado la adhesión de Ucrania, enviándola a más tarde. Ese “si, pero” quedó en la nada. Pero la posibilidad de ver a Kiev pasar al campo occidental había provocado la ira de Rusia.

“Hoy, la OTAN debe volver a tratar la cuestión en un contexto mucho más complicado”, analiza el geoestratega Bruno Tertrais.

Lanzada hace poco más de un mes, la contraofensiva ucraniana no consiguió aún perforar las líneas de defensa rusas y, aunque los estados mayores no lo imaginen, los gobiernos deben anticipar la posibilidad de un congelamiento del conflicto.

En Vilna “no repetiremos Bucarest”, previno el viernes pasado la embajadora estadounidense ante la OTAN, Julianne Smith. Pero Ucrania “tiene aún que superar numerosas etapas antes de convertirse en miembro”, dijo con frialdad el consejero para la Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan. Una afirmación ratificada por el mismo presidente Joe Biden, para quien Ucrania no se convertirá en miembro de la Alianza al término de esta cumbre. Estados Unidos pone extremo cuidado en controlar todo riesgo de escalada con Moscú. Una posición compartida por Alemania, que teme ver a la Alianza arrastrada a la guerra.

Zelensky conoce bien esas reticencias y no espera que su país pueda adherir a la OTAN antes de que termine la guerra. No obstante, para convencer a Moscú de poner término al conflicto, sus apoyos quisieran fijar un horizonte menos ambiguo.

“Debemos ir con nuestra mano tendida lo más lejos posible”, dicen algunas fuentes diplomáticas francesas, con la intención de hacer llegar un mensaje a Moscú: que el tiempo no será un aliado de Rusia. El presidente francés, Emmanuel Macron, que recuerda que la principal reivindicación de Vladimir Putin era la neutralización de Ucrania, abandonó la prudencia que lo caracterizaba.

“Ahora también quiere restablecer los puentes con los países del este de Europa, que están dispuestos a desplegar más esfuerzos para frenar a Rusia”, analiza Dmytrychyn.

En todo caso, un gran suspiro de alivio se produjo este lunes a la noche en todas las capitales occidentales, cuando, sorpresivamente, Erdogan no solo declaró “su profunda amistad por Ucrania”, sino que anunció al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, que estaba dispuesto a aceptar el ingreso de Suecia a la organización, un cambio de posición radical después de haberse negado durante meses. Atrás quedó incluso su intento de chantaje lanzado horas antes, cuando supeditó el ingreso de Suecia a la adhesión de Turquía a la Unión Europea (UE).

En todo caso, cada palabra del comunicado final será negociada, aunque –magro consuelo– un consenso parece existir para considerar que Ucrania sería dispensada de pasar por un Member Action Plan (MAP). Es decir, por un plan de acción para su futura adhesión, como también lo obviaron Suecia y Finlandia.

Las cancillerías estudian también el modelo de Alemania del oeste: la RFA se había incorporado a la OTAN en 1955, en plena Guerra Fría, mientras que Alemania del este (RDA) quedó fuera de la protección atlántica.

“Semejante solución parece poco probable para Ucrania, donde el frente no está estabilizado. Por otro lado, nadie pone en duda públicamente la ambición de Kiev de reconquistar todo su territorio”, dice Patrick Martin-Genier, especialista en Relaciones Internacionales.

Otro debate agita simultáneamente las capitales occidentales: el de las garantías de seguridad que podrían ser propuestas a Kiev. La garantía ofrecida por el artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que puede implicar hasta la cobeligerancia, está fuera de discusión. Pero otras garantías permitirían a Ucrania seguir defendiéndose “la mayor cantidad de tiempo posible”.

“La cuestión es asegurarse, a través de todos los aliados que estarán implicados en el debate, que seguiremos ayudando a Ucrania como lo hacemos ahora. No solo ahora sino mañana y todo el tiempo que sea necesario”, explica una fuente diplomática francesa. En ese sentido, un grupo de Estados podría asumir ese compromiso, sin implicar a la OTAN.

Algunos modelos de garantías de seguridad están siendo estudiados. Por ejemplo, la llamada defensa “puerco-espín”, a imagen del apoyo de Estados Unidos a Israel. O la protección ofrecida por Washington a Corea del Sur. Una supone miles de millones de dólares en ayuda anual, la otra una presencia militar. ¿Acaso los europeos están dispuestos? ¿La Alianza podría asumir una posición diferente entre Estados miembros, dejando a algunos asumir riesgos cuando la protección territorial está en juego? Muchos lo dudan.

“Alianza nuclear, la OTAN debe controlar el riesgo representado por Rusia, que agita constantemente la amenaza de las armas nucleares tácticas”, advierte Martin-Genier.

El último episodio se produjo a comienzos de julio, cuando el Kremlin anunció la instalación de armas nucleares en territorio bielorruso. Para Bruno Tertrais, a nadie escapó la concomitancia de fechas con las reflexiones occidentales en curso.