Los especialistas Luis Fernando Quijano, presidente de la Corporación para la Paz y el Desarrollo Social (Corpades) y la periodista Cecilia González, analizaron por qué los narcotraficantes emigran desde Colombia y México y encuentran su refugio en Argentina.
El narcotráfico se ha establecido como un tema del cotidiano en nuestro país y de a poco se van descubriendo las ramificaciones de este fenómeno. Pero hay motivos por los cuales los que ejecutan el negocio de la droga eligen otros destinos para seguir ampliando su margen. Atribuyen esto al denominado “efecto globo”, es decir que cuando uno presiona en un lugar, los narcos buscan otras latitudes de producción y ensayan nuevas rutas de transporte. La demanda es tan grande que la caída de uno o más “capos” hace que el negocio no se acabe. La reducción de cultivos de cocaína en Colombia, como ejemplo, hace crecer la producción en Perú o Bolivia.
Sobre este tema habló Luis Fernando Quijano, presidente de Corpades, la Corporación para la Paz y el Desarrollo Social, uno de los hombres que más entiende del negocio del narcotráfico. Respecto de las razones para emigrar, explicó en Miradas al Sur: “Algunos son narcotraficantes, otros son mafiosos y el resto paramafiosos, una mezcla de paramilitares y mafiosos. ¿Por qué mafiosos? Porque la mafia es como un pulpo que tiene tentáculos en todo lo que signifique negocio: narcotráfico, apuestas –juegos de azar y demás – lavado de activos, trata de personas, tráfico de armas, contrabando, entre otros”.
También se refirió al colombiano “Mi Sangre”, que fue detenido en Argentina: “es paramafioso. Él es un ejemplo de esto: trabajaba para la estructura de los “Urabeños”, estructura que no sólo trafica con drogas, sino que además de tener sus tentáculos metidos en todo el negocio ilegal, es el ejército ilegal que le sirve a la extrema derecha colombiana y la clase emergente: terratenientes, ganaderos, mafiosos, políticos, sector de los militares entre otros”. Luego agregó: “cuando estos personajes del crimen viajan a otros países es porque necesitan lugares de descanso para bajar la presión de la persecución de las autoridades o de los enemigos. También lo hacen para establecer lugares más tranquilos para invertir los recursos económicos producto de los negocios ilegales. Igualmente lo hacen para establecer nuevas rutas, no sólo para narcotráfico, sino que involucra todo lo relacionado al flujo de la mercancía: armas, equipos de comunicación, contrabando, entre otros”.
En ese sentido, Argentina se ha convertido en un destino común para muchos, y Quijano explicó que “es un lugar de tránsito para negociar con los Estados Unidos. Por ejemplo, Rogelio, Yiyo e inclusive Mi Sangre estaban en negociaciones con la DEA; los dos primeros lo consiguieron, Mi Sangre desechó la negociación. Buenos Aires se ha convertido en lugar de tránsito, de estadía permanente, de consecución de nuevos socios para negocios ilegales, para controlar y vigilar a otras estructuras que están asentadas allí. Por ejemplo, en Buenos Aires, está la oficina de la “Cordillera”, hay lugartenientes del antiguo cartel de Medellín (hombres de Pablo Escobar), está la llamada “oficina de Envigado”, los “urabeños”, la gente de alias el loco Barrera, la gente de alias Valenciano, entre otros. También se ha sentido la presencia de miembros de los “carteles mexicanos”. Para concluir, el Río de la Plata, desde Uruguay hasta la Argentina, ya está en proceso de colonización por parte del crimen transnacional”, destacó.
México es otro lugar desde donde provienen los narcotraficantes. Cecilia González es corresponsal de una agencia de esa nacionalidad y vive en Buenos Aires hace casi una década, donde siguió el denominado “juicio por la efedrina” e incluso el año próximo publicará un libre sobre la penetración del narcotráfico mexicano en Argentina. “La presencia de narcos mexicanos en Argentina es muy real”, dijo González a Miradas al Sur. Sobre este fenómeno, abundó: “los narcotraficantes mexicanos han tenido dos momentos realmente importantes en Argentina. El primero fue en 1997, cuando Amado Carrillo Fuentes, el Señor de los Cielos, deambuló por aquí durante varios meses e inició las operaciones de un millonario lavado de dinero. El líder del cartel de Juárez murió en julio de 1997, luego de haber viajado durante varios meses por Argentina, Uruguay, Brasil y Chile, así que quedó trunco su plan de refugiarse en Buenos Aires con un nuevo rostro producto de cirugías plásticas. Sin embargo, su lugarteniente Eduardo González Quirarte continuó encabezando una célula del cartel de Juárez que, con la ayuda de cómplices argentinos, lavó alrededor de 25 millones de dólares gracias a la compra de propiedades y la fundación de empresas fantasmas. El lavado se probó, pero la causa judicial quedó estancada. No hay nadie preso, nadie condenado, y el caso puede prescribir en cualquier momento”.
Después, asegura, hubo una “segunda “invasión” de narcotraficantes mexicanos, que se dio entre 2007 y 2008, cuando vinieron a comprar efedrina y a producir metanfetaminas. De acuerdo con los resultados de los juicios, hubo dos bandas. Una la encabezó el mexicano José de Jesús Martínez Espinosa, el dueño de la quinta de Maschwitz en donde en julio de 2008 el ex juez Federico Faggionato Márquez encontró el primer laboratorio de producción de metanfetaminas descubierto en Argentina. La otra banda la manejaba el empresario rosarino Mario Roberto Segovia, quien mandó casi cinco toneladas de efedrina a narcos mexicanos, varios de los cuales vinieron en diversas ocasiones a Buenos Aires. Martínez Espinosa y Segovia fueron condenados en julio pasado a 14 años de prisión”.
Según estimaciones de Naciones Unidas, el consumo anual de opiáceos entre 1998 y 2008 aumentó un 34,5% (de 12,9 a 17,35 millones de consumidores), 27% el de cocaína (de 13,4 a 17 millones) y 8,5% el de cannabis (de 147,4 a 160 millones).