Lo dice un estudio de Unesco, que relevó la cantidad de egresados en la región. Sólo el 43% de los chicos termina acá la escuela media en tiempo y forma.
“Doy clases en tres escuelas públicas, a cinco divisiones. En marzo tenía 107 alumnos, ahora son 88”, se queja Sebastián Katz, profesor en escuelas técnicas de la ciudad de Buenos Aires. No es un caso aislado: las estadísticas muestran que las escuelas secundarias argentinas están entre las que más alumnos dejan en el camino. Un relevamiento de Unesco ubica a nuestro país en el puesto número 11 de América Latina en cuanto a cantidad de egresados: mientras que aquí sólo el 43% termina la secundaria a la edad esperada, en países como Perú (70%) y Chile (68%) las cifras son mucho más altas. También México, Bolivia, Paraguay y El Salvador tienen mejores números.
Si bien la secundaria es obligatoria en Argentina desde 2006, cuando se sancionó la Ley de Educación, la deserción sigue siendo el problema más grave. De acuerdo a las últimas cifras disponibles, la tasa de abandono interanual es el del 15,8%. Pero si se suman los casos de repetición, se llega a que menos del 50% de los chicos terminan la escuela en tiempo y en forma.
“¿Cómo se implementa la obligatoriedad? ¿Alguien se ocupa? ¿Hay bonificación para los padres que cumplen? ¿Por qué la Asignación Universal por Hijo no produjo el efecto que se deseaba?”, dice a Clarín Alieto Guadagni, director del Centro de Estudios de la Educación Argentina (CEA). Y propone como alternativa el plan “Salário Escola” implementado en Brasil con el objetivo de retener a los pibes en la secundaria. A diferencia de la AUH, cuyos certificados de presentismo de los alumnos se retiran en la escuela de mano del director, en Salário Escola la mediación la hace una entidad bancaria. Y si solo un chico del grupo familiar abandona el colegio, los padres dejan de recibir el subsidio completo.
En los últimos diez años la matrícula en el nivel medio argentino creció 12,6%: se sumaron 428.618 alumnos nuevos. Pero que entren más chicos al colegio no significa que permanezcan. “Pasa en toda América Latina. Los países están incluyendo nuevos sectores socioculturales, pero la escuela media es un dispositivo armado no para incluir, sino para seleccionar. La organización y la referencia cultural tiene elementos que discriminan a los sectores populares. No hemos podido pensar en cambios pedagógicos que estén más acordes con las exigencias de la cultura contemporánea”, explica a Clarín Guillermina Tiramonti, especialista en educación media de Flacso.
Axel Rivas, investigador de Cippec, coincide con el diagnóstico. “Argentina aumentó los niveles de cobertura. En otros países excluyen antes. Esto indica que hay un desafío profundo por transformar la escuela media. Necesitamos profesores capacitados para trabajar en la diversidad, nuevas pedagogías, trabajos por proyecto, directores que sean líderes pedagógicos.”
Guadagni se detiene en la desigualdad que genera la deserción, entre los alumnos que van a escuelas públicas y privadas. Si se compara la cantidad de alumnos que ingresaron a primer grado en 2001 con respecto a los que se graduaron en 2012 (el año que correspondería en tiempo y forma) en las escuelas públicas la relación es del 25,36% (entraron 691.301 salieron 175.337) mientras que en las privadas es del 64,32% (110.362 sobre 171.574), casi el triple. La desigualdad entre provincias también es profunda.
Si bien no hay una sola receta para salir de este laberinto, los especialistas coinciden en que se requiere un cambio profundo en la organización de la escuela y la forma en que se enseña. Algunos, como Rivas, proponen ir hacia modalidades menos estructuradas en los últimos 3 años, con sistemas de créditos al estilo de los países europeos. Otros hablan de trabajar con equipos docentes en cada escuela y eliminar los “profesores taxi”. Todos ponen el acento en la trabajar en la motivación de los chicos, en que se convenzan que la escuela es el único lugar que les abre las puertas a un futuro mejor.