El rol del gas natural en la transición energética global se redefine con China como eje central de la demanda. En este contexto, Argentina avanza en su posicionamiento exportador con el gas de Vaca Muerta, mientras se reconfiguran oportunidades para insertarse en un mercado más competitivo.

En la transición energética del Siglo XXI, el gas natural ha consolidado un rol estratégico como insumo de transición. Y es China quien actualmente define su destino. Con un consumo proyectado de entre 550 y 600 mil millones de metros cúbicos (bcm) hacia finales de la década, el país asiático se convertirá en el mayor demandante absoluto de gas del mundo, superando ampliamente a Estados Unidos —cuya demanda se mantiene relativamente estable— y duplicando la de una Unión Europea en proceso de contracción energética estructural.
China sigue un sendero diferenciado: crecimiento sostenido y funcional a su urbanización, reconversión industrial y objetivo de neutralidad de carbono al 2060. Con tasas anuales de expansión del orden del 6%, su demanda definirá el equilibrio del mercado global durante los próximos años.
Dentro de esa trayectoria, la generación eléctrica, que hoy representa solo el 16% del consumo final de gas, será el principal motor incremental, aportando hasta el 70% del crecimiento neto hacia 2040. Su rol como respaldo flexible frente a la intermitencia renovable otorga al gas una función crítica en la arquitectura energética china.
Para sostener este ascenso, China implementa una estrategia tripartita: expansión de la producción doméstica (principalmente en cuencas no convencionales como Sichuan, Ordos y Tarim), ampliación de las importaciones por gasoducto desde Asia Central y Rusia (Línea D, Power of Siberia 1 y 2), y una fuerte apuesta por el GNL.
Para 2030, la capacidad de regasificación superará los 340 bcm/año, y ya se han firmado contratos por más de 44 Mt/a, principalmente con Qatar y Estados Unidos.
En efecto, el protagonismo de China no sólo transforma los volúmenes y rutas del comercio internacional de gas, sino también su naturaleza contractual. A medida que se consolida como el principal comprador estructural del sistema, Pekín redefine los términos de contratación.
Frente al modelo tradicional de contratos «take-or-pay» a largo plazo con cláusulas rígidas, China impone cada vez más condiciones de flexibilidad de destino, indexación más competitiva y acceso a volúmenes spot. Asimismo, su demanda se caracteriza por ser más modulada estacionalmente y geográficamente dispersa, lo que obliga a los exportadores a ofrecer portafolios diversificados y adaptables.
En este marco, América del Norte se posiciona como un eje clave de oferta. Estados Unidos lidera los contratos firmados con China, y México se presenta como una alternativa con terminales de licuefacción en su costa del Pacífico y nueva infraestructura destinada a captar gas de la cuenca de Permian y enviarlo a Asia, evitando rutas más congestionadas y captando el descuento del Waha Hub.
Cabe destacar que el nodo Waha gravita la intensidad de la mayor cuenca de EE.UU. y que se trata de un gas asociado a la producción de petróleo; por tanto, las perspectivas del gas están ligadas a la actividad petrolera: razón por la cual en lo que va del año el gas natural se negoció entre 0,5 y 1,5 U$S/MMBtu por debajo de Henry Hub en el mercado spot, dependiendo de la demanda diaria y eventos operativos, y que durante 2024 tuvo precios medios diarios negativos durante 49 días, récord histórico.
En América del Sur, Southern Energy y Argentina LNG prometen un salto exportador para el gas de Vaca Muerta y configura un nuevo orden para el mercado argentino de gas natural, en donde el mercado se impone a las miradas políticas y donde las estructuras contractuales recrean la confianza y gestionan los riesgos.
Hay dos hechos en el pasado reciente que permiten reconsiderar la vía Chilena por el gasoducto del Pacifico como un agregado a la salida al atlántico en la que se avanzó por ahora.
Por un lado, la aletargada pero aprobación final del proyecto GNL Penco-Lirquén, en la Región del Biobío (tras casi una década de oposición social y ambiental, ya abandonado por los impulsores que ahora podría replantearse como exportador), y por otro, la decisión de CAP S.A. de cerrar la acería Huachipato en marzo de 2024, tras más de 70 años de operación, lo cual ha generado un vacío en la estructura productiva del Gran Concepción y que representa un desafío urgente para las autoridades chilenas en términos de empleo y reactivación industrial.
En este escenario, una planta de licuefacción y exportación de GNL podría adquirir una nueva legitimidad como motor de inversión y diversificación, distinta del rechazo anterior a emprendimientos energéticos en la zona.
En definitiva, nos encaminamos a un mercado global más atomizado en la oferta que en la demanda, en ese contexto vemos como en Argentina se desarrolla un proceso virtuoso que sirve de apoyo para nuevas oportunidades por destrabar.