La operación “Cabeza de Dragón” pudo terminar con la tríada mafiosa Pixiu logrando un total de 40 detenidos en 22 allanamientos. Los detalles.
Con 35 años, los ojos saltones y un poco de papada, A Di, el líder de la temible tríada mafiosa Pixiu, se había convertido en un pequeño emperador. Y cuando la división Defraudaciones y Estafas lo detuvo este último fin de semana en un aguantadero propiedad de su novia en la calle Ramón Falcón en Capital Federal, todo su imperio cayó con él. Era uno al menos lucrativo: la mayor organización criminal que azotó durante al menos diez años a la comunidad china en la Argentina.
Como mafia, Pixiu –el nombre de una criatura con cabeza de dragón que es irónicamente fuente de protección y buen augurio en la mitología china– podía llevarse 50 mil pesos mensuales de cada comerciante al que amedrentaba, luego de una cuota inicial de 50 mil dólares. La PFA todavía no puede hacer un estimado de sus números.
La operación “Cabeza de Dragón”, en la que intervino el grupo GEOF bajo la instrucción de la jueza María Gabriela Lanz y el fiscal Marcelo Roma, logró un total de 40 detenidos en 22 allanamientos en Capital Federal y en la provincia de Buenos Aires: los puntos eran supermercados, restaurantes y depósitos ligados a A Di y su familia, que actuaban como virtuales testaferros. En la lista de lugares, hubo dos grandes supermercados mayoristas en Pergamino donde la organización guardaba mercadería casi vencida que forzaba a sus víctimas a comprar, una interesante reinversión de sus ganancias negras. En otro supermercado que controlaban frente a la plaza Billinghurst en San Martín, la PFA tuvo que soportar balazos de varios soldados chinos de Pixiu. Un efectivo del GEOF recibió allí un tiro en la cabeza: su casco lo salvó. El presidente Macri lo visitó en el hospital Churruca.
En la lista final del operativo hubo camionetas Ford Ranger, más de una decena de armas y un chaleco antibalas, diez computadoras, libros contables. Para la PFA y el Ministerio de Seguridad, este golpe es crucial. Durante años, Pixiu fue para un puñado de fiscales uno de los nombres clave en el críptico entramado de la mafia china en el país junto con la tríada Xin, de menor peso que Pixiu, y el grupo Panda, especializado en traficar personas e ingresar indocumentados al país. Ambos siguen activos en el país. No serían los únicos, por otra parte.
El negocio de siempre
Hay 17 causas de supermercadistas que recibieron supuestos tiros de Pixiu en las rodillas o los pies por negarse a pagar, su marca registrada, y más de 40 expedientes en curso por extorsión. Como mafia, Pixiu tenía un modus operandi algo irónico: se enmascaraba como la Cámara de Comerciantes, Empresarios e Industriales Chinos de la Provincia de Buenos Aires, un frente de fantasía que les permitía relevar nuevos supermercados y así convertirlos en sus víctimas. Luego, llegaba la primera extorsión, por teléfono o con una hoja A4 en dialecto fujianés o mandarín, con un teléfono de contacto. “Las víctimas tenían cinco días para responder. Si no lo hacían, recibían el primer tiro”, indica un investigador del caso a Infobae. Operaban en Hurlingham, Castelar, Pergamino, Moreno, Flores, Floresta, incluso Mar del Plata, La Plata y partes de Córdoba. Un sticker con un pequeño dragón en la puerta de cada comercio indicaba que el lugar estaba bajo el ala del grupo, lo que reemplazó el viejo código de colores en las rejas clásico de las tríadas en el país.
Fue una denuncia de un supermercadista de diciembre de 2015 en la comisaría 20º de Boedo lo que abrió la causa de la jueza Lanz y el fiscal Roma que llevó a la caída de Pixiu. Pero lo cierto es que los detectives de Defraudaciones y Estafas siguieron el rastro del grupo durante los últimos cinco años. La división es la principal encargada de investigar a la mafia china en el país: tiene más de 1.200 CD con escuchas telefónicas en su archivo.
Para derribar a Pixiu, la Policía Federal necesitó, precisamente, un policía chino. Conocido como “Martín”, con rango de comisario y parte de la Policía Nacional China destacada en la Embajada local, “Martín” navegó a través de decenas de horas de escuchas principalmente en fujianés, mandarín y el dialecto hakka del sur de China. Interpretar las escuchas de la mafia china fue un problema histórico para la Justicia: los traductores eran fácilmente presionables y sus lazos con la comunidad los dejaban al menos expuestos. El problema de la mafia china, por otra parte, no baja su calor: Defraudaciones y Estafas tiene más de 130 causas activas.
Un hijo de su padre
Para los investigadores del caso, A Di resultó ser un verdadero príncipe: descubrieron que su padre es uno de los máximos capos de Pixiu a nivel global y que está detenido en China por su involucramiento con el grupo. Pero para ser un capo mafia él mismo, A Di, todavía preso en la alcaidía de Tribunales a la espera de su traslado, no era demasiado secreto en sus movimientos.
La PFA allanó el restaurante Dragón de Oro, junto al viejo cine Cosmos en la calle Corrientes, controlado por su cuñado, donde el jefe de Pixiu cenaba con su cúpula hasta altas horas de la noche. Fanático de los casinos, sospechaba que lo estaban buscando, según desliza un investigador: antes de llegar a la calle Ramón Falcón, donde fue detenido, se había mudado varias veces en los últimos meses de aguantadero en aguantadero. No es su primer arresto; tuvo antecedentes por extorsión y lesiones en Córdoba. Junto a él fue detenido su número dos Ai Ru, el principal recaudador del clan, y Pan Zi, a cargo del contacto con los mediadores que les cobraban a los diferentes supermercados, con cinco cobradores también detenidos. Todos estaban indocumentados; ninguno entró de forma legal al país.
Por lo pronto, quedan dos cabos sueltos en la investigación. El primero fue anunciado por el comisario Néstor Roncaglia, cabeza de la PFA: comparar las balas recibidas por las víctimas con las armas incautadas para establecer responsabilidades. El segundo es capturar al gestor de sicarios del grupo. Esta mañana, la ministra de Seguridad Patricia Bullrich confirmó lo que Infobae ya había adelantado en octubre del año pasado: que chino, preferentemente, ya no mata a chino. La mafia, para sus golpes, comenzó a usar mano de obra local. Pixiu, por ejemplo, enviaba a pistoleros argentinos y paraguayos. “Cada tríada tiene como mínimo cinco a disposición y un mediador que los maneja”, afirma una voz de peso en la PFA.
Hay una muerte vinculada al clan, una que la PFA y la jueza de instrucción María Fontbona de Pombo pudieron esclarecer y lo que fue uno de los homicidios paradigmáticos de la mafia china en territorio porteño. En agosto de 2015, Lin Zhi, un chino indocumentado de 30 años, fue baleado en la cabeza frente al supermercado que estaba a punto de abrir. Ya había pagado una extorsión previa, según pudieron captar cámaras del GCBA. El supermercadista había empezado a recibir amenazas de otros dos comerciantes de la zona. Chen Maoxing y Chen Mahua le exigieron $100 mil pesos para no liquidarlo. Mientras tanto, otro competidor comenzó a interesarse: Shin Ronghua, con un supermercado en la avenida Directorio al 3500, le exigió un monto similar. Pero Lin Zhi le fue franco: ya no tenía más plata para nuevas extorsiones. Así, Ronghua lo habría amenazado de muerte. Pixiu fue el brazo ejecutor.