El primer gigante (Ingentia prima), así han bautizado paleontólogos argentinos a una nueva especie de dinosaurio herbívoro que ha hecho temblar el paradigma sobre cómo estos llegaron a ser lo animales más grandes que han habitado la Tierra.
Con aproximadamente ocho metros de largo y casi diez toneladas de peso (el peso de dos o tres elefantes africanos), esta especie es el primer vestigio de gigantismo en los dinosaurios.
Los científicos argentinos encontraron algo más del 30% del cuerpo de esta nueva especie, una de las extremidades delanteras, el cuello casi completo y varias vértebras de la cola.Ingentia prima vivió a finales del Triásico, entre los 210 y 205 millones de años, en la región suroeste de Pangea, en lo que hoy es la provincia de San Juan, Argentina.
Los restos de este animal extinto, encontrados en 2015, han estado siendo analizados y los resultados se han publicado este lunes en la revista Nature Ecology & Evolution.
Esta especie coexistió con animales que no superaban los dos metros de altura (y las tres toneladas de peso), fue un verdadero gigante en vida y tatarabuelo de los grandes saurópodos (titanosaurios) que dominaron la Tierra casi hasta la caída del asteroide que dio por finalizado el cretácico y el reinado de los dinosaurios. “Más de 100 millones de años después del Ingentia prima vivieron saurópodos de hasta 70 toneladas, como por ejemplo Argentinosaurus o Patagotitan en Patagonia”, apunta a EL MUNDO la paleontóloga e investigadora principal del estudio, Cecilia Apaldetti, de la Universidad Nacional de San Juan en Argentina.
Hasta ahora los registros más antiguos de gigantismo en los dinosaurios habían sido hallados en rocas más recientes, pertenecientes al período Jurásico (hace unos 180 millones de años aproximadamente), lo que hizo pensar que fue en ese período cuando alcanzaron lo requisitos adaptativos necesarios para convertirse en titanes. “Con el descubrimiento de Ingentia queda claro que el gigantismo y los diversos patrones evolutivos relacionados con el gran tamaño, se originaron durante la primera etapa del surgimiento de los dinosaurios, es decir, en el periodo Triásico, y no en el Jurásico”, recalca Apaldetti.
Ventajas evolutivas
La importancia del fósil radica en la capacidad de haber alcanzado un gran tamaño en vida sin tener las adaptaciones, consideraban necesarias, para soportar tanto peso (como las piernas rectas para soportar el peso o el crecimiento acelerado continuo). Ingentia tenía cavidades neumáticas en sus huesos, lo cual indica la presencia de sacos aéreos muy desarrollados (un sistema de respiración muy eficiente como es el de las aves actuales), que incluyen bolsas de aire en su interior. Este rasgo conlleva a diferentes ventajas evolutivas. La respiración con sacos de aire les permite a los vertebrados tener aire oxigenado de reserva. En el caso particular Ingentia (y del resto de los dinosaurios gigantes que también tenían este sistema de respiración) podría haber favorecido una pérdida de calor más eficiente para mantener su sangre fría y refrigerar su cuerpo.
Este eficaz sistema respiratorio los diferencia del resto de los sauropodomorfos del Tríasico y los acerca a los primeros gigantes del Jurásico e implica la relación de este sistema con el origen del gigantismo en los dinosaurios.
Además estas cavidades también ayudaron a aligerar el peso total del animal, lo que favoreció el aumento de tamaño. La investigación revela que “la nueva especie se encuentra cercanamente emparentada a una especie ya conocida del Triásico de la Argentina y otra de Sudáfrica, lo que nos llevó a definir una nueva familia de dinosaurios: Lessemsauridae”, explica la paleontóloga.
La densidad ósea entre esta nueva especie y los colosos posteriores es la misma, “lo que puede ocurrir en especies de dinosaurios más avanzadas, como los titanosaurios por ejemplo, es que tienen muy poco volumen de hueso. Los titanosaurios tienen el esqueleto axial (vértebras) completamente hueco, con trabéculas muy delgadas”, explica Apaldetti.
Crecimiento explosivo
Ingentia tiene un rasgo que le distingue del resto de las especies, una estrategia de crecimiento novedosa, diferente a la hallada en saurópodos gigantes del Jurásico y en especies primitivas con las que coexistieron. El análisis desvela un crecimiento entre dos y tres veces más rápido que el de cualquier saurópodo gigante conocido.
Mientras los grandes colosos jurásicos crecían de forma acelerada y continua hasta la edad adulta, los dinosaurios del triásico lo hacían por temporadas, de forma estacional, como los árboles. Estos primeros gigantes de la familia Lessemsauridae también seguían el patrón de su período pero en la temporada de crecimiento lo hacían de forma extremadamente acelerada. “Según los análisis crecían a una velocidad aún mayor que la continua de los gigantes posteriores”, apunta la investigadora.
A dos patas
Gracias a las grandes superproducciones cinematográficas como la saga de Parque Jurásico se tiene una idea aproximada del aspecto de grandes saurópodos como Diplodocus o Brachiosaurus. En varias ocasiones se les muestra a dos patas para alcanzar las copas más altas de los árboles, al parecer, como aclara la autora principal de la investigación, esta nueva especie ya dejó de ser bípeda facultativa (como fueron sus antecesores los prosaurópodos) para seguir el camino hacia el cuadrupedalismo obligado como en los saurópodos más avanzado (Patagosaurus o titanosaurios en general).
A pesar de que aún preservaban las falanges de sus manos y no tenían brazos columnares como pasa en los animales graviportales (extremidades sólo con funciones locomotoras), sí pudieron ponerse a dos patas sería de forma esporádica y por muy poco tiempo.