Mylena Garbin, promotora cultural de 24 años, pasó años peregrinando de bar en bar en el centro de Sao Paulo, en Brasil. Su intención no era ir a beber ni a encontrarse con sus amigos.
Mylena recorría los bares de un barrio conocido como “Cracolandia” y buscaba a su padre, usuario crónico de cocaína y crack que abandonó a la familia cuando la joven era adolescente.
“Nadie sabía de él”, cuenta Garbin.
Pero tenía una pista: a los 18 años supo que su padre acostumbraba frecuentar Cracolandia, en el centro de Sao Paulo.
Este barrio marginal, conocido como “la tierra del crack”, en Brasil, es la sede de un mercado ilegal y área de consumo público de esta droga.
También funciona, al mismo tiempo, como albergue para la población de indigentes de Sao Paulo, la ciudad más grande de Sudamérica.
Mercado abierto
Se calcula que en el barrio, integrado por unos siete bloques de viviendas, viven unas dos mil personas y todas buscan lo mismo.
En las calles se puede ver a los usuarios tirados en el suelo, envueltos con cobijas sucias o desplomados sobre sofás abandonados en el exterior.
Nadie esconde el motivo por el que están allí: comprar, consumir libremente o vender crack.
Hace unos años la zona era considerada tan peligrosa que ninguna autoridad, ni siquiera la policía, se atrevía a entrar.
Pero con la epidemia de crack que comenzó a asolar a Brasil -se calcula que un millón de personas son adictas a la droga en este país- el gobierno decidió lanzar una serie de medidas para combatir el problema.
Las varias iniciativas de las últimas dos décadas incluyen tanto operativos de mano dura, como la redada realizada este domingo por la policía, como programas y métodos de reinserción social.
El domingo, en un operativo que involucró a unos 500 policías armados, fueron arrestadas unas 40 personas por delitos de tráfico de drogas.
Los habitantes de Cracolandia respondieron destruyendo automóviles y saqueando tiendas.
Otras iniciativas incluyen programas sociales como el de Bracos Abertos (Brazos Abiertos), implementado por el previo alcalde de Sao Paulo, el izquierdista a Fernando Haddad, que intenta resolver la adicción por medio de la terapia y asesoría para reducir los daños causados por el uso de crack.
En 2016 Mylena decidió participar como voluntaria en uno de los programas de ayuda de Cracolandia para poder buscar más de cerca a su padre.
Así lo encontró y por primera vez en 20 años padre e hija pasaron navidad juntos, en la casa de la madre de Mylena, la comerciante Irene Cavalcanti.
“Finalmente tuvimos un encuentro familiar”, le dijo la joven a BBC Brasil.
Su padre, de 52 años, que pidió no revelar su verdadero nombre, no ha dejado el crack.
Pero dice que ahora consume menos y Mylena lo visita cada 15 días en el hotel donde vive en Cracolandia.
“Remodelación”
Tras el operativo de este domingo, el alcalde de la ciudad, Joao Doria, declaró que la operación marcaba el fin de la impunidad en la zona.
Los críticos, sin embargo, aseguran que la medida simplemente llevará el problema a otras partes de la ciudad.
Doria prometió derribar muchos edificios de la zona y remodelar las calles aledañas a la estación de trenes Luz, que en la última década ha sido un mercado público de crack.
“Cracolandia ya no existe y ya no regresará. El gobierno no lo permitirá”, dijo el alcalde durante la operación.
También anunció que se instalarán cámaras de CCTV en el área.
Este, sin embargo, no es el primer operativo de este tipo que se lleva a cabo en Cracolandia. En el pasado se ha detenido a traficantes y varias calles del barrio han sido clausuradas.
Sin embargo, hasta ahora, estos operativos parecen haber fracasado. Y los programas sociales, como el Brazos Abiertos, parecen tener un futuro incierto.
El alcalde Doria anunció durante una conferencia de prensa que “la policía será desplegada de forma permanente y el problema será reducido”.
Pero tal como él mismo lo admitió, “será difícil poner fin a este problema histórico”.