Los JSM navales y aéreos se producirán en una planta al norte de Sydney desde finales de este año.
El Gobierno australiano anunció el jueves un acuerdo de 511 millones de euros con un grupo noruego para la producción de misiles en su territorio de aquí a 2027, con el fin de reforzar sus capacidades militares en el contexto de la carrera armamentística en el Pacífico. “Se trata de invertir en nuestra industria manufacturera avanzada y desarrollar nuestra base industrial de defensa soberana”, declaró el ministro australiano de Industria de Defensa, Pat Conroy.
Canberra se propone fabricar misiles de ataque naval de largo alcance y de ataque conjunto con la empresa noruega Kongsberg Defence en la ciudad de Newcastle, en la costa oriental australiana, el único emplazamiento fuera de territorio noruego. Está previsto que este año comiencen las obras de una factoría que podrá producir hasta 100 misiles navales y aéreos Joint Strike Missiles (JSM), hasta 2027.
“Los misiles tendrán un valor aproximado de 4 millones de dólares cada uno”, declaró el Mariscal del Aire Leon Phillips, jefe de armas guiadas y artefactos explosivos de las Fuerzas de Defensa australianas. Diseñados principalmente para apuntar a buques, sustituirán a los anticuados misiles Harpoon de las fragatas de la clase Anzac y los destructores de la clase Hobart. Según el ministro de defensa Conroy, se trata de “los misiles de ataque naval más avanzados del mundo”. Dichos proyectiles son aptos para ser instalados en los ultramodernos cazas estadounidenses F-35ª y atacar objetivos terrestres.
Precisamente, los misiles de Kongsberg son utilizados por Estados Unidos, Reino Unido, Japón, Canadá, Alemania y otros países. Esta empresa europea los describe como «un arma de ataque de precisión de quinta generación, altamente capaz y de largo alcance, diseñada para derrotar objetivos marítimos fuertemente protegidos en entornos disputados, con un papel secundario para el ataque terrestre».
Cabe destacar que Australia cuenta con dos escuadrones de cazas furtivos F-35, con base en Williamtown, cerca de Newcastle, y en la base Tindal de la RAAF, en el norte del país, que está siendo renovada por Estados Unidos para albergar aviones bombarderos estadounidenses. Además, está desarrollando un misil hipersónico con Washington y empezará a fabricar misiles guiados junto con este país el año que viene.
Los esfuerzos por crear una industria local de fabricación de misiles se han visto acelerados por la guerra de Ucrania, que ha puesto de manifiesto la preocupante falta de reservas de munición en los países occidentales y el peligro de depender de una única fuente de suministro.
Tradicionalmente, Australia ha importado casi todos sus misiles de Estados Unidos.
En respuesta al creciente poderío militar en la región, los australianos han reforzado sus capacidades de defensa, por lo que se han integrado en la alianza AUKUS junto con el Reino Unido y Estados Unidos. De hecho, el trío firmó el pasado lunes un acuerdo que les autoriza a intercambiar información y equipos relacionados con la propulsión nuclear naval.
La alianza, firmada en septiembre de 2021 e inicialmente concebida como un acuerdo entre tres estrechos aliados para la construcción de submarinos de propulsión nuclear en beneficio de Australia, se perfila para una expansión significativa. Corea del Sur, al igual que Japón o Nueva Zelanda, se han sumado a la lista para unirse como socios tecnológicos del “Pilar II”, una iniciativa que ofrece a las democracias de la región y de fuera de ella la oportunidad de desarrollar conjuntamente misiles hipersónicos, drones submarinos o cibertecnología.
Sin embargo, estos movimientos han generado una fuerte reacción por parte del régimen de Xi Jinping, entre otros, que acusan a la coalición de ser una versión asiática de la OTAN y el motor de una “nueva guerra fría”.
Por otra parte, Australia es miembro de la Quad, alianza informal que mantiene junto a Estados Unidos, India y Japón, y que implica la celebración de reuniones diplomáticas y maniobras militares conjuntas. En su última reunión, a finales de julio, emitieron una declaración conjunta en la que abogaban por una región Asia-Pacífico «libre y abierta». En ella, aunque no se citaba directamente a China, si se aludía a los persistentes enfrentamientos entre buques chinos y filipinos en el disputado Mar de China Meridional.