Un grupo de investigadores, encabezado por el Lic. Daniel Orlievsky, realizó un importante avance en el campo del autismo, desafiando incluso las ideas preestablecidas. Los resultados fueron positivos.
La transición impacta. En un video, se advierte a un chico acompañado de un familiar que ingresa en una salita, grita y se golpea contra los muebles. En otro, tomado meses más tarde, se ve al mismo niño parado frente a la pantalla de una computadora, copiando una por una las letras de una palabra y pronunciándolas, no sin cierta dificultad, mientras lo felicitan con entusiasmo.
En un tema como el autismo, en el que padres, médicos y psicólogos caminan a tientas en la oscuridad, un equipo de especialistas argentinos puede haber encendido una lucecita. En el Hospital Infanto Juvenil Carolina Tobar García, un equipo liderado por el Lic. Daniel Orlievsky puso a punto una técnica que, desafiando ideas establecidas, está arrojando resultados alentadores y atrae la atención de especialistas tanto en el país como en el exterior.
En 2005, el grupo recibió el Premio de la Facultad de Psicología de la UBA “Aportes de la psicología a la problemática de la niñez” y hoy su trabajo despierta el interés de referentes como Rosalind Picard, del Massachussetts Institute of Technology, y Elizabeth Torres, neurocientífica de la Universidad de Rutgers, que acaba de publicar en la revista Frontiers of Neuroscienceun método para detectar el autismo precozmente. “Estoy muy impresionada por los esfuerzos de Daniel Orlievsky para ayudar a chicos a sobreponerse a los enormes desafíos de comunicación -respondió Picard ante una consulta vía mail de La Nación–. Creo que muchos podrían beneficiarse de este enfoque.”
“Quedamos todos muy impresionados con el progreso de estos niños -coincidió Torres, también vía mail-. Realmente, el Lic. Orlievsky le encontró ‘la llave’ a cada niño y abrió su potencial. Es un trabajo excelente que nos gustaría poder extender acá. Su equipo tiene una dedicación, una paciencia y un amor increíbles. Pero lo que lograron va más allá de todo eso.”
La historia de esta aventura empezó cuando Orlievsky viajó a Estados Unidos para formarse en una terapia desarrollada en Australia a fines de los años setenta por Rosemary Crossley, y que en ese momento no estaba disponible en Argentina. “Crossley trabajaba con ‘soporte físico’, es decir que les enseñaba a escribir a chicos con parálisis cerebral tomándoles la mano. Pero cuando llegué a la Universidad de Syracuse, me enteré de que la técnica era muy controvertida, porque si alguien es tomado de la mano no se sabe quién escribe, si el médico o el paciente”, explica el especialista. Tras la frustración, sin embargo, Orlievsky decidió hacer un intento.
Regresó al país y, para evitar cualquier tipo de duda y preservar su nombre, buscó una institución pública donde montar un programa piloto a la vista de otros profesionales. Fue así como llegó al Tobar García.
“Sin darnos cuenta, fuimos reinventando la técnica hasta lograr que los pacientes, aun necesitando apoyo al comienzo, se volvieran independientes y comenzaran a escribir solos”, explica el investigador, que en el hospital trabaja en forma totalmente ad honorem .
El autismo es una patología que dificulta la comunicación y se presenta en distintos grados de gravedad. Suele aparecer durante los tres primeros años de vida y es cuatro veces más frecuente en los varones de todos los grupos étnicos, sociales y económicos. Las personas que lo padecen pueden manifestar movimientos repetitivos, inusual apego a objetos y resistencia al cambio de rutinas. En algunos casos, muestran comportamientos agresivos o autoagresivos. Parecen sufrir retardo mental, incapacidad de aprendizaje o problemas de audición.
Entre las pistas que pueden alertar a los padres, está la imposibilidad de establecer contacto visual o de requerir la atención conjunta (en los bebés, señalar algo que les llama la atención para que el papá o la mamá lo miren). A veces, parece que no respondieran a la voz humana. Más tarde, suelen tener dificultad para entender metáforas, dobles sentidos y chistes. “Los padres lo detectan tempranamente, pero los pediatras no les prestan atención”, señala Orlievsky. Según datos internacionales, el autismo es más común que el síndrome de Down.
Tampoco se conocen las causas que lo originan. Hay quienes piensan que tiene raíces netamente biológicas; otros lo atribuyen a factores ambientales; algunos, a la función materna. “Entre las causas orgánicas, se mencionan la rubeola congénita, la fenilcetonuria (un desorden por el cual el organismo no metaboliza adecuadamente un aminoácido, la fenilalanina), los genes… Pero no hay ninguna totalmente probada, porque todavía no existe un examen que permita diagnosticarlo”, destaca Orlievsky.
El Programa de Rehabilitación Comunicacional intenta habilitar el lenguaje a través de la escritura: “los chicos que nos llegan a nosotros son los más graves: no hablan, no pueden ejecutar una orden sencilla, no son capaces de reconocer una figura. Generalmente, se piensa que una persona primero habla y después escribe. Nosotros hacemos al revés. Dimos por tierra con un paradigma, porque en general se cree que si no se desarrolló el lenguaje hasta los cinco años, el pronóstico es funesto. Sin embargo, nosotros trabajamos con chicos mayores de esa edad. Y lo que hemos logrado lo hicimos trabajando en sesiones de apenas media hora, una vez por semana”