Bélgica busca a un militar de extrema derecha armado que amenazó de muerte al virólogo estrella del país

Jurgen Conings se hizo con armamento pesado y munición y lleva desaparecido desde el lunes, después de dejar una carta de despedida prometiendo no rendirse sin resistencia.

Bélgica busca desesperadamente a un hombre armado, radicalizado y que ha amenazado de muerte al virólogo Marc Van Ranst, el gran especialista del Covid-19 del país y una figura permanente en los medios de comunicación desde el estallido de la pandemia.

El sospechoso, identificado como Jurgen Conings, tiene 46 años. Es un varón, blanco, militar de profesión, cercano a la extrema derecha, que estaba ya en una lista de posibles amenazas terroristas y que se ha dado a la fuga fuertemente armado. La ‘cacería’ empezó el lunes, cuando un familiar llamó a emergencias tras encontrar dos cartas de despedida en su casa de Lanklaar. Una de ellas estaba dirigida a su novia. En la otra, Conings dejó escrito que no podía seguir viviendo “en una sociedad donde políticos y virólogos nos han quitado todo”, por lo que anunciaba “que se uniría a la resistencia y no se rendiría sin luchar”, según el diario ‘De Standaard’.

Ese día no volvió tras terminar un turno de trabajo y no ha vuelto a ser visto. La Policía ha encontrado su coche, un Audi Q5, abandonado y sin matrículas cerca de un bosque, en la localidad de Dilsen-Stokkem, en Limburg. En él, según los medios locales, se encontró armamento pesado, incluyendo un lanzador de cohetes. De la armería de su cuartel faltaban pistolas, ametralladoras y un chaleco antibalas, recogidas con el pretexto de unas prácticas de tiro y maniobras programas. “El arsenal de armas que posee es suficiente para una pequeña guerra”, ha dicho la Policía. Las más peligrosas, presumiblemente los lanzacohetes, han sido recuperadas, pero se cree que sigue fuertemente armado y con abundante munición.

Van Ranst y su familia han sido escoltados por las fuerzas de seguridad a un emplazamiento secreto. El virólogo, profesor de la Universidad de Lovaina, ha recibido muchísimas amenazas en los últimos meses, al igual que figuras con similar presencia en otros países. Es igual o más mediático que Fernando Simón en España o Anthony Fauci, el responsable de EEUU y que se mueve con escolta desde principios del año pasado. El belga es una figura reputada, enormemente popular, sobre todo en Flandes. Su rostro es muy conocido y hay miles de chistes sobre sus intervenciones o bromas por su amplio repertorio de jerseys de colores, con los que suele presentarse en los platós. Consciente de las amenazas, había rechazado escolta, pero una patrulla de agentes vigilaba constantemente su domicilio.

Conings lo habría convertido en blanco de su ira, al igual que otros grupos negacionistas del virus o que lo responsabilizan de las medidas de confinamiento en el país. La Policía ha encontrado emails, mensajes en redes sociales y algunas cartas manuscritas por el militar. “Se teme que lleve a cabo una acción violenta, contra sí mismo o contra otras personas, pero los posibles objetivos correctos aún no están claros”, ha explicado el fiscal Eric Van Duyse.

Los vecinos han explicado a los medios flamencos que el sospechoso era conocido en el barrio. “Grande pero amistoso”, según los testimonios recogidos por Nieuwsblad. “Sabíamos que tenía simpatías de extrema derecha. También organizó una vigilancia vecinal a través de un grupo de WhatsApp con el que podíamos avisarnos de movimientos sospechosos. Nunca le hemos oído decir nada malo sobre Marc Van Ranst o sobre virólogos. Sabíamos que estaba en el ejército y que le gustaba mucho el fitness y el culturismo. También ha estado en Afganistán varias veces”, dicen sus vecinos de calle. Durante la pandemia, se ofreció a dar clases de gimnasia a los vecinos en los parques de la localidad. En su perfil de Facebook hay fotos y vídeos de sesiones de entrenamiento, arrastrando neumáticos de tractor o troncos de árboles, subiendo por cuerdas y escaleras y levantando pesas.

DOS AÑOS BAJO VIGILANCIA

El sospechoso fue interrogado por la Policía el pasado mes de julio tras ser identificado por sus ataques y mensajes amenazantes contra el virólogo y algunos responsables políticos en las redes sociales. Fue liberado sin cargos, pero su nombre quedó en una lista de posibles amenazas terroristas, y cuando desaparecieron las armas del cuartel las alarmas se activaron. Hay registros claros de sus soflamas contra la inmigración, el islam, la construcción de mezquitas y líderes políticos. También difundía regularmente todo tipo de teorías conspirativas. No se ocultó y lo máximo de lo que hay constancia es una sanción administrativa.

En una repetición de los escandalosos fallos de seguridad previos a los atentados yihadistas de 2016, el país se pregunta hoy cómo es posible que el militar siguiera en el Ejército a pesar de llevar dos años bajo vigilancia. La OCAD, el organismo que gestiona el riesgo y las amenazas a la seguridad pública, avisó sobre el en 2019 y pidió un control especial. Sabían de sus simpatías con grupos de extrema derecha, pues se investiga a cerca de 30 soldados en la actualidad y era uno de ellos. Pero es que además había evidencias de amenazas concretas recientes. Y aun así, siguió en su puesto y con acceso a armamento pesado.

Tanto el Ejército como la OCAD tenían pruebas de los vínculos entre Jurgen Conings y Thomas Boutens, gurú de la extrema derecha en Flandes. Boutens, también ex militar, fue condenado en 2014 como líder del grupo neonazi Blood, Soil, Honor and Faith (BBET), que el tribunal considera una organización terrorista. Boutens ha publicado un mensaje de apoyo en las redes sociales para su “hermano de armas” fugitivo. “Estés donde estés, no estás solo, aunque sea en un mundo que escupe a los fieles”.