Tres jóvenes noruegos viven durante un mes en Camboya las mismas condiciones laborales y salariales que las trabajadoras textiles. El resultado cambia sus vidas.
La esclavitud es terrible, ¿no es así? No hay duda. Está mal, no debería ocurrir y debemos luchar para acabar con ella donde quiera que exista en el mundo. Oh, pero mira este precioso vestido que he comprado en una conocida tienda de moda. Está muy bien hecho, con la costura perfecta y a un precio increíble. ¡Sólo diez euros! ¡Menuda ganga!
Estas son dos caras de la misma moneda, porque cuando se trata de la esclavitud moderna, la hipocresía abunda. Por un lado, estamos horrorizados con la esclavitud o con el trabajo forzoso en condiciones infrahumanas a cambio de un sueldo ridículo. Por otro lado, bueno… el vestido es muy bonito y la relación calidad-precio es excelente. Además, ya está en la tienda, así que no tiene sentido NO comprarlo, ¿verdad? No va a cambiar nada para el pobre trabajador explotado en Camboya, Bangladesh o Indonesia si lo dejo en el estante.
La verdad es que mientras nosotros denunciamos de boquilla la explotación sistemática de los pobres en muchas otras partes del mundo, cuando se trata de nuestros hábitos de compra, todas esas preocupaciones nobles desaparecen de nuestras cabezas al ver que la etiqueta de precio es una ganga.
«Sweatshop Deadly Fashion»
Tres jóvenes participantes del reality show Sweatshop Deadly Fashion (Moda mortal, en español) vivieron en carne propia el estilo de vida de los trabajadores que reciben un sueldo miserable por hacer las prendas de vestir que ellos usan
Anniken, Frida y Ludwig son jóvenes noruegos de familias acomodadas, que trabajan como bloggueros de moda. La idea del programa «Sweatshop» era situar a los tres participantes en las fábricas donde se hacen las prendas que ellos analizan a través de sus blogs.
El proceso duró solo un mes, pero fue más que suficiente para que las vidas y la forma en como perciben la moda cambiara de inmediato, al ver las condiciones en las que viven las familias de Camboya (lugar donde estan las fábricas), conocer sus sueldos y comenzar a vivir como lo hacen los camboyanos, con las mismas condiciones laborales y salariales.
El director del programa dijo en una entrevista: «La única fábrica que nos dejó entrar fue una de las mejores en Camboya, pero ni siquiera estaba bien. Era muy calurosa, no había papel higiénico en los baños y las sillas en las que las costureras y los costureros tenían que sentarse eran extremadamente incómodas. Algunas trabajadoras nos dijeron que los jefes las han golpeado para que cosan, hasta el punto de que algunas han quedado inconscientes».
Denuncia y censura
Aquel viaje cambió la vida de una de las jóvenes y muchos de los que pudieron ver los capítulos. Anniken Jørgensen, bloguera de tan solo 17 años decidió emprender una campaña de denuncia sobre lo que vio. Especificó qué marcas estaban detrás de esa explotación.
Fue a partir de ese momento cuando comenzó su calvario, pues según denuncia en su blog, el medio que les llevó de viaje, Aftenposten, le prohibió hablar públicamente sobre lo vivido y sobre todo mencionar marcas, concretamente H&M. A pesar de los meses de lucha el silencio mediático se mantenía. Ningún medio parecía dispuesto a hacerse eco de su denuncia y hablar de las marcas que fabricaban en aquellas tiendas.
Poco a poco, y gracias al poder de difusión de la gente a través de sus redes sociales, la lucha de esta bloguera está obteniendo sus frutos, su blog es más seguido y sus denuncias son difundidas.
80 dólares al mes
Según el estudio «Shop ’til they drop» el salario mínimo para los trabajadores del textil en Camboya ronda los 80 dólares al mes, una cantidad que inferior a lo aconsejable para vivir con garantías básicas de salud y alimentación. Los contratos suelen ser temporales y se van renovando de forma reiterada a lo largo del tiempo para evitar que los trabajadores se afilien a sindicatos (no son renovados si se asocian a colectivos relacionados con la defensa de los derechos laborales).
Y aún más: un informe elaborado por el prestigioso «Centre for Research on Multinational Corporations», organización independiente holandesa sin ánimo de lucro y el India «Committee of the Netherlands», una ONG del mismo país impulsora de la campaña Clean Clothes (Ropas Limpias) contra la explotación vinculada al comercio textil, nos advierte de las prácticas «esclavistas» de algunos de los gigantes mundiales de la moda.
Pero realmente así es como funciona el capitalismo y no hay nada que podamos hacer al respecto. Y si bien estas personas no pueden ser pagadas tanto, al menos tienen un trabajo y pueden darse el lujo de alimentar a sus familias. Sí, con 50 centavos de dólar al día no se puede comprar mucho en Europa, pero ¿quiénes somos nosotros para discutir las tasas de pago en una tierra lejana de la que sabemos tan poco?
Así que, vamos a predicar a otros países acerca de la esclavitud y vamos a decir a nuestras tiendas que no utilicen proveedores que mantengan a sus trabajadores en servidumbre. Ahora salgamos todos a la calle a comprar un vestido nuevo para celebrar lo buena gente que somos. Después de todo, es una ganga, ¿no es así?