“Bolsonaro cree que el cambio climático es una cosa de activistas que gritan”

Suzana Kahn y Marina Grossi, académicas y cabezas visibles del sector medioambiental de Brasil, creen que hay que convencer al nuevo Gobierno de los beneficios económicos de la producción sostenible.

Suzana Kahn es ingeniera mecánica, profesora de la Universidad de Río de Janeiro y ocupó el cargo de secretaria de Estado de cambio climático entre 2008 y 2010 con Lula da Silva. Marina Grossi es economista y dirige desde 2010 el Consejo Empresarial Brasileño para el Desarrollo Sostenible. Sus currículos abarcan muchas más líneas y toda esa experiencia las convierte, ante todo, en dos cabezas visibles y poderosas del sector medioambiental en Brasil.
Ambas se han encontrado en la iniciativa de Pacto Mundial de Naciones Unidas e Iberdrola Moving For Climate Now, que ha reunido a personalidades del sector en una ruta ciclista hasta Katowice (Polonia), sede este año de la Cumbre del Clima. La iniciativa se llevó a cabo justo en la semana en la que el presidente electo de su país, Jair Bolsonaro, renunciaba a la organización de la cumbre en 2019, como estaba previsto, aduciendo motivos presupuestarios. “Es cierto que hemos tenido malas experiencias con eventos recientes como el mundial de fútbol y Juegos Olímpicos. Supusieron mucho dinero y corrupción. Pero organizar la COP25 era una ocasión para decir al mundo que estamos comprometidos con el medioambiente y Bolsonaro esto no lo entiende. Él cree que el cambio climático es una cosa de activistas que gritan”, señala Kahn.
Esta decisión es paradójica porque la posición en la que coloca al país podría hacerle perder potencial financiero, argumenta su compañera economista: “La energía limpia es un asunto importante para Brasil y esta era una oportunidad para mostrar que merecemos seguir recibiendo financiación para avanzar porque estamos comprometidos”. Brasil, que en el pasado se colocó a la cabeza del desarrollo sostenible y dedicó notables esfuerzos para reducir su impacto negativo en el planeta va a tener como ministro de asuntos exteriores a Ernesto Araújo, alguien que asegura que el movimiento ambientalista internacional es un “complot” para impedir el crecimiento económico.
Araújo no es el único signo de alarma de lo que está por venir con la llegada a la presidencia de este exmilitar que al parecer no acaba de entender muy bien qué es el calentamiento global. Durante su campaña juró que sacaría a Brasil del Acuerdo de París, algo que luego matizó ante las quejas de los empresarios que perderían sus certificados de calidad para poder exportar sus materias primas. También prometió que no protegería ni un milímetro de la Amazonia que se pudiese explotar, ni siquiera en los habitados por indígenas. Ya como presidente electo, amagó con unir en un mismo ministerio Agricultura y Medio Ambiente, algo que muchos analistas aventuraron que convertiría la selva brasileña en tierras de cultivo. Bolsonaro ha hablado en alguna ocasión de “activismo ambiental chiita que quiere extender el alarmismo por todo el planeta”.
El nuevo presidente defiende que la Amazonia es de Brasil, y no un patrimonio del mundo. Este argumento unido a su intención de eliminar la protección contra la deforestación anuncia los peores augurios. “No estoy segura de que vaya a mostrar fortaleza contra las grandes compañías. Lo que pienso es que estas empresas van a querer seguir exportando y para eso tienen que estar dentro de la ley. Que tengan el certificado internacional o no sí que puede marcar la diferencia”, argumenta la profesora. Según los últimos datos del Gobierno de Brasil, entre julio de 2017 y 2018 aumentó un 13,7% la deforestación de la selva amazónica.
“Es un hecho que Bolsonaro no es…—duda unos segundos— un intelectual. Por eso si le hacemos entender que la lucha contra el cambio climático no es un asunto ideológico, sino que incluso económicamente puede colocar a Brasil en una mejor posición a nivel global, tendremos una oportunidad. Aunque tal vez esté siendo excesivamente optimista”, reconoce Kahn. La antigua secretaria de Estado afirma que la mejor manera de conseguir algo durante el mandato de Bolsonaro es medirlo. “Si consigues hacerle entender que reducir la contaminación en las ciudades le hará gastar menos en sanidad, existe una posibilidad de avanzar”.
El tímido rayo de esperanza que ven estas dos académicas es la llegada de un científico al Gobierno. El primer astronauta latinoamericano que fue al espacio, Marcos Pontes, ocupará la cartera de ciencia y tecnología. Bolsonaro también ha prometido más presupuesto para este ministerio. “La principal característica de este presidente es el nacionalismo. Brasil, lo primero y todo este tipo de lemas al estilo Trump y probablemente ha pensado que la ciencia puede jugar este papel y hacernos más independientes”, admite la profesora universitaria. Su compañera aporta otro punto de vista: “En el mundo de las empresas estamos haciendo mucho más uso de los datos científicos del que se hacía antes, también están surgiendo muchas startups en el campo de las renovables. Por nuestra parte, tenemos que cambiar el discurso e incluir en barco medioambiental a mucha gente que o está a bordo”.
Bolsonaro ha asegurado que no cree en la reelección y que dentro de cuatro años se marchará. “Durante este tiempo podemos aprovechar para organizarnos, hacer trabajo en el backstage y prepararnos para lo próximo”, planeta Kahn. “No voy a pedir permiso para hacer lo que tengo que hacer. Tenemos una agenda ambiental que contemplábamos con la elección de cualquier candidato y espero diálogo”, completa Grossi.