Un 25% del territorio está afectado por el fenómeno, principalmente los estados de San Pablo, Río de Janeiro y Minas Gerais. El país tuvo que importar energía, limitar la producción de las centrales hidroeléctricas y racionalizar el agua para consumo. Los reservorios que abastecen a millones de personas están en sus niveles más bajos desde 1930.
Los sectores agrícola y energético son los que mayor impacto sufren en la peor sequía registrada en Brasil en los últimos 80 años. El fenómeno afecta a un 25% del territorio brasileño, principalmente al estado de San Pablo, y en menor medida a Minas Gerais y Río de Janeiro, y entre otros problemas, amenaza con comprometer seriamente el Carnaval, la mayor y más convocante festividad del país, que en algunas ciudades fue suspendido. Pero también genera pérdidas a la industria, caída de las acciones y severos problemas sanitarios.
Según consignó Tiempo Argentino, las fuertes lluvias del viernes en San Pablo, llegadas tras varias semanas de altas temperaturas, sólo movieron un ápice la medida de los principales reservorios que abastecen a casi 20 millones de personas en la región metropolitana paulista, que aún funcionan en niveles cercanos al 5% de la capacidad de la cuenca hídrica. Algunos bombeando incluso lo que se llama “aguas muertas”, que es el fondo no contabilizado de los depósitos.
La falta de lluvias ha ocasionado, además, que la central hidroeléctrica que abastece a gran parte del país fuera desconectada, lo que provocó un mega apagón en diez estados a mediados de enero y Brasil se vio forzado a importar electricidad de Argentina. En una rueda de prensa desde Brasilia, la ministra de Medio Ambiente, Izabella Teixera, pidió a los brasileños ahorrar agua y electricidad para poder enfrentar la sequía.
En algunos barrios de San Pablo el agua es racionada hace meses y miles de personas se ven obligadas a proveerse mediante un pago a la empresa privada, que utiliza camiones para el suministro. Otras 70 comunas del estado paulista debieron racionar el agua a la población. Las autoridades locales necesitaron programar cortes del suministro. “El cálculo es de dos días con agua y cinco sin agua”, comentó el pasado 27 de enero Paulo Yoshimoto, director de la Compañía de Saneamiento del Estado de San Pablo (Sabesp), responsable por el sistema que abastece a la región metropolitana.
La legislatura de la ciudad de San Pablo, por su parte, acaba de aprobar en primera lectura un proyecto de ley que impone multas de 1000 reales a quienes laven el auto o la vereda con agua corriente, cuyo control deberá recaer en los inspectores de obra de la ciudad. La Policía, además, detectó ex empleados de la empresa Sabesp que venden sistemas para fraguar los medidores de los hogares, según publicó ayer el diario Folha de São Paulo.
Teixera indicó que la sequía que afecta el sureste brasileño es algo “totalmente atípica”. Explicó que los niveles de los embalses “están por debajo de los del año pasado y por debajo de los registrados desde la década de 1930”. Teixera recordó que la presidenta, Dilma Rousseff, autorizó incluir en el Programa de Aceleración de Crecimiento (PAC) las obras para abastecer el reservorio Cantareira a través del desvío del agua de la cuenca del Río Paraíba.
El reservorio Cantareira, uno de los más importantes del estado de San Pablo y responsable del abastecimiento de 6,5 millones de personas, se encuentra en los niveles más bajos de su historia. Las autoridades paulistas autorizaron a Sabesp a usar la tercera y última parte de su reserva técnica. Con una capacidad total de 1264,8 billones de litros, operó históricamente en un promedio de 57,8% y actualmente está en el 5,6 por ciento. La lluvia del viernes la incrementaron apenas en un 0,2 por ciento.
El estatal Operador Nacional del Sistema Eléctrico (ONS) de Río de Janeiro, admitió días pasados en un informe que las reservas hídricas del sistema Paraibuna –uno de los cuatro que utilizan el agua del río Paraíba do Sul para abastecer a unas 15 millones de personas en el estado de Río– se habían agotado, por lo que, por primera vez en la historia, los administradores de la principal cuenca de Río debieron bombear las “aguas muertas”, nunca usadas para el consumo humano.
La situación parecería encaminarse hacia una leve mejora. Según informó la Agencia Nacional de Aguas (ANA), la cuenca principal fue remontando su nivel durante los últimos días, y el informe climatológico de las próximas jornadas anuncia fuertes lluvias que contribuirían a ese incremento.
No obstante, el ANA decidió reducir el caudal de las aguas de Paraíba do Sul que llegan al embalse de bombeo de Santa Cecilia, de 145 a 140 metros por segundo. Esta decisión, según publicó el sitio del diario O Globo, fue tomada en conjunto con el Ente del sistema eléctrico, y el caudal se irá disminuyendo gradualmente hasta los 110 m3, lo que perjudicará a las empresas de la zona oeste de Río.
La sequía amenaza con afectar al carnaval más famoso del país, para el que se calcula la llegada de un millón de turistas de todo el mundo a partir del 1 de marzo. No se trata sólo de un hecho cultural de magnitud, sino también de un importante impulso para la economía brasileña.
Pero los más preocupados son los industriales de de San Pablo, Río de Janeiro y Minas Gerais, los principales estados de Brasil, sobre todo por un posible racionamiento de energía, dado que la matriz energética de Brasil depende en gran parte de las centrales hidroeléctricas.
Según publicaron portales dedicados al comercio y la industria, un informe de la Confederación Nacional de Industria (CNI) plantea que “el riesgo de desabastecimiento de agua y de energía eléctrica es un factor más que inhibe la actividad productiva, eleva los costos, encarece las inversiones y, consecuentemente, perjudica el crecimiento de la economía como un todo”.
Si se tiene en cuenta el análisis del cambio climático, que anticipa largos períodos de sequía, el panorama es aun más sombrío.
El amazonas también en riesgo
Al igual que las cuencas hídricas en el Brasil, el río Amazonas atraviesa uno de sus peores momentos. Toda la Amazonía brasileña padece una fuerte sequía, la peor en 50 años, que pone en riesgo la vida de la fauna y la flora, la más rica del planeta, y de los casi 200 mil habitantes que viven de los recursos naturales de esa zona. Además, la deforestación volvió a incrementarse luego de una reducción anunciada años atrás. La tala de esa zona considerada el “pulmón del mundo” volvió a aumentar casi en un 30 por ciento.
En 2010, durante la gran sequía registrada, el río Amazonas mostró su nivel más bajo en medio siglo, lo que produjo que varios afluentes terminaran completamente secos. Entonces, un grupo de investigadores publicó en la revista Science que es probable que la sequía registrada en 2010 se haya extendido más que la de 2005 –considerada la última de grandes proporciones– y por ende, pudo haber causado una mayor pérdida de árboles. Según su investigación, la sequía puede dificultar la facultad de los bosques amazónicos de absorber el dióxido de carbono de la atmósfera.
Los datos
Los reservorios de San Pablo, los más afectados, abastecen de agua a unos 20 millones de personas.
Cantareira, uno de los más importantes, tiene una capacidad de 1265 billones de litros, pero está operando apenas en un 5,6%.
En conjunto, las seis cuencas de San Pablo están en promedio en un 16%, elevado míminamente por las lluvias de los últimos días.