Con buenos resultados en Europa, KiVa ya se aplica en la Argentina, Chile, Colombia y Perú; se trabaja con la víctima del acoso, con el victimario y con todo el grupo escolar.
“Todas tus bromas y juegos estúpidos/ Ya no funcionan/ No me hacen daño.” Las alumnas de 4°, 5° y 6° grados del colegio Michael Ham, en Olivos, tararean la canción de Grace WanderWaal, esa chica de 12 años de un pueblo del estado de Nueva York que ganó el concurso America’s Got Talent. Están reunidas en un patio para la presentación del programa KiVa, contra el acoso escolar, un éxito en Finlandia que se aplica en casi 20 países europeos, y que se ha empezado a usar en la Argentina.
También ha comenzado a implementarse en América latina, en países como Chile, Colombia y Perú. Las experiencias en nuestro país son pocas, pero en Finlandia y luego de unos años de haberse implementado el método, creado en 2007 por un grupo de investigadores de la Universidad de Turku, se realizó un estudio en 234 instituciones educativas y 30.000 estudiantes entre siete y 15 años, y los resultados constataron que los casos de bullying habían desaparecido en un 79% de las escuelas y se habían reducido en otro 20%.
¿De qué se trata este método contra el bullying del que habla todo el mundo? Mariana Gallagher es la vicedirectora académica del Michael Ham y cuenta a LA NACION que “si bien éste es un tema del que siempre nos hemos ocupado en la escuela, sentíamos la necesidad de contar con un programa más sistemático, con investigaciones detrás y resultados comprobados“. Por eso, dicen, apostaron por KiVa. Compraron la licencia, recibieron un entrenamiento con la finlandesa Tiina Makela, en febrero pasado, la entrenadora oficial de la técnica en nuestro país, y arrancaron con la implementación del programa este año.
“KiVa tiene acciones universales, que son de prevención, y focalizadas, de intervención. Las universales se dirigen a todos los alumnos del colegio, son más bien unidades que pretenden influir en las normas de convivencia del grupo, reforzar valores y enseñar a los chicos a comportarse en forma constructiva -dice Gallagher-. Pero las acciones focalizadas son las que hacen la diferencia.” ¿Por qué? Según los expertos, y a contramano de otros métodos que a la hora de intervenir se centran en la víctima y el acosador, KiVa intenta cambiar las normas que rigen al grupo.
“Dentro del grupo, esos chicos que no son los acosadores, pero que son testigos. Están los que observan, los que se ríen y así refuerzan la acción del acosador y los que no están de acuerdo pero callan. Y aquí el programa va dando pautas para comprometer a esos otros a que cambien su actitud. El objetivo no es pedirle a la víctima que cambie. Si el que se ríe deja de hacerlo es un gran paso. Si el que se queda callado pero no está de acuerdo se anima a intervenir o a pedir ayuda a un adulto es un cambio positivo. Y siempre se trabaja con los alumnos desde la posibilidad, no desde la imposición.”
Por otra parte, según explica Gallagher, el objetivo no es etiquetar a las personas, sino los roles. El acosador está cumpliendo un rol, y si el público no lo sostiene ni lo refuerza existe la posibilidad de que esa persona cambie su actitud.
Laura Alcocer también es entrenadora certificada, trabaja como directora del Centro de Terapias Cognitivas Infanto Juveniles (Ceteco), en La Plata, y destaca, al igual que Gallagher, la posibilidad que ofrece KiVa de contar con un protocolo de actuación cada vez que se presenta un caso de bullying.
“En cada colegio hay un equipo KiVa que se pone en acción en cuanto tienen conocimiento de una situación de acoso. Se trabaja con la víctima, para darle apoyo y contención; se trabaja con el acosador para que sea consciente de sus acciones, pero nunca se los junta ni se los enfrenta. La mayoría de los programas no dan una pauta de cómo trabajar en este sentido. Y en KiVa hay un protocolo a seguir. Tampoco es el director de la escuela el que se ocupa de estos temas.”
Durante el programa, docentes y alumnos tienen material de apoyo y se dictan diez lecciones por año. “No se puede modificar el orden de las clases y el contenido es específico según las edades -agrega Alcocer-. Hay manuales, videojuegos, reuniones, trabajos y charlas con los padres. Durante los recreos también hay dos personas del equipo con chalecos KiVa, con la doble función de ser reconocidos fácilmente y para recordarles a los alumnos que su tarea es velar por la seguridad de los chicos.”
¿Es bullying o no?
En la presentación del Michael Ham, las representaciones (o drama, ya que hasta el momento el programa se aplicó aquí solamente en escuelas bilingües) fueron una de las herramientas clave para detectar si se trata de un acoso sistemático o una pelea puntual. Y durante la primera asamblea KiVa, Gallagher animaba a las alumnas a interpretar determinadas escenas que podrían suceder en el aula o durante el recreo, para reconocer y evaluar los distintos tipos de agresiones, peleas o acoso. “En la fase preventiva, KiVa trabaja con los alumnos para reconocer, mediante videojuegos o representaciones, cuándo se trata de un caso de acoso y cuándo no -agrega Alcocer-. No todo es bullying, y también se puede aprender jugando.”
María Antonia Osés es magíster en Lexicografía Hispánica por la Real Academia Española y autora del primer Diccionario Paidós de bullying y ciberbyllying. “El bullying es el maltrato y hostigamiento que se produce de modo sistemático y reiterado en el tiempo. Se refiere a todas las formas de actitudes agresivas, intencionadas y repetidas, que adoptan uno o más estudiantes contra otro u otros pares sin motivación aparente. Es una forma de violencia y la persona que lo lleva a cabo se siente con cierto poder sobre otra, a quien humilla frente a testigos. Cuando esto ocurre se genera un círculo del acoso que es necesario romper para afrontar el tema.”
Como explica Osés en el nuevo diccionario, “cuando los involucrados son niños o adolescentes, en general no saben cómo actuar, y cuando participan hasta la simple observación de la agresión conlleva consecuencias negativas para todos los involucrados. Participar de un escenario de maltrato es nocivo para cualquiera, y quien en cierto momento es agredido o simple observador puede, en una futura ocasión, tomar el rol de agresor”.
Hasta el momento, el programa KiVa fue aplicado en el país en muy pocos colegios. “Hay algunas experiencias en Salta y San Juan, y este año comenzaron a aplicarlo algunas escuelas en la ciudad de Buenos Aires y en Pilar. En un principio, KiVa estaba sólo disponible en inglés, y desde 2016 ya contamos con el programa oficial en castellano. En La Plata hay prometidas algunas instituciones -detalla Alcocer-. En febrero pasado, el equipo del Ministerio de Educación se reunió con la finlandesa Tiina Makela cuando vino de visita a Buenos Aires, y la recepción fue muy buena.”
En Finlandia, el 90% de los colegios de educación primaria adoptaron el sistema luego de un esfuerzo conjunto entre la comunidad educativa y el gobierno finlandés. En la Argentina, por el momento, los colegios son los que deben afrontar el costo para pagar la licencia (aunque ninguno quiso revelar el monto de la inversión), y el canon correspondiente por alumno.