La ciencia modificó la forma de seguir ciertos desastres ambientales. Un climatólogo francés lidera ensayos en el país.
Todos sabemos que el tiempo se comporta de manera extraña porque lo sentimos en la piel. Sin embargo, hasta ahora, los climatólogos se negaban a echarle la culpa por una tórrida de calor al calentamiento global. Pero la necesidad de vincular la conducta del clima a las modificaciones introducidas por el hombre en la atmósfera es, sin embargo, cada vez más perentoria. De ella dependen decisiones cruciales a nivel político, económico y social, que, pueden provocar incluso conflictos entre países. Por eso, hay investigadores en todo el mundo tratando de entender cuándo y cómo aparece la mano oscura del cambio climático. Uno de esos equipos de trabajo está aquí, en Buenos Aires, en la Facultad de Ciencias Exactas.
Uno de los que lleva esta línea de investigación es Alexis Hannart, un climatólogo francés, que -a su vez- es miembro de un grupo llamado World Weather Attribution, una suerte de grupo de elite dedicado a separar la paja del trigo en cuanto a un suceso trágico del clima y el calentamiento global se trata. En el laboratorio del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA) él y su grupo están desarrollando una metodología que podría permitir en un futuro no muy lejano atribuir en tiempo real qué relación hay entre, por ejemplo, una inundación y los gases de efecto invernadero que se acumularon en la atmósfera por la quema de combustibles fósiles.
Hannart, junto a las investigadoras del Conicet Carolina Vera y Bibiana Cerne pudieron determinar, por ejemplo, que la ola de calor de diciembre de 2013 y enero de 2014, que causó gran número de muertes, se debió al cambio climático. O como dice Vera, la recurrencia de ese tipo de fenómenos “se incrementó cinco veces” por el llamado factor antropogénico.
Pero para llegar a esta conclusión necesitaron dos años de trabajo. Ahora buscan sacar conclusiones mucho antes. Esto ya es posible. De hecho, un grupo de investigadores del clima del Royal Netherlands Meteorological Institute acaba de adjudicar al cambio climático la crecida del río Sena, que obligó al Museo del Louvre a resguardar sus obras del agua.
Para poder sacar conclusiones sobre el clima y el efecto que el dióxido de carbono (CO2) tiene sobre él, hay que utilizar modelos numéricos muy complejos, cuya capacidad de procesamiento no existe en el país. Sin embargo, Hannart está trabajando en los aspectos metodológicos que permitirán “contestar esta pregunta en tiempo real. Nuestro objetivo es tratar de consensuar herramientas para abordar las preguntas sobre la responsabilidad humana”.
“Las herramientas no serían muy distintas a las que se usan para el pronóstico del tiempo. No estamos muy lejos: Es cuestión de ponerse de acuerdo”, agrega.
Hannart está trabajando en un modelo llamado “contrafáctico”, que permite elaborar una representación numérica del clima con y sin la acumulación de CO2 en la atmósfera. El lo compara con la reconstrucción de la escena de un crimen, pero en forma numérica. “Esto nos permite hacer un diagnóstico. Por ejemplo, hay casos donde se ve claramente que sin el factor humano un evento no hubiera ocurrido. O hubiera ocurrido con mucha menor intensidad”, señala.
El investigador dice que uno de los factores más difíciles de resolver es el operacional, entre otras cosas, porque se necesitan supercomputadoras y porque muy poca gente hace esto. Por ejemplo, el equipo que trabajo en el caso del Sena, estuvo trabajando de manera tan desbordada como el propio río. Pero esta línea de investigación tiene una utilidad múltiple. Una, para informar al público y los tomadores de decisiones lo que está pasando; otra, para establecer mecanismos de compensación para los países que puedan directamente llegar a desaparecer por el aumento del nivel del mar; y lo que no es menos, “entender cómo evolucionan los riesgos asociados al cambio climático”.