Camisas que no se arrugan y neutralizan el olor

La empresa Sepiia vende en Internet prendas inteligentes de tecnología propia a menos de cien euros.

“Sentía que la ropa no seguía nuestro ritmo. Por eso quise desarrollar una prenda antimanchas, antiolores y antiarrugas que aguantase sin problema nuestro día a día”, explica con una sonrisa Federico Sainz de Robles, fundador de Sepiia. Su compañía nació en febrero de 2016 con la plataforma Lanzadera, una aceleradora de empresas impulsada por Juan Roig, presidente de Mercadona. Con menos de dos años de vida, ya vende 300 camisas al mes a través de su tienda online y tiene el objetivo de llegar a las 1.000 prendas mensuales el próximo año. “El sector de la moda cambia constantemente los diseños, pero no incluyen novedades en la parte funcional. Eso fue lo que me impulsó”, afirma este madrileño, de 27 años, ingeniero en diseño industrial.
Sainz de Robles se introdujo en el mundo de la moda con una idea muy clara. Crear productos funcionales, una suerte de camisas 2.0. No por su conectividad (que también está investigando cómo incorporar a sus prendas), sino por la tecnología desarrollada. “En ingeniería aprendí que el diseño se basa en resolver los problemas de la gente”, dice. Y a ello se puso. Lo primero fue probar hasta conseguir un prototipo de un material que no se manchaba, no se arrugaba y que no marcaba el sudor. ¿Y como se consigue? “Son métodos diferentes para cada característica. Por ejemplo, hemos inventado un proceso antimanchas. Tratamos nuestro textil con una fórmula química solo por una parte (la exterior). Son varios componentes con los que hemos trabajado para conocer la cantidad exacta a aplicar. Es como nuestra fórmula de la Coca-Cola”, explica Sainz de Robles.

Miedo al plagio

Una fórmula que no ha patentado por miedo a que plagien su idea. “Para patentarlo, tenemos que mostrar todos los pasos de nuestra receta y la podrían usar otras marcas sin pagar solo con cambiar algún paso. Además, es muy caro”, defiende el fundador de Sepiia. Todo el proceso químico y tecnológico comenzó a probarlo en los laboratorios del Instituto Tecnológico Textil de Aitex, en Alcoy (provincia de Alicante). “Allí estudié los diferentes tejidos, vi los materiales y tecnologías que existen y cómo se podrían aplicar a la moda. Me quedé alucinado con las capacidades técnicas de algunos que ya se usan para sectores como la ropa militar”, reconoce.
Las otras dos características principales de las camisas de Sepiia (que no se arrugue y que no cree malos olores) se consiguen de forma diferente: a través del material y de cómo se le da forma. “Hemos conseguido que la prenda sea antiarrugas gracias al tipo de fibra que usamos, por el tipo de tejeduría que le hacemos y por el fijado final con calor que se realiza. Y el que sean antiolores lo conseguimos por el hilo que usamos, elaborado con una microfibra de poliéster con pequeñas partículas de plata que eliminan las bacterias e impiden que se generen olores”, afirma el fundador de la marca.
Así, el madrileño Sainz de Robles pretende revolucionar el concepto de la moda, aunque con un estilo clásico. “Cuando te basas en diseños según las tendencias, esos productos mueren muy rápido. Esto ocurre porque te cansas de ellas y no porque ya no esté en buenas condiciones. Por eso apostamos por lo clásico y no por camisas llamativas. Queremos un producto bonito que te puedas poner muchas veces”, argumenta el fundador de Sepiia. De esta forma, con una producción hecha en España y con la apuesta por la durabilidad, combate uno de los mayores problemas del sector de la moda: la toxicidad. “Lo hacemos dando una alternativa con un valor añadido real, no solo apelando a lo ético o moral”, defiende.
Antes de fundar su empresa, Sainz de Robles propuso usar esta tecnología a empresas del sector. “Hicimos algunas cosas, pero enfocado en desfiles y performance puntuales. Los proyectos para producir colecciones con estas características siempre se quedaban en el camino. Los diseñadores no terminaban de entender cómo funcionaba la tecnología o consideraban los plazos muy largos y la confección costosa. Para ellos, la moda es algo rápido que solo tiene que ver con el diseño estético y no con la parte funcional. Por eso al final decidí intentarlo por mi cuenta”, relata.
Desde que entró hace casi dos años en la plataforma Lanzadera ha recibido 75.000 euros de financiación. “En lo que va de 2017 ya hemos facturado casi esa cantidad”, asegura. Una inversión realizada sobre su empresa cuando todavía no existía (ya tiene ingresos mensuales y cuenta con una red de proveedores estable y dos trabajadores), además de la ayuda logística y de conocimiento empresarial que les ofrece. “Antes de llegar a ellos, que fue por casualidad al ir a hacer una presentación de otra cosa, familiares y amigos me propusieron invertir para lanzar la marca. Pero sin conocimientos empresariales, habría gastado el dinero sin saber y no habría conseguido nada”, reconoce el madrileño.
Pese a este importante apoyo que recibe, hay un escollo con el que se ha encontrado Sepiia, un hándicap recurrente en la venta de ropa online: los clientes son reacios a comprar algo sin saber cómo les queda, sobre todo si se trata de una marca que nunca han usado. “Por eso nos hacemos cargo del coste de los envíos, aunque solo nos han devuelto hasta ahora un 1% de los pedidos”, afirma Sainz de Robles. Este es uno de los motivos que le hace cree en su negocio, y por lo que se muestra ambicioso: “Nuestro objetivo es reconvertir los armarios. Queremos usar estas características en todo: camisas, pantalones, calcetines…”, asegura. De hecho, ya prepara dos nuevos lanzamientos para el próximo año: “En febrero comenzaremos la venta de la colección de mujer y en marzo lanzaremos una colección de polos”, adelanta.
Para la realización de estas camisas, Sepiia debe pagar un peaje: “Los costes son diez veces más altos de los que tiene cualquier empresa textil”, afirma Sainz de Robles. Esta es una de las razones por las que no están en tiendas físicas. “Solo vendemos por nuestra web porque así conseguimos que la prenda nunca supere los 100 euros [cuestan entre 79 y 84 euros]. Si vendiésemos en tiendas, el precio se dispararía por encima de los 150 euros”, insiste.