La homologación de diplomas, la falta de experiencia local y la discriminación dificultan la incorporación de inmigrantes cualificados al mercado de trabajo del país norteamericano.
La colombiana Carolina Campos aterrizó en Montreal (Quebec, este de Canadá) en 2013. Tenía 32 años y llegaba con visa de residente permanente, bajo la categoría de trabajadora cualificada. Abogada especializada en derecho público y con años de experiencia en su país, Campos ha tenido muchos más problemas de los esperados para hacerse un hueco en la esfera laboral canadiense: nada más llegar se dio cuenta de que tendría que volver a la universidad si quería ejercer nuevamente su profesión. “No vine engañada a Canadá, pero sí con varias lagunas sobre la realidad del mercado laboral. Las cosas no son tan claras en las sesiones de información en Colombia. Te describen el panorama de forma muy optimista, pero deberían ser más precisos”, se queja.
Al ver que la puerta de la abogacía se le abriría con dificultad, se vio forzada —como otros tantos— a reorientar su profesión. Trabajó como camarera y vendedora de artículos deportivos mientras estudiaba para obtener un certificado en cooperación internacional. Se postuló para varios empleos cualificados, pero no obtuvo respuesta. Hizo prácticas ocho meses en Honduras gracias a un organismo canadiense y a su regreso a Montreal obtuvo un contrato de poco más de medio año. Se postuló a otros trabajos, de mayor responsabilidad. Sin suerte. “Ha sido decepcionante”, reconoce. Tanto como para haber decidido volver a los estudios como mal menor. “Estoy cursando un máster en ciencia política con el que espero ampliar mis posibilidades para encontrar un empleo acorde a mis competencias profesionales”.
El caso de Carolina Campos no es ni mucho menos aislado. Canadá es un país reconocido mundialmente por su sistema de selección de inmigrantes y requiere cada vez más de miles de trabajadores cualificados. No obstante, varios factores hacen que buena parte de los profesionales extranjeros tengan problemas para mostrar su potencial en el país norteamericano: según datos oficiales, casi la mitad de los inmigrantes de entre 25 y 54 años cuentan con diploma universitario, un porcentaje muy superior al de los canadienses de nacimiento: menos uno de cada tres. Por el contrario, los inmigrantes con estudios superiores ganan, de media, un 30% menos que los oriundos de Canadá.
El caso de Campos refleja la dificultad para la homologación de los títulos de letrados extranjeros, pero no se limita a ese gremio: médicos, ingenieros químicos, arquitectos, entre otros, viven historias similares. Igual que en el campo sanitario: de aquí a 2022 habrá que cubrir alrededor de 60.000 puestos de enfermería, pero quienes ya trabajaban como tales en sus países de origen tienen serios problemas para homologar sus certificaciones y conseguir el anhelado contrato de trabajo en el país norteamericano.
La tasa de desempleo canadiense cerró el año pasado en el 5,8%, cifra que subía hasta el 6,1% entre la población inmigrante y el 9,4% entre quienes llevan menos de cinco años residiendo en el país norteamericano. El buen estado de la economía y algunas políticas gubernamentales han reducido estas cifras en el último lustro, pero en un país en el que hay dificultades para encontrar profesionales en un número no menor de sectores, el camino por recorrer es aún vasto.
En 2015, la Conference Board of Canada —un grupo de especialistas centrado en el análisis de cuestiones económicas— calculaba que, si los empleadores y las órdenes profesionales hicieran un mejor trabajo para reconocer las competencias de los inmigrantes, estas personas recibirían unos ingresos anuales totales superiores en entre 10.100 y 12.700 millones de dólares canadienses (6.690 y 8.410 millones de euros, respectivamente). Así aumentaría no solo su poder adquisitivo, sino la productividad y la recaudación fiscal canadienses. Diversas organizaciones profesionales matizan, sin embargo, que cumplen con su principal mandato: asegurarse de que cada candidato cuente con las enseñanzas y las competencias requeridas.
El círculo vicioso que sufren los migrantes cualificados en Canadá a la hora de buscar trabajo suele ser el siguiente: se les pide experiencia canadiense, pero pocas empresas e instituciones les permiten adquirirla. “En una entrevista de trabajo comencé a describir las responsabilidades que tuve en Colombia. Ni siquiera me dejaron terminar”, cuenta Campos.
Kelly Thomson y Joanne Jones, profesoras de la Universidad de York, realizaron un estudio sobre contables de otros países que deseaban ejercer la misma profesión en la provincia de Ontario (este). “Al entrevistar a empleadores constatamos que esto tiene poco que ver con cuestiones técnicas: más bien responde a las relaciones a desarrollar con tus colegas, a cómo te insertarás en el ambiente de la oficina. Algunos empleadores comprenden los beneficios de contratar a una persona con otro tipo de bagaje. Por desgracia, otros más muestran renuencia”, comenta Thomson. Ahí llega el segundo escollo: la limitada red de contactos en el país de acogida. “Uno de nuestros programas consiste en asignar un tutor para que el inmigrante pueda construir poco a poco una red. Es una gran herramienta para encontrar oportunidades laborales”, afirma vía telefónica Debroy Chan, director de inclusión en el Consejo de Empleo para Inmigrantes de Toronto. Los inmigrantes profesionales son fundamentales para que Canadá compita a escala global.
Ante la imposibilidad de desarrollar una carrera profesional acorde a sus expectativas, muchos inmigrantes deciden dar un giro, aceptando trabajos por debajo de sus capacidades o que, directamente, nada tiene que ver con su formación previa: hay el doble de inmigrantes sobrecualificados que nacidos en Canadá. El mexicano Martín Portocarrero llegó a Montreal en 2014 para cursar un máster en Relaciones Internacionales. “Me ha ido bien, a diferencia de muchos inmigrantes que conozco”, dice. Gracias a la visa de trabajo que otorga Canadá a quienes concluyen estudios superiores, obtuvo un contrato en un organismo tras realizar prácticas en el mismo. “Trabajo en el departamento de comunicación. El problema es que no es un empleo que me permita poner en práctica todos mis conocimientos y experiencias. Fui durante varios años consultor en políticas públicas en México y hay proyectos en los que podría trabajar sin problema”.
La discriminación también tiene mucho que ver en las dificultades de los inmigrantes para insertarse con éxito en el mercado de trabajo canadiense. Un estudio mostró en 2012 que las personas con nombres de origen africano tenían una probabilidad un 38% menor de ser convocadas a una entrevista de trabajo en comparación en Montreal que sus iguales francocanadienses. En el caso de los nombres árabes, este porcentaje era del 33% y en el de los hispanos, de casi el 31%. “Todos contaban con experiencia laboral en Quebec y diplomas de la provincia. La discriminación es una variable a tomar en cuenta”, comenta Paul Eid, profesor en la Universidad de Quebec a cargo del estudio, que recuerda que las trabas para los migrantes blancos son mucho menores. En 2017, un ejercicio similar realizado por la Universidad Ryerson subrayaba que las personas con nombres asiáticos tenían un 30% menos probabilidades de obtener una entrevista.