La ex fiscal habló en la 99.9 sobre la necesidad de que la sociedad comprenda que la corrupción tiene implicancias directas en su vida cotidiana y no es algo que le sucede a otros.
Los efectos de la corrupción no son generalmente medidos de la manera correcta porque tiene una afectación directa en la vida de las personas cotidianamente, pero sin conciencia de que eso está sucediendo.
La ex fiscal de Entre Ríos, Cecilia Goyeneche se expresó al respecto en la 99.9 destacando la importancia de empezar a tener ese cambio cultural: “hoy en día vemos cómo se reivindica al ex presidente Menem que murió condenado por hechos de corrupción graves y tenemos otra expresidente también condenada, gobernadores de provincia, como el caso Entre Ríos, condenado y hay un nivel alto de tolerancia hacia hechos de corrupción que parece como que no nos terminamos de dar cuenta del nivel de victimización que tenemos, pensamos que la corrupción es algo que le pasa a otro, es algo que no nos afecta directamente. La corrupción nos afecta cotidianamente, no solamente porque genera pobreza y excluidos, y esas personas, las que padecen esa exclusión y esa pobreza, lo padecen personalmente en pérdida de derechos fundamentales, sino porque todos, aún los que podemos llevar el pan a nuestra boca y no tenemos una situación de marginalidad, también somos víctimas de una situación de deterioro social y colectivo que es visible. Perdemos condiciones en nuestra democracia, de igualdad entre los ciudadanos y a la vez sentimos esta sensación cada vez mayor de frustración frente a las instituciones, como que no vale la pena, como que el esfuerzo colectivo al fin y al cabo se lo llevan unos pocos, que son los que se aprovechan de esas posiciones de poder”.
Empezar a poner estas cosas sobre la mesa de discusión le parecen claves a Goyeneche para salir de las situaciones que traviesa cíclicamente el país: “es un cambio cultural que tiene que existir para que cambie algo en Argentina, porque de otra manera vamos a estar siempre reincidiendo en esta situación de crisis constante. La otra cuestión que planteaba es esta necesidad que tenemos de que finalmente se concreten en penas las condenas existentes. Ya pasamos un presidente condenado que murió sin que se confirme esa sentencia, esperando el fallo de la Corte y con fueros parlamentarios. Esa sensación de impunidad tiene que ver con que el poder no termina cuando el sujeto, el político deja el cargo, sino que es un poder que continúa. Esa continuidad afecta al proceso penal. El poder judicial es un poder muy vulnerable a presiones, aún a través de cuestiones tangenciales”.
En ese sentido, instó a sus pares a que también empiecen a modificar su accionar para que el servicio de Justicia esté en pos de la sociedad: “el Poder Judicial tiene que hacerse cargo de esa parte de la responsabilidad, que no es toda, pero sí es una parte. Ser laxo y tolerante con los tiempos, pero además utilizar el tiempo a favor de las presiones políticas. Los tiempos no son los mismos para un caso común que para un caso de corrupción y esto tiene que ver con que el corrupto mantiene el poder luego de haber dejado el poder formalmente, mantiene situaciones donde se puede prevalecer a través de vínculos, amistades, intereses en común, presiones o lo que fuera”.