Claudio Schupauk: “La cultura occidental corre un serio riesgo si Europa sigue siendo blanda frente al extremismo”

Al analizar la masacre de Bondi Beach y el avance del islamismo radical en Occidente, Claudio Schupauk advirtió sobre la falta de reacción política y cultural en Europa, el rol del financiamiento internacional y la posibilidad de un giro electoral que marque un cambio de rumbo.

La barbarie perpetrada en Bondi Beach volvió a poner en primer plano el debate sobre el terrorismo internacional y el avance del islamismo radical en sociedades occidentales. En diálogo con la 99.9, Claudio Schupauk ofreció una lectura cruda y sin concesiones sobre lo ocurrido, el contexto político que lo rodea y las consecuencias que ya se hacen sentir en Europa y otros países del mundo.

“Es terrible lo que pasó. Es increíble que un país que no presentaba estos conflictos, o al menos no de forma expuesta, en pocos años haya cambiado su posición política y haya reconocido la existencia del Estado palestino de una manera bastante unilateral”, señaló Schupauk, al tiempo que remarcó que nada hacía prever “un atentado inexplicable”, aunque aclaró que “así es la barbarie, así es el terrorismo: ataca a traición, en cualquier lado, en cualquier momento, y nadie está exento”.

En ese marco, sostuvo que el ataque en Australia no fue producto de una falla casual de inteligencia. “No es que pasaron por debajo del radar de la inteligencia australiana, pasaron porque se permitió que pasen”, afirmó. Según explicó, “la inteligencia israelí había informado que estas personas habían viajado a Filipinas y habían sido detectadas en un campo de instrucción terrorista”, advertencia que fue ignorada por las autoridades australianas.

Schupauk diferenció entre las mayorías religiosas y los grupos extremistas, pero puso el foco en la magnitud del fenómeno. “Radicales hay en todos los grupos: cristianos, judíos, islamistas. Son minorías”, dijo, aunque subrayó que “el problema es que los islamistas son 1.800 millones de personas en el mundo”. En ese contexto, planteó una advertencia numérica contundente: “Si solo el 10% fuera radical o manipulable, estamos hablando de 180 millones de potenciales terroristas. Las cifras son enormes, y el volumen tampoco ayuda”.

El analista también señaló que este proceso no es nuevo. “Esto se ve hace más de cincuenta o sesenta años y en los últimos años se aceleró de manera absoluta”, explicó, y agregó que existen “ingentes sumas de dinero dedicadas a financiar esto”. Mencionó como ejemplo la proliferación de mezquitas en Francia, España e Inglaterra y acuerdos estatales que, según su visión, “van avasallando la cultura, la historia y las tradiciones”.

En ese sentido, cuestionó lo que definió como una “ceguera” política y cultural en Europa. “Una ministra española sugirió no decir Feliz Navidad sino Felices Fiestas para no avasallar a la minoría islámica. Yo me pregunto si en países islámicos habría una consideración similar con los católicos”, planteó, y fue más allá al hablar de corrupción: “Nadie en su sano juicio puede promover este plan como beneficioso para sus países, pero lo hacen”.

Schupauk advirtió que empiezan a verse “reacciones populares tibias”, ante la percepción de que se está perdiendo la identidad cultural, y anticipó posibles cambios políticos. “Se prevé un cambio radical en las políticas nacionales en próximas elecciones en Inglaterra, España y Francia”, señaló, aunque aclaró que no está seguro de que “un cambio radical sea excelente”, en un contexto donde “ser moderado es cada vez más difícil”.

También analizó el fenómeno migratorio y la radicalización. “La gente no emigra por mala fe ni para conquistar, pero en los destinos los esperan organizaciones perfectamente trabajadas y muy radicales que van radicalizando a personas que no lo eran”, explicó, describiendo un proceso “muy difícil de manejar”.

Finalmente, Schupauk reflexionó sobre el futuro de Europa y descartó una rendición cultural automática. “Muchos dicen que Europa está perdida. Yo no puedo creer que un pueblo como el europeo se dé por perdido tan fácilmente”, afirmó. Aunque reconoció que “la cultura occidental judeocristiana corre un serio riesgo si se aceptan todas las exigencias”, se mostró convencido de que “en algún momento algo va a pasar y va a haber una rebelión interna”.

“El tiempo dirá qué ocurre, pero no me imagino una Europa entregándose sin dar pelea”, concluyó, dejando abierta la incógnita sobre si el cambio llegará a tiempo o si el proceso cultural ya es irreversible.