Clubhouse en persa

La aplicación de audio ya es el principal escenario de debate sobre las próximas elecciones en Irán.

Hubo un tiempo no muy lejano en el que los debates políticos se hacían en los cafés del centro de Teherán. Las sospechas de los servicios de inteligencia, el exilio de muchos iraníes y las restricciones sociales fueron limitando este tipo de espacios, especialmente desde la victoria de la revolución islámica en 1979. El debate público pasó a ser monopolio del Estado, especialmente de su televisión. Y las tertulias, aunque nunca dejaron de existir, se llevan a cabo mayoritariamente en espacios privados. Esta dinámica está cambiado como consecuencia de la aparición de la aplicación Clubhouse, la nueva sensación en Irán.

“En Clubhouse se unen muchos factores que están fascinando a los iraníes”, confirma desde Estados Unidos Amir Rashid, experto iraní en seguridad cibernética que participa activamente en las conversaciones que se llevan a cabo en esta app, especialmente las relacionadas con las elecciones presidenciales del próximo 18 de junio. El aspecto más importante, destaca Rashid, es que los usuarios interactúan con personas que antes parecían intocables, incluido ministros o candidatos presidenciales.

En Irán la prensa está controlada, y la televisión pública es un instrumento donde no caben voces que difieren de la ideología del nizam , el sistema. Pero no sucede lo mismo en los salones virtuales de esta app, donde es común encontrar tanto periodistas locales como extranjeros que trabajan, en muchas ocasiones, para medios considerados opositores. También participan críticos y fieles seguidores de la República Islámica, políticos reformistas y conservadores, muchas mujeres y algún que otro clérigo.

Este es un escenario raramente visto en Irán, donde, para empezar, las voces de los que viven dentro y fuera del país no tienen la oportunidad de coincidir en el mismo espacio, y mucho menos debatir. Y cuando se encuentran es en aplicaciones como Twitter o Instagram, donde no hay debates, sino ataques.

Estas características han llevado a que Clubhouse se haya convertido en protagonista de estas elecciones relativamente atípicas en las que, hasta hace solo muy pocos días, quedó claro quiénes eran los aspirantes a reemplazar a Hasan Rohani. Solo cuarenta de los casi 600 inscritos son estudiados por el Consejo de Guardianes, que tiene cinco días para publicar la lista definitiva de candidatos. La mayoría de los que tienen opciones ya son participantes de este club. “En estas semanas los usuarios han oído las versiones de reformistas y conservadores, se han enterado de sus estrategias para las elecciones, han podido preguntarles directamente”, explica Rashid, y asegura que para muchos iraníes es muy atractivo saber que forman parte de una conversación trascendental.

La diversidad y el número de participantes en estas sesiones de preguntas ha abierto el debate sobre lo que podría significar esta aplicación para los ideales democráticos en Irán. El periodista Mustafa Faghigi cree que todavía es muy pronto para saber cuál será resultado de este experimento. “Lo importante es que muchos participantes escuchan y hablan con respeto, no como otras redes”, asegura Faghigi. El periodista conservador Ehsan Rastegar cree que no es necesario pedir democracia, pero sí tolerancia. “La nuestra es una cultura basada en la conversación y es muy importante escucharnos los unos a los otros”, enfatiza Rastegar.

Uno de los principales debates en Clubhouse está relacionado con la participación en las elecciones. Muchos usuarios han defendido el abstencionismo. Argumentan que el presidente no tiene el poder para impulsar los cambios que realmente necesita el país. “Todos son los mismos, forman parte del sistema”, argumentaba un tertuliano en un salón dedicado a las elecciones días atrás. Otros, incluidos muchos iraníes expatriados, piensan que sí se debe participar.

Esta aplicación no está exenta de riesgo. Algunos expertos han llamado la atención sobre la seguridad en esta red. La libertad con la que participantes expresan lo que sienten, o piensan, puede traer consecuencias en un país como Irán. “Es fácil descubrir quién está relacionado con quién y esto tiene un gran riesgo”, concluye Rashid. Es sabido que los servicios de inteligencia son especialmente paranoicos acerca de las conexiones entre las personas que viven dentro y fuera del país. Pero miles de personas parecen haber decidido correr el riesgo. Quieren hablar.