Y de golpe, algo parecido a la ficción se hizo realidad. Los “viejos” no sólo son más, sino que están más enteros, viven más años, y alteran sensiblemente los números de la demografía tradicional, que manejaba una expectativa de vida mucho menor hasta hace apenas medio siglo atrás.
En la última mitad del siglo XX, se evidencia un aumento de la esperanza de vida promedio de la población mundial de alrededor de 25 años. Las razones de este incremento se atribuyen a una mejor calidad de vida que trae aparejada una disminución de la mortalidad infantil –producto de la presencia de agua no contaminada, mejor saneamiento y nutrición adecuada-, y en algunos países, un mayor acceso a servicios de salud y educación. Estas transformaciones modifican la composición por edades de la población, ya que progresivamente es mayor el peso demográfico de las personas de edades avanzadas.
Hoy en día, hablar de que alguien es viejo a los 60 es ridículo, porque tiene muchas actividades”.
Laura Golpe
Durante el siglo XXI, estos cambios serán mucho más espectaculares: las proyecciones medias elaboradas por las Naciones Unidas elevan la esperanza de vida promedio –mundial- de los 65 años actuales a los 110 ó 120 años. Sin embargo, se presentan diferencias marcadas entre los países desarrollados y subdesarrollados: en los primeros, las personas de más de 65 años representan alrededor del 15% de la población (Europa, América del Norte y Oceanía). En los países en desarrollo no siempre se cuenta con medios para atender las necesidades de los ancianos. En los directamente subdesarrollados, el envejecimiento todavía no constituye un reto para la sociedad: África Subsahariana y Asia Meridional; más bien afrontan un acelerado crecimiento de la población, elevada mortalidad de lactantes y niños, y enfermedades como el sida, la tuberculosos multi-resistente y otras patologías depredadoras de la vida humana..
De cualquier manera, estadísticamente, la media mundial, hoy, vive más años de los que se esperaba cuando muchos de nosotros nacimos. Sobre el punto hablamos con la antropóloga Laura Irene Golpe, directora del Programa de Gerontología Institucional de la Universidad Nacional de Mar del Plata.
No se envejece igual, porque no se vive igual”.
Laura Golpe
Noticias & Protagonistas: Las relaciones intergeneracionales siempre fueron un tanto complicadas, no es sencilla la convivencia entre grupos de distintas edades. La pregunta es: ¿cómo estamos ahora, que se amplió la brecha?
Laura Golpe: Cuando la familia era extensa, hace muchos años, más o menos 60 o hasta un siglo si se quiere, las generaciones convivían con mucha más frecuencia. A partir de la familia nuclear, la vivienda más chica, surge esa idea de empezar a ver al sujeto por el individuo, la familia se nucleariza y deja de ser una práctica común la relación. Ahora, en esto de la “tercera y cuarta edad”, según se dice popularmente, mucho no creo; la longevidad va avanzando en el mundo, creo que el crecimiento de la expectativa de vida hace que haya que pensarlo mejor. Antes se morían a los 30, luego a los 40. Deberíamos hablar de la calidad de vida en edades avanzadas, ese es un tema más profundo.
N&P: En principio, con una expectativa de 60 años, las personas se jubilaban a los 55. Hoy, si se jubilan a esa edad, tienen como mínimo otros 20 años más de vida útil, plena. ¿Cómo se resuelve esa situación?
LG: Sí, existe el aumento de la longevidad, y además está la baja de natalidad, lo que genera el envejecimiento poblacional por doble vía. Cada vez habrá más viejos, que van a vivir más cuando se jubilen según el país que uno mire, conforme el desarrollo. Hay que pensar no sólo con lo que puede hacerse desde lo económico, sino también cómo vivir ese tiempo que le queda libre, y cómo se construyen esos grupos generacionales.
N&P: Pero ahí, ¿no estaríamos entrando en una decisión no sólo de las personas y su vida biomédica, sino en las políticas de cada Estado?
LG: Sí, claro. Cómo conviven, me preguntan, cuando cada vez se alargan más las relaciones y tenemos abuelos más jóvenes e incluso cada vez más bisabuelos… Es una práctica más común en el día a día. Considero que tenemos que estar preparados para el envejecimiento, que no surge por pasar de los 59 a los 60, sino una práctica que hay que observar desde chicos y con la educación. Nosotros estamos arriba del 18,2% de mayores en la ciudad de Mar del Plata, porcentaje altísimo, y el país tiende a un envejecimiento medio arriba del 12%. Aunque estamos teniendo el 14% en algunos casos de ciudades grandes.
N&P: En Mar del Plata está la segunda población de mayor edad del país, después de Buenos Aires. Pero acá siempre vino mucha gente jubilada a terminar su ciclo, como seguramente ocurre en otras ciudades de clima benévolo…
LG: En realidad, lo que se habla respecto de lo que significa el envejecimiento, es de la relación entre la población total y la adulta; pero es también importante la relación con los jóvenes de 15 años para abajo. Nuestro volumen de población vieja sobre el total es 18,1% en Mar del Plata y en el país arriba del 14%, siendo que al 7% se lo identifica como población envejecida. Tengamos en cuenta que a nivel país se duplicó, y en nuestra ciudad más todavía. En Capital, por ejemplo, está arriba del 22%. Hay más de 110.000 personas mayores en nuestra ciudad; es mucha gente, son más de 5 millones en el país.
N&P: Es decir, ¿tenemos que prepararnos para la convivencia de cuatro generaciones?
LG: Eso significa que en la ciudad la visibilidad no es sólo de jóvenes sino de viejos. No se envejece de la misma forma ni con el mismo impacto. Hoy en día, hablar de que alguien es viejo a los 60 es ridículo, porque tiene muchas actividades. Un poco es arbitrario, pero hay que explicarlo sociológica y culturalmente. Los viejos más viejos se consideran arriba de 80 y 85. La cantidad de viejos más viejos en Mar del Plata es alta, y tiene cara de mujer. No es igual en género y en cultura: no se envejece igual porque no se vive igual. Para el acervo común, vamos a ver “muchas viejas”.
N&P: Un problema es que las personas mayores se vuelven frágiles, se discapacitan. ¿Estamos preparados para afrontarlo?
LG: Ese es un tema. Hay que convivir con un buen sistema de cuidados y apoyos. Así como las formas son diferentes, la forma de cuidarlos también. Eso tiene que ver con pautas culturales, con la familia, etc.
“La criadita”
Laura Golpe, con su grupo de investigación, hizo un trabajo de campo que condujo a la publicación de un libro que se llama “Cuidado de personas mayores, responsabilidad y compromiso”, en el cual aparecen estudios realizados en diversas regiones del país.
En el caso de la provincia de Catamarca, por ejemplo, la investigadora nos cuenta que “al intendente de Belén, siendo que vimos muchos departamentos, le pregunté si había distintas formas de intermediación social en Catamarca”, ante lo que recibió una interesante respuesta no muy difundida salvo en lo regional: “En la provincia está la institución de la niña como hija del matrimonio, pero está también la de “la criadita”, de la que no se habla mucho”, comentó, y explicó a la vez: “es un hija de crianza que convive con la familia, es una institución colonial, su papel es participar en la cría los hijos y cuidar a los viejos”.
De todos modos, aunque en principio pueda sorprender, la misma entrevistada asegura que haciendo un análisis comparado con la provincia de Buenos Aires, si uno observa y busca con cuidado, también las encuentra sobre todo en los ancestros no tan lejanos.
El envejecimiento, insiste en recalcar, es un dato real pero debe asociarse indisolublemente con la posibilidad de que las personas de edad avanzada tengan la mejor calidad de vida: “Cuando los esquimales se volvían viejos, iban a morir al hielo; y eran viejos a los treinta y pico”, señala, a lo que podríamos agregar que en algunas regiones del África subsahariana todavía la expectativa de vida no sobrepasa mucho los 40 años (Liberia, Sierra Leona, amplios bolsones al Sur del Sahara, el Congo en todas sus versiones).
De todos modos hay cosas que hasta pueden resultar risibles, porque como bien dice Laura Golpe, “la edad es algo arbitrario, depende de cómo se la viva”. Y para eso pone un ejemplo propio: “Mi hija, niña todavía, me habló de una profesora refiriéndose a ella como “la vieja de Biología”. La miré asustada, le conté que era menor que yo, y me contestó: pero vos sos mi mamá y a vos te re-quiero”…
En todo caso, este desafío se relaciona con el modelo cultural que actualmente prima, donde la “eterna juventud” también impone un parámetro que no resulta menor a la hora de reflexionar sobre estas problemáticas.