La editorial Colihue extendió un comunicado a los medios refiriendose a los libros que se han distribuido en Mendoza y que, según el docente Osvaldo Calvente, contienen escenas de sexo, violencia y armas explícitas.
La respuesta no se hizo esperar. La editorial Colihue emitió un comunicado refiriéndose a las declaraciones públicas que efectuó el docente mendocino Osvaldo Calvente y que brindó también en la 99.9, sobre la distribución de libros para los colegios por parte del Ministerio de Educación de la Nación que contienen imágenes explícitas de sexo, violencia y armas. La misma está firmada por el Licenciado Aurelio Narvaja y refleja lo siguiente:
“les hacemos llegar nuestra respuesta a las críticas que en la Provincia de Mendoza se han levantado con clara intención electoral, contra libros comprados por el Ministerio de Educación con destino a las Bibliotecas para el nivel secundario. Nos referiremos a los libros de nuestra editorial incluídos en los comentarios de los censores, pero hacemos extensiva nuestra solidaridad a los autores, ilustradores y editores de otras obras cuestionadas, que como Peter Capusotto, el libro de Diego Capusotto y Pedro Saborido, publicado por Random House/Sudamericana, Asquerosología en acción de Sylvia Branzei, publicado por Iamiqué, y El genial Perramus de Juan Sasturain y Alberto Breccia, publicado por Ediciones De la Flor también han caído bajo la lupa prejuiciosa, inculta y cursi de quienes se arrogan la potestad de determinar qué cosas son buenas para la lectura de adolescentes en edad de elegir Presidente de la República, andar por la vida sin trabajo cuando lo necesitan (o ser explotados a veces cuando lo consiguen), morir bajo las balas de policías “bravas” (y cobardes), ser víctimas de los traficantes de paco o mirar diariamente en televisión a quienes pontifican moral desde los medios y son ellos mismos la evidencia misma de la inmoralidad. Entendemos que si el Ministerio de Educación retrocede en este campo, en el de la libertad creativa, en el de poner a disposición de los alumnos las lecturas más variadas que se conecten con los temas de su edad, sin ñoñerías, gran parte del terreno ganado lo estaríamos regalando. Tendríamos que volver a bajar los cuadros, pero ahora no los de Videla y Bignone, sino los de León Ferrari, Carlos Alonso, Carpani. Volveríamos como en nuestro secundario a saltear la página de “Don Segundo Sombra” donde se habla de “zampar de culo en la bañera”. Por último y para los analfabetos que nada entienden (sin esperanzas de que lo hagan, de puro tercos): 1) sexo explícito es un acto sexual desplegado y gozado a la vista, no el dibujo de una anatomía desnuda. Y aún en el caso del “sexo explícito”, este forma parte de la vida y por eso de la mejor literatura, dibujada o no; 2) el género historieta, por su naturaleza, dibuja las situaciones y pone en globito los diálogos. Lo que en un texto narrativo sería “La mujer, desnuda, se miraba desconsolada al espejo, cuando llegó Juan y le dijo – ¿qué va a decir tu madre? (fin de la cita, diría Rajoy)”, en historieta sería un dibujo de mujer desnuda a la que se le ve el traste y por el reflejo del espejo las lolas y en globito “¿qué va a decir tu madre?”. En un texto dramático, para trasponerlo a historieta, se dibujan las didascalias y en globo se seleccionan los diálogos. Si alguien encuentra alguna manera de llevar a la historieta escenas comunes en la literatura, sin carga erótica o con ella, que aluden a cuerpos desnudos (o sus partes, sexos masculinos o femeninos incluídos), sin dibujarlos, que haga un seminario sobre “historieta pacata”; 3) Si una situación de violencia, narrada de la forma que sea, puede ser considerada promoción de la violencia (homicidio, abuso o lo que sea), habría que sacar de circulación la mayor parte de la literatura policial. Con el mismo criterio habría que considerar a Bram Stocker, autor de Drácula, promotor del vampirismo. El nivel de los críticos es sólo comparable a su estatura moral. Nosotros editamos -entre otros géneros-, NARRATIVA DIBUJADA y estamos orgullosos de que los jóvenes de todo el país puedan tener acceso tanto a los autores que se cuestionan como a los otros que también están recibiendo en la biblioteca de secundario, como H.G. Oesterheld, Francisco Solano López, Barreiro, Lalia, Trillo, Breccia, Nine, etc. Quedamos a disposición para cualquier inquietud y nos apresuramos a poner en conocimiento de los autores, ilustradores y editores (no sólo de historietas por supuesto), también de los docentes y sus organizaciones, este auténtico atentado contra la libertad creativa y la cultura argentina que están intentando estos retrógrados. Los editores argentinos sabemos que la intención de fondo es hacer caer el sistema de compra y distribución de libros por el Ministerio de Educación a todo el país que está permitiendo que los pibes que concurren a la educación pública se estén formando con las mejores expresiones del pensamiento y la literatura, nacional y universal. NO LO PERMITIREMOS”.
Además, dedicaron un párrafo especial a las declaraciones del propio Calvente indicando criticas sobre El inspector Justo de Sanyú, Sin novedad en el frente de Patricia Breccia, Polenta con pajaritos de El Tomi y Rompecabezas de Pablo De Santis y Max Cachimba, todas correspondientes a la colección Enedé, fundada por Juan Sasturain y dirigida desde hace años por Pablo De Santis.
Se han hecho públicas las declaraciones de un director de escuela de la provincia de Mendoza, el Sr. Osvaldo Calvente, sobre libros de historieta editados por Colihue en la colección Enedé, de Narrativa Dibujada, que fueron distribuidos por el Ministerio de Educación de la Nación para el ciclo orientado de las escuelas secundarias del país. Las publicaciones, en todos los casos compilaciones de tiras publicadas en la revista Fierro en su primera época, fueron calificadas como “apología al sexo desenfrenado, al consumo de drogas, a la violencia, al lesbianismo” y acusadas de mostrar contenido sexual explícito. En la presente respondemos a tales acusaciones, más allá de la valoración que podamos hacer del carácter de las calificaciones elegidas para juzgar los títulos como inadecuados –la mera inclusión en la lista del lesbianismo, que es uno de los modos en los que los seres humanos pueden vincularse, y que el Sr. Calvente pone en serie con el consumo de drogas, bien podría ser digna de denuncia ante el INADI–.
Ante todo, cabe decir que bajo ningún punto de vista puede clasificarse ninguna de las historietas observadas como pornográficas, o nada que se le parezca, y que en cambio, como señala uno de los autores, Sanyú, “cada imagen en esas historias tiene una razón de necesariedad con el relato, un sentido estético y narrativo concreto. Aparecen en el libro algunos cuadros de historieta con dibujos de desnudos a los que su trazo plástico los aleja de cualquier sentido pornográfico”. Es necesario tener en cuenta que estos libros –que luego de un largo proceso de selección fueron elegidos (algunos, como El inspector Justo para el tramo orientado de la escuela secundaria, es decir, desde los 16 años) por un comité federal integrado por especialistas representantes de los ministerios de educación de todas las provincias– están destinados a adolescentes. Esto es, jóvenes a los que el país los habilita a partir de este año a votar, y que en algunos casos, incluso, ya se desempeñan laboralmente; jóvenes a los que la escuela –lejos de las apologías– tiene el deber de inculcar un espíritu crítico. Y no se trata de libros con destino a ser utilizados como manuales. En cambio, tienen el objetivo de promover la lectura, objetivo que se cumple en la medida en que se acercan a los intereses de los lectores, a lo que los lectores de esas edades leen de hecho y les resulta atractivo.
Vale mencionar que en todos los casos se trata de tiras producidas por historietistas reconocidos, y que representan lo que puede definirse como la historieta argentina “clásica”, originalmente publicadas en Fierro, quizá la más emblemática de las revistas nacionales orientadas a este género. Como género, la historieta que leen los jóvenes observa convenciones, estéticas, problemáticas, estilos que bien pueden no ser del agrado del señor Calvente, o que pueden no tener que ver con las referencias que esta persona pueda tener en el género –poco tienen que ver, cierto es, con Cisco Kid o El llanero solitario–, pero que no son por eso inválidas. Por otra parte, el código mixto –la imagen a la par del texto– produce que en ocasiones las historietas “muestren” de manera más explícita lo que la literatura escrita en ocasiones puede sugerir o disfrazar. ¿Qué sucedería con tantos clásicos de la literatura si se juzgara su inclusión en las bibliotecas por lo que sugieren? Y, en esta misma línea, narrar un hecho, ¿es hacer apología del mismo? Siguiendo esta lógica, la literatura policial debería ser excluida de las bibliotecas por los crímenes en los que basa su trama, y si una novela tuviera como protagonista a un personaje con alguna conducta condenable –un cura pedófilo, por caso–, por mucha reprobación que el texto mostrara hacia éste personaje la obra debiera ser descartada por presuntamente promover esa conducta deleznable.
Si el señor Calvente está preocupado por los jóvenes de su provincia, quizá podría reconducir la energía en considerar cómo reducir los índices récord que tiene ese distrito de violencia policial hacia los jóvenes. O bien podría preguntarse por el estado de las cárceles mendocinas, tantas veces sancionadas por la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos”.