Las exigencias de la vida cotidiana hacen que vivamos a un ritmo que suele afectar la calma del cuerpo y la mente. Algunos productos aprovechan esta situación para alentar distintas formas de “seguir adelante” con ese mismo ritmo.
Muchas veces, la vorágine de la vida diaria en la ciudad nos lleva a vivir a un ritmo frenético. Alguien que sale de su oficina, cansado de trabajar, pero que tiene programado un partido de fútbol o una cita noctura, debe seguir de pie. Ahí es cuando se cruza con un eslogan publicitario que dice “si tu día no termina, tomá Cafiaspirina”.
Los ritmos de vida y los mensajes publicitarios muchas veces van de la mano en esta sociedad de consumo. Durante el día, uno se tiene que dedicar al trabajo, los hijos, la pareja, los amigos y la propia individualidad. Por eso los estímulos mediáticos no dan respiro. La información se actualiza a una velocidad inédita y es recibida en todo tipo de soportes, queramos o no.
Las publicidades, ya sea de analgésicos, estimulantes para la memoria o los músculos, entre otros productos, envían un mensaje: que la marcha siga, que no se detenga el ritmo. Parece una buena solución para cumplir con los estándares de la vida moderna, pero queda postergada la necesidad del descanso; no sólo físico sino también mental, y eso puede acarrear uno de los síntomas contemporáneos más comunes: el estrés. Esta palabra, según la Real Academia Española, define a la tensión provocada por situaciones agobiantes que originan reacciones psicosomáticas o trastornos psicológicos a veces graves.
Sobre este tema, el Médico Psiquiatra y presidente de la Asociación Argentina de Psiquiatras (AAP), Néstor Marchant, aseguró que la tendencia de los últimos años muestra que los casos de estrés han ido en aumento, acompañados de fuertes ataques de pánico. Mientras tanto, otros escenarios se mantienen estables en el tiempo, como la esquizofrenia. “Cada día hay un cúmulo de cosas que se van sumando. El trabajo, la malasangre que uno pueda hacerse por los hijos, si se tiene algún roce con la pareja, el tránsito hasta llegar de vuelta a casa“, son factores que pueden facilitar la acumulación de tensión, a la que se le presta poca atención por su trabajo silencioso.
“Para tener un estándar de vida superior hay que trabajar en tres lugares. Después te metés en un préstamo y te vas a dormir pensando en cómo pagarlo. La sociedad de consumo nos está llevando a que tengamos más estrés para tener un estándar de vida superior; sin sentido, porque lo único que hacemos es acortar la vida y su calidad“, resaltó Marchant.
Sobre estas publicidades que alientan a que el ritmo no se detenga, gracias a la ingesta de algún medicamento, el psiquiatra sostuvo que “algunas veces eso dirige la vida del público que escucha y dice ‘esto es bueno’, sin que haya un médico detrás aconsejando con conocimiento”.
Un artículo recientemente publicado por la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés habla de la existencia de un “estrés cotidiano” que surge a partir de “contrariedades menores como un embotellamiento; otras situaciones repetitivas, como los conflictos que pueda haber en el trabajo o dentro de la casa. Este tipo de sucesos, al ser más frecuentes y menos sobresalientes que los sucesos mayores, suelen inducir un menor grado de acciones compensatorias, por lo que se ha sugerido que podrían constituir mayores fuentes de estrés que los sucesos vitales, los más movilizantes”.
Con la intención de cumplir con la lista de objetivos diarios, se pueden aplazar momentos necesarios para el descanso y fundamentales para preservar cuerpo y mente. Cuando uno u otra dan señales de flaqueza, tal vez lo primero que llega a nosotros es la publicidad que alguna vez vimos y donde un producto nos promete recargar la batería, al menos por un rato más.