Los ‘escapers’, traficantes de personas en Europa, captan a sus víctimas en estaciones. Allí ofrecen sus servicios de transporte a 1.000 euros por persona en un camión. Al menos 50 personas han muerto por asfixia y otras tantas han estado a punto de hacerlo.
La desesperación a la que se ven sumidos los refugiados por llegar a Europa es un campo de cultivo para las mafias de tráfico humano que están proliferando a lo largo de su trayecto. Se trata de entramados criminales que aprovechan su desesperación para cautivarlos, sin dar a sus vidas ni el más mínimo valor. Llevan años dejando un reguero de muertos en las aguas del mar Egeo y del mar Mediterráneo, y ahora esas muertes empiezan a producirse también en el interior de Europa.
Entre 20 y 50 refugiados, cuyas nacionalidades por el momento se desconocen, fueron hallados muertos ayer en Austria en el interior de un camión frigorífico abandonado, según informó la policía, que ya ha lanzado una operación para dar con el conductor del vehículo, por ahora en paradero desconocido.
El camión se encontraba en un arcén de la autopista A4, entre el lago Neusiedl y la localidad de Parndorf, una zona fronteriza con Hungría. “Esta tragedia nos ha conmocionado a todos”, declaró la ministra del Interior de Austria, Johanna Mikl-Leitner, en una rueda de prensa en la ciudad de Eisenstadt.
Pero no se trata de un incidente aislado. Estas mafias llevan meses operando en la región de los Balcanes, en Austria y en Hungría. Además de servirse de Internet y las redes sociales para ofrecer sus servicios, el método de captación que suelen utilizan es el contacto directo con los refugiados en alguna de las paradas de su recorrido.
Todo comienza con un mensaje escrito en árabe en la pantalla del móvil: “Ofrezco transporte de Belgrado a Viena”.
Esto, a primer vistazo, es música para los oídos de todo refugiado que ya ha recorrido miles de kilómetros desde su lugar de origen hasta la capital serbia, cruzando las fronteras de Turquía, las aguas del Mar Egeo y las fronteras de Grecia, Macedonia y Serbia. Viena es casi la tierra prometida: zona Schengen y frontera con Alemania, el principal objetivo de quienes llegan a Europa huyendo de la guerra. Sin embargo, ese transporte no será a cualquier precio.
Captación de refugiados
Un joven serbio de apenas 30 años, rubio, desaliñado y con aspecto de cansancio, deambula con sigilo entre los grupos de refugiados que ahora reposan en la estación de Belgrado. Busca a alguien que pueda leer en árabe y hablar en inglés. Necesita a un portavoz. Alguien que pique el anzuelo y que contagie a unos cuantos más para poder llenar así el camión que esa misma noche partirá hacia la frontera con Hungría.
Majeed, un refugiado sirio de 21 años, que ha llegado hasta Belgrado junto a su hermana y su sobrina de cuatro años tras una semana de viaje desde Alepo, se encuentra en ese momento contándome su historia. El chico serbio, al que a partir de ahora llamaré Alex, sin percatarse de que estaba entrevistando a Majeed, cree que ambos somos refugiados y se dirige a nosotros.
– ¿Sois de Siria? ¿Habláis inglés? Busco alguien que pueda leer este mensaje.
Encontrar refugiados sirios que hablen inglés es una tarea fácil, muchos de ellos son jóvenes con niveles de estudios avanzados. Saca entonces el móvil y nos enseña el mensaje que, según señala más tarde, ya ha cautivado a más de 3.000 personas en el último año. Majeed lee con rapidez esos versos en árabe y los comparte con nosotros. Pero antes de que podamos decir algo, Alex ya nos está detallando su oferta.
– “Un camión os llevará desde Belgrado hasta la frontera con Hungría. Allí, y siempre de noche, uno de nuestros hombres os guiará a través del bosque, en un camino de seis kilómetros y aproximadamente tres horas de duración, hasta una zona a salvo donde poder cruzar la frontera en un tramo en el que la valla provisional de Hungría se puede atravesar. Una vez al otro lado, un camión de matrícula europea os esperará para llevaros hasta Viena”.
La crisis humanitaria que ahora se vive en los Balcanes y que ya comienza a extenderse a Alemania y a otros puntos de Europa no ha comenzado de un día para otro. Los conflictos de Siria, Afganistán, Irak, Somalia, Eritrea… llevan años empujando a miles de personas a abandonar sus casas y dirigirse a Europa siguiendo esta ruta. El número de peticiones de asilo registradas en Serbia en 2012 fue de 2.723, en 2013 ascendió a 4.451 y en 2014 se multiplicó hasta las 16.500. A día de hoy ya supera las 100.000. Este aumento progresivo sumado a la situación de necesidad en la que los refugiados se ven envueltos ha permitido a las mafias de tráfico de personas crear una estructura en la región que traspasa fronteras y que ha encontrado en la construcción de la valla de Hungría su mejor baza para captar personas.
El negocio de la desesperación
– “El pasado año el coste del transporte era de 200 euros, pero ahora son 1000. En cada camión metemos a unas 20 personas, para no asumir demasiados riesgos, y se paga por adelantado, al subir al camión. Antes se pagaba al llegar a Viena, pero tuvimos un problema con un hombre que se negó a pagar y por culpa de aquello uno de nuestros camioneros estará en la cárcel ocho años”.
Este aumento del precio se debe con seguridad al aumento de la demanda, aunque Alex lo achaca al hecho de que varios de sus camioneros han sido pillados y ahora están en la cárcel. “¿Sabéis lo que son 8 años en prisión? ¿Sabéis lo que cuesta sacar a esas personas de la cárcel?”, nos recrimina cuando cuestionamos sus métodos.
En los últimos meses varias de las mafias que operan en la zona han visto caer a algunos de sus conductores en Hungría y Austria. El pasado 25 de agosto, la policía austriaca interceptó un camión en su territorio conducido por un hombre de 35 años que trató de darse a la fuga. En el interior iban hacinadas 29 personas de nacionalidad siria e iraquí: 23 hombres, dos mujeres y cuatro niños. Las penas de cárcel a las que se enfrentan estos conductores oscilan entre uno y ocho años.
El control policial está siendo cada vez mayor y se están empezando a dar casos de vehículos abandonados por las mafias con refugiados dentro como el caso del camión hallado ayer con un elevado número de refugiados muertos en su interior, el caso más alarmante ocurrido hasta el momento, pero no el único. El pasado mes de junio un camión con 106 refugiados en su interior fue encontrado en la localidad húngara de Morahalom, cercana a la frontera con Serbia. Testigos escucharon ruidos en el camión y cuando la policía llegó a la zona, liberaron a las personas encerradas que ya empezaban a tener signos de asfixia. Si nadie hubiese escuchado sus golpes, habrían corrido la misma suerte.
– “¿Y qué ocurre si la policía Húngara nos encuentra y registra nuestras huellas? ¿Nos devolveréis el dinero?”, pregunta Majeed.
La preocupación por ser interceptados en Hungría es generalizada. Si esto ocurre, los refugiados son devueltos a Serbia aplicando la legislación que permite a Hungría devolver a los inmigrantes al primer país donde se hayan registrado, que por lo general es Grecia o Serbia.
Alex busca el control de la conversación y lleva las respuestas a su terreno:. “Hasta la frontera con Hungría no habrá ningún problema, conocemos el territorio serbio a la perfección, las montañas, los ríos, las carreteras… Pero una vez en Hungría o en Austria es todo cuestión de suerte. Hay que confiar”.
Majeed aprendió a desconfiar en Siria, al igual que muchos otros: “Los sirios tenemos miedo, desconfiamos de todas las personas que se encuentran a nuestro alrededor”, enfatiza. Él tenía una vida acomodada antes de que la guerra comenzase, estudiaba ingeniería y su futuro comenzaba a tomar forma. “Mi padre tenía cinco casas y 12 tiendas, pero ahora todo eso no vale nada. Y si lo vendiese es probable que nos robaran el dinero”. La guerra truncó sus planes, aunque no sus sueños: “Sé que algún día la paz volverá a Siria, y que para entonces yo habré estudiado y trabajado mucho, y habré recuperado la vida que antes tenía”.
Parte de su patrimonio ya se ha quedado por el camino, esta no es la primera mafia que se cruza en su trayecto a Europa. Tras pagar 50 euros al “escaper” -palabra que se ha generalizado entre los refugiados para definir a los traficantes de personas que les ayudan a cruzar las fronteras a pie- que les cruzó hasta Turquía, los gastos siguieron acumulándose. Después sería la lancha que les llevó de Turquía a Grecia por 1.000 euros por persona, un precio que ahora ronda los 2.000. Ya ha gastado suficiente dinero en estos entramados, es consciente de ello, pero su necesidad de llegar a Europa vuelve a nublar su mente. Las mafias lo saben, y esta es su gran baza.
Guarda la libreta en la que ha anotado el número de teléfono de Alex. Ahora está en sus manos continuar por su propio pie o caer de nuevo en una de estas redes de tráfico de personas, que están sabiendo sacar partido de la dura situación y la necesidad en la que se ven sumidas esas miles de personas que ahora llegan a Europa soñando con la libertad.