¿Cómo sobrevive el oso durante la hibernación?

Científicos, médicos y astronautas anhelan su fisiología. Mientras, las osas paren en plena ‘huelga de hambre’.

osos-ivernandoLos osos son animales terriblemente entrañables. Quizá sea su corpulencia y su carácter somnoliento lo que nos parece tan achuchable. Pero en cualquier caso, mejor abrazar un peluche y dejar al oso que duerma tranquilo. El pardo y el negro, en los gélidos inviernos de las regiones más norteñas, se cobijan en cuevas donde tienen un largo sueño: la hibernación. En la época medieval, muchos eruditos especularon sobre lo que pasaba en este peculiar letargo. Sin poder acceder a la guarida, observaron como las osas entran solas y salen meses después con una camada. En el S.VII, el eclesiástico Isidoro de Sevilla escribió en sus Etimologías “los oseznos nacen como una masa amorfa de carne; la madre lamiéndoles, les da forma”. Hoy en día con sofisticados equipos de grabación ya podemos espiar a los osos durante la hibernación y desentrañar sus misterios.
Gracias al uso de cámaras infrarrojas, electrocardiogramas implantados quirúrgicamente, y transmisores de radio, Brian Barnes, director del Instituto de Biología Ártica de la Universidad de Alaska Fairbanks, pudo estudiar el oso negro americano. En resumen, lo más increíble de la hibernación, es que “pueden sobrevivir al invierno con solo oxígeno” apunta Barnes. Antes, en los meses otoñales, deben acumular alimentos ricos en grasas. Las reservas permiten mantener las constantes vitales cuando hibernan, como por ejemplo, la temperatura corporal. Al contrario que los pequeños roedores, solo desciende unos pocos grados. Por este motivo, hasta hace poco no fueron considerados verdaderos hibernantes. Según la investigación de Barnes, el metabolismo y el consumo de oxígeno del oso negro se reduce un 75 %. Alteraciones dignas de la hibernación más auténtica.
En humanos, si el corazón palpita por debajo de las 40 pulsaciones por minuto, la situación puede volverse crítica. Para los osos este ritmo cardíaco es normal. Y aún más, durante la hibernación puede bajar hasta 5 ppm. Como consecuencia, el flujo de sangre y la cantidad de oxígeno que llega a los órganos vitales también disminuye. Para prevenirlo, se cree que los osos tienen una endorfina que aminora el metabolismo celular. La necesidad y la demanda se acompasan. De hecho, su plasma se ha usado en los laboratorios para la conservación de órganos de animales. A falta de oxígeno in vitro, el plasma de oso acorta su necesidad. Al mismo tiempo, la supuesta endorfina detona la hibernación. En la sangre del oso durmiente yace el secreto para un descanso largo y tendido.
Bajo el ritmo parsimonioso, la sangre se estanca en las cámaras del corazón. El estancamiento podría provocar una dilatación de las paredes y, en última instancia, un fallo cardíaco. Pero el músculo del ventrículo izquierdo del oso se vuelve rígido para evitarlo. En consecuencia, el atrio empuja la sangre contra un “muro de piedra”, contra una mayor resistencia. Lo supera con una contracción más débil pero más rápida, mediada por un cambio en el ratio de las proteínas del miocardio. Cuando se despierta, la situación se revierte. El corazón de los osos es un músculo versátil, adaptado tanto a actividades enérgicas como a las largas siestas.
Dormir sin ir al baño durante meses es imposible, pero no para los osos. Tienen microbios en su intestino que convierten la urea en otra forma nitrogenada utilizada en la construcción de aminoácidos. Algo así como convertir la orina en proteínas. Conocer el funcionamiento de este reciclaje, podría ayudar a pacientes con deficiencias renales e incluso a personas que no tiene acceso a comida rica en proteínas. Estudios recientes señalan que asimismo la degradación de proteínas musculares desciende de forma considerable cuando el oso hiberna. Aunque la actividad del plantígrado es mínima, la musculatura apenas se debilita. Por eso, la NASA está interesada en su hibernación. En el espacio, a causa de una gravedad inferior, los músculos de los astronautas se ejercitan menos y pueden atrofiarse. Los huesos de los osos tampoco padecen fracturas por culpa de la inactividad. Su formación es estimulada por una poderosa hormona secretada en las glándulas paratiroides. Una versión sintética llamada Forteo ya se utiliza para tratar la osteoporosis en humanos, aunque no es tan efectiva como su análoga natural. Las imitaciones siempre serán imitaciones.