Liubov Yarosh sobrevivió la expropiación, la hambruna y la Segunda Guerra Mundial. Hoy tiene 102 años. Y contribuye a la defensa de su país, Ucrania.
Sentada en un sofá de su casa, desenreda un hilo tras otro. No puede ver ni oír muy bien, pero Liubov Yarosh está llena de energía y teje incansablemente redes de camuflaje para los soldados ucranianos que luchan por su país a causa de la guerra de agresión de Rusia. La anciana de 102 años vive en el pueblo de Khodorkiv. Nació en el lejano año de 1920 en el pueblo vecino de Pustelnyky, en la región de Zhitomir.
La familia de Liubov era considerada bastante rica en aquella época, porque tenían gallinas, cerdos, vacas y caballos. Pero entonces el ganado y todos los enseres domésticos fueron confiscados por el régimen comunista de la Unión Soviética y llevados al koljós creado en aquella época. Así se denominaban las grandes granjas colectivas de la Unión Soviética, que debían ser gestionadas por el “colectivo socialista” de sus miembros.
Liubov solo tenía 13 años cuando comenzó el Holodomor, la hambruna masiva provocada en Ucrania en 1932-33 por la dirección soviética con el objetivo de forzar a los campesinos ucranianos a sumarse a las granjas colectivas y, al mismo tiempo, acabar con el movimiento de resistencia nacional. Ya en 1931, decenas de miles de intelectuales fueron deportados a Siberia, incluidos los poetas, escritores y artistas más importantes del país. Un debate abierto sobre esa persecución y el Holodomor solo pudo comenzar en Ucrania tras el colapso de la Unión Soviética a principios de la década de 1990. En 2006, el parlamento ucraniano calificó el Holodomor de genocidio contra el pueblo ucraniano.
El 30 de noviembre, el Bundestagalemán reconocerá el Holodomor como genocidio a petición de cuatro grupos parlamentarios. Según los historiadores ucranianos, casi cuatro millones de personas murieron en Ucrania en la década de 1930 como consecuencia de la hambruna.
“No había nada para comer”
“El pan viejo no era suficiente y faltaba pan nuevo. Los que tenían patatas las pelaban para que quedaran brotes en las cáscaras. Estas cáscaras se plantaron luego para que hubiera patatas. Así intentamos cultivar patatas”, recuerda Liubov Yarosh y dice: “No había nada para comer”.
Liubov Yarosh creció con cinco hermanos. El mayor, Michajlo, fue capturado por una patrulla y golpeado hasta la muerte cuando fue a otro pueblo a buscar nabos para su familia. Y su hermana menor, Olia, murió de hambre. El padre de Liubov tuvo que enterrar a sus hijos solo. “Teníamos un cementerio muy cerca. Mi padre llevó allí a su hijo mayor y lo enterró”, dice Liubov, añadiendo con lágrimas en los ojos que su hermano y su hermana de cuatro años fueron enterrados desnudos y sin ataúd. “Mi madre encontró entonces otra tela para envolver a Olia”, dice Liubov.
Liubov sobrevivió a la hambruna y también a la Segunda Guerra Mundial. En dos ocasiones los nazis intentaron deportarla a Alemania para someterla a trabajos forzados. Pero la joven logró escapar cada vez. “Me llevaron a Alemania, pero me escapé. Cuando quisieron volver a sacarme de casa, agarré un cuchillo, me herí las manos y el pecho y puse sal”, cuenta Liubov. Con estas heridas, los nazis no se la llevaron.
“Tres de mis nietos están en el frente”
Tres de los nietos de Liubov Yarosh están sirviendo actualmente en el frente. Todos se han ofrecido como voluntarios. Y su abuela, mientras tanto, teje redes de camuflaje. Junto con su hija, ya ha entregado nueve a los militares ucranianos. “Se supone que los chicos se esconden debajo de ellas para que nadie pueda hacerles daño”, dice.
Cada día, esta anciana de 102 años escucha las noticias y espera que todos los soldados vuelvan a casa con vida. También espera vivir para ver una victoria ucraniana. “Ya hemos pasado mucho: hambre y frío. Y todavía tenemos que sufrir. Seguimos esperando una victoria, pero todavía quiero vivirla”, dice Liubov.