En las estanterías, las botellas de whisky con reflejos dorados se apilan junto a las botellas de arak y los vinos franceses o griegos. En Mosul, ahora libre de yihadistas, las tiendas de licores han florecido.
Después de tres años bajo el yugo del grupo Estado Islámico (EI), que reprimía con latigazos y otros castigos corporales el consumo de alcohol (que en aquel momento apenas podía encontrarse, si no era a precio de oro o de contrabando), la clientela no falta.
En el barrio comercial de Al Duasa, en el oeste de la otrora “capital” iraquí del grupo EI, varias tiendas venden alcohol. La mayoría lo hacen de forma discreta, sin ningún cartel, pero los carteles publicitarios de una cerveza turca delata a una de ellas.
“Muchos clientes”
En uno de esos puestos, Jeir Ala Tobeh hace viajes entre los estantes bien provistos y la caja, donde sus clientes le van señalando qué bebidas quieren llevarse, la mayoría importadas, aunque hay algunas de fabricación local.
“Tengo muchos clientes”, dice complacido el vendedor, de 21 años, de la minoría yazidí. Cuando pagan, los clientes se van a toda prisa, con las botellas escondidas en bolsas negras opacas.
Los propietarios —todos cristianos o yazidíes porque la ley prohíbe a los musulmanes poseer la licencia para vender alcohol en Irak— marcan los mismos precios en todo el país: un euro la botella de cerveza y varias decenas de euros por un litro de alcohol fuerte.
Abu Rayan acaba de reabrir la tienda que durante años dio de comer a su familia, hasta el funesto día de 2014 en el que hombres del grupo EI irrumpieron en su ciudad y se lo arrebataron todo.
“Requisaron todos mis bienes y me expulsaron de mi ciudad. Así que hoy he reabierto la tienda, porque es mi forma de desafiar al EI”, indica a la AFP este cristiano.
Ali Hasan, un pintor de 33 años, también vivió esa época negra y sus padres le hablaron de la edad de oro de Mosul, en los años 1960 y 1970, cuando la gente venía desde lejos para ir a los restaurantes y bares de moda de la ciudad.
“Había bodegas de vino, tiendas de licores en Mosul y la gente bebía delante de todo el mundo sin que ello supusiera un problema para nadie”, asegura.
25 licencias
El alcohol, prohibido por el islam en muchos casos, pocas veces se encuentra en los hoteles y los restaurantes iraquíes. Las pequeñas pandillas de jóvenes, con sus vasos o latas de cerveza a orillas del Tigris en Mosul o en Bagdad, se esconden entre los arbustos o se reúnen en plena oscuridad.
El declive de las bodegas y de otros comercios de alcohol en Mosul empezó en los años de disturbios y de violencia que agitaron al país.
En los años 1990, el embargo internacional sumió a Irak en las restricciones y la escasez. Luego, en 2003, cuando los estadounidenses invadieron el país y derrocaron a Sadam Husein, los grupos insurgentes se multiplicaron en Mosul, la segunda ciudad de Irak.
Los extremistas y otros yihadistas imponían su ley en varios lugares de Mosul y de su provincia y empezaron a actuar contra los almacenes de alcohol. Poseer un negocio de bebidas se convirtió en una de las profesiones más arriesgadas.
El EI dio el golpe de gracia a un comercio que, pese a todo, siguió funcionando, asegura Abu Rayan, que acusa a los yihadistas de haber revendido a un alto precio sus reservas durante el “califato”.
No obstante el consumo de alcohol sigue estando muy extendido en Irak.
Hace dos años, un proyecto de ley presentado ante el parlamento intentó prohibir la producción, la venta y la importación de alcohol pero la presidencia lo acabó rechazando porque no era compatible con los “principios democráticos”.
Hoy, el negocio está viviendo un nuevo bum en Mosul, según las autoridades locales. “Hemos recibido más de cien solicitudes y, hasta ahora, se han otorgado 25 licencias para la venta de alcohol”, indica a la AFP Zuheir Al Araji, alcalde de Mosul.
Es una forma de ampliar las libertades individuales tras el paso del EI, “ayudando a la recuperación económica”, defiende por su parte Mohamed Salem, un activista de la sociedad civil, de 31 años.