El padre del terrorista es un miembro veterano de un grupo islamita que conspiró contra el dictador libio y tuvo contactos importantes con los servicios de inteligencia británicos.
Cuando Muamar Al Gadafi fue derrocado, Fallowfiel estalló de alegría: se organizaron fiestas en las calles y la gente salió al centro tocando el claxon de su coche. Este barrio de Mánchester, junto con el de Cheetham Hill, Chorlton y Whalley Range habían estado los meses anteriores organizado eventos para recaudar fondos para enviarlos a los opositores en Trípoli. En estos eventos jugó un papel clave un miembro del llamado Grupo Combatiente Islámico de Libia (LIFG): Ramadan el Abedi, el padre de Salman el Abedi, el terrorista que este fin de semana se hizo estallar en el Manchester Arena matando a 22 personas e hiriendo a otras 60.
Actualmente hay 30.000 libios repartidos por todo el Reino Unido. En Mánchester está representada la comunidad más grande, con cerca de 5.000, la mayoría de ellos refugiados que huyeron del régimen gadafista. Aunque Abedi padre llegó a trabajar originariamente para los servicios de seguridad de Al Gadafi, algo ocurrió en 1993 que le llevó a unirse al bando opositor. Aquel año fue acusado de tener vínculos con grupos extremistas. Él lo negó.
Ramadan y su hijo pequeño, Hishan, de 20 años, fueron detenidos este miércoles en Trípoli por su presunta vinculación con el yihadismo, y más en concreto, con la organización Estado Islámico. El patriarca había regresado a su país en 2011 para sumarse a la filas de los rebeldes con el propósito de derrocar a Gadafi. No fue el único. El gobierno británico operó una política de “puertas abiertas” que permitió a los exiliados libios y ciudadanos británicos de origen libio unirse al levantamiento que terminó con el dictador sin importar que muchos de ellos habían estado sujetos a órdenes de control antiterrorista, según revela ahora Middle East Eye.
“Se me permitió ir, sin hacer preguntas”, asegura a esta publicación especializada un ciudadano británico de origen libio que estaba en arresto domiciliario por temor a que se uniera a grupos militantes en Irak. “Me quedé muy sorprendido, pero sé que no fui el único”, matiza. En el fragor de la guerra civil libia, el LIFG dejó de existir como tal. Muchos de sus miembros se unieron a otras milicias y organizaciones, como Ansar Al Sharia, vinculada a Al Qaeda, o formaron sus propios batallones mixtos con otros combatientes. Cuando el Estado Islámico hizo acto de presencia en Libia, algunos de estos veteranos se unieron al Califato.
El LIFG había mantenido una relación intermitente con los servicios de inteligencia y seguridad británicos. Sus líderes lucharon con Al-Qaeda contra la Unión Soviética en Afganistán, pero se separaron cuando Osama bin Laden declaró la guerra a Occidente en 1998. Ante la persecución en Libia, muchos de sus miembros recibieron asilo en Gran Bretaña y fueron recibidos en la década de 1990 como enemigos de Gadafi. Sin embargo, en 2005 el gobierno británico clasificó al LIFG como organización terrorista prohibida, describiéndola como organización en búsqueda de establecer un “estado islámico de línea dura” y “parte del movimiento extremista islámico inspirado por al-Qaeda”.
Pero en su libro “Secret Affairs: Britain’s Collusion with Radical Islam” [“Asuntos secretos: la connivencia británica con el islam radical”] -que estudia el recurso de las autoridades británicas a movimientos islamistas desde los inicios del Imperio Británico hasta la actualidad-, el historiador británico Mark Curtis afirma que los servicios de inteligencia británicos trataron de promover un golpe de estado contra Gadafi a través de este grupo. “La evidencia sugiere que el atentado de Mánchester es otro caso de efecto bumerang. Los vínculos de Abedi y su padre con el LIFG son altamente significativos, dado que se sabe que el Reino Unido apoyó de forma encubierta al grupo para intentar asesinar a Gadafi en 2006 y probablemente trabajó con el LIFG durante su caída en 2011”, explica Curtis a El Confidencial.
“El reciente artículo de Middle East Eye indicando que el MI5 facilitó el movimiento de sospechosos de terrorismo libios desde Reino Unido para luchar contra Gadafi en 2011 levanta importantes cuestiones sobre la implicación del estado británico en la radicalización y el terrorismo”, explica el historiador. “También genera dudas importantes sobre el papel de Theresa May, que era Secretaria de Interior en ese momento y responsable del MI5”, indica.
“Un buen hombre y un padre fantástico”
Fallowfiel es un área residencial al sur de Mánchester, con gran presencia de casas de protección oficial. Es multicultural aunque predomina la comunidad musulmana. Por eso nadie se extraña cuando ven hombres por la calle con el ‘thawb’ o mujeres cubiertas con el ‘hiyab’. El vecindario ha sido tomado ahora por la prensa de ambos lados del Atlántico y cuesta conseguir declaraciones.
“Dejen de llamar a la puerta. No sabemos nada de esta familia”. El cartel cuelga de una de las puertas próximas a Elsmore Road. La calle donde vivía el Kamikaze responsable de la masacre de Manchester sigue cortada con un cordón policial mientras los agentes recaban todo tipo de pruebas para la investigación del mayor atentado terrorista cometido en suelo británico. Casi nadie quiere responder a preguntas. Nadie quiere ver su nombre en los periódicos. Pero la realidad es que Ramadan el Abedi era muy conocido en la zona, sobre todo entre sus compatriotas.
En Manchester se le recuerda como una figura importante en la comunidad. Rezaba en la mezquita de Didsbury y era parte de un grupo que intentó establecer una nueva mezquita en un pub en desuso en Longsight. “Es un buen hombre y un padre fantástico”, asegura un vecino.
Sin embargo, oponentes al LIFG aseguran al rotativo The Times que Abedi crio a sus cuatro hijos en un “ambiente islámico radical convirtiéndoles en presa fácil para reclutas del ISIS”. Atendiendo sólo a los hechos, de sus cuatro hijos, uno está muerto tras cometer una masacre en un concierto y dos están detenidos por sus vínculos a grupos extremistas. De la única que no se sabe nada es de la más pequeña de la familia, Jomana, la única chica, que tiene 18 años y se cree que vive en Mánchester.
Cinco años antes, la policía había registrado la casa de Anas al-Libi, una figura importante en el LIFG, donde encontró una copia del manual de al-Qaeda. Libi Murió bajo custodia estadounidense en 2013, pero en la cuenta de Facebook de Abedi padre había una foto suya describiéndole como “un león”. Otro destacado miembro de al-Qaeda especializado en bombas, Abd al-Baset Azzouz, identificado como uno de los terroristas más peligrosos del mundo por las autoridades estadounidenses después de establecer un campo de entrenamiento en Libia, vivió alrededor del año 2000 con su familia en Wilbraham Road, muy cerca de la residencia de los Abedi.
“Esto no es sino un episodio más tras Kosovo, Bosnia y Siria, donde las autoridades británicas han amparado a radicales en el Reino Unido para darles rienda suelta después para promover su agenda de política exterior de contener a los enemigos oficiales”, afirma Curtis. “Es una política que ha promovido el yihadismo global y puesto en peligro al público británico”, asegura.
Desde la caída de Gadafi, Libia está sumida en un caos que ha propiciado el desarrollo de grupos radicales, en particular algunos que se opusieron al anterior régimen con apoyo exterior. Siempre fueron una opción minoritaria, porque Trípoli, a diferencia de otros países, nunca cayó en la esfera del salafismo. Pero ahora el fanatismo es un factor esencial a tener en cuenta en un escenario al que los medios prestan poca atención. Hasta ahora, cuando un británico de 22 años hijo de un refugiado y antiguo opositor al régimen ha muerto matando con una bomba altamente sofiscada.