Confirman que una proteína asociada al alzhéimer actúa como un antibiótico natural

Las placas de la proteína beta-amiloide actúan como redes para atrapar a las bacterias, virus y hongos que invaden el cerebro, por lo que pueden que no se deban eliminar.

Filamentos-de-Beta-MiloideEl alzhéimer es una enfermedad neurodegenerativa, es decir, causada por la destrucción de las neuronas cerebrales. Y esta destrucción se produce, además de por la proteína tau, por la acumulación en el cerebro de placas de beta-amiloide, altamente tóxicas para las neuronas. Pero la proteína beta-amiloide, además de depositarse en placas y provocar el alzhéimer, ¿cumple alguna función básica en el organismo? Pues según han constatado los estudios, sí. De hecho, una nueva investigación llevada a cabo por investigadores del Hospital General de Massachusetts en Boston (EE.UU.) demuestra que esta proteína es un componente fundamental del sistema inmune innato y juega un papel primordial en la lucha frente a muchas infecciones potencialmente letales, por lo que sugiere que no debería ser una diana terapéutica en la lucha contra la enfermedad de Alzheimer.
Como explica Robert Moir, director de esta investigación publicada en la revista «Science Translational Medicine», «por lo general, se ha asumido que la neurodegeneración en la enfermedad de Alzheimer está causada por un comportamiento anormal de las moléculas de beta-amiloide, que como es bien sabido se unen en estructuras fibrilares denominadas placas de amiloide que se depositan en los cerebros de los pacientes. Tal es así que esta perspectiva o visión ha guiado el desarrollo de los fármacos y las estrategias terapéuticas frente al alzhéimer en los últimos 30 años. Pero según nuestros resultados, esta perspectiva es incompleta».

Efectos colaterales

Estudios previos ya habían demostrado que la proteína beta-amiloide posee muchas de las cualidades de los péptidos antimicrobianos (AMP), esto es, pequeñas proteínas del sistema inmune innato implicadas en la lucha frente a múltiples patógenos. De hecho, ya se sabe que esta proteína beta-amiloide es muy activa frente a los herpes y el virus de la gripe y que, incluso, es más eficaz que algunos AMP –entre otros, el denominado ‘LL-37’– a la hora de erradicar las infecciones por hongos del género ‘Candida’ en muestras de tejido cerebral de pacientes con alzhéimer.
Así, la nueva investigación tuvo por objetivo evaluar la capacidad antimicrobiana de las proteínas beta-amiloide en organismos vivos. Y los resultados mostraron que los ratones genéticamente modificados para sobreexpresar la proteína beta-amiloide y a los que se había inducido una infección cerebral con bacterias del género ‘Salmonella’ sobrevivían durante mucho más tiempo que aquellos animales que, igualmente con la infección, expresaban la proteína en cantidades normales. ¿Y qué sucedió con aquellos ratones que, también infectados, fueron genéticamente modificados para carecer de la proteína? Pues simplemente, que murieron de forma mucho más rápida.
Es más; un segundo modelo animal genéticamente modificado –nematodos, esto es, una especie de gusanos– para sobreexpresar la proteína beta-amiloide mostró una capacidad muy superior que sus homónimos ‘naturales’ a la hora de combatir las infecciones por ‘Candida’ y ‘Salmonella’.
Y llegados a este punto, ¿qué tienen que ver las placas de beta-amiloide con la actividad inmune de la proteína beta-amiloide? Pues tan solo decir que la clave de esta capacidad antimicrobiana no se encuentra en la proteína, sino en las placas. Y es que como destaca el nuevo estudio, estas placas de beta-amiloide resultantes de la unión de los oligómeros de beta-amiloide –que a su vez son formados por la unión de proteínas beta-amiloide– actúan como ‘redes’ en las que quedan atrapadas los hongos y las bacterias.
Por tanto, la función de las placas de beta-amiloide va más allá del mero desarrollo de la enfermedad de Alzheimer. De hecho, y junto a la proteína tau, quizás no sean las únicas responsables de la misma.
Como apunta Rudolph Tanzi, co-autor del estudio, «sabemos que los AMP juegan un papel en la patología de un amplio rango de enfermedades inflamatorias. Por ejemplo, LL-37 está implicado en muchas enfermedades típicas de edades avanzadas, caso de la artritis reumatoide y de la aterosclerosis. Y esta desregulación de la actividad de los AMP que genera la inflamación sostenida en estas enfermedades también podría contribuir a las acciones neurodegenerativas de las placas de beta-amiloide en el alzhéimer».

Alzhéimer, ¿una enfermedad infecciosa?

En definitiva, cuando se eliminan las placas de beta-amiloide se priva al sistema inmune de uno de sus componentes para combatir las infecciones
Como indica Robert Moir, «nuestros resultados sugieren la posibilidad, ciertamente intrigante, de que el alzhéimer aparezca cuando el cerebro percibe que está siendo atacado por patógenos invasores. Pero necesitamos más estudios para identificar si el proceso requiere de la presencia de una infección. De hecho, nuestros resultados sugieren que los mecanismos inflamatorios del sistema inmune innato podrían ser una diana potencial para el tratamiento del alzhéimer. Y de confirmarse nuestros hallazgos, debe exigirse una mayor precaución a la hora de usar las terapias dirigidas a erradicar totalmente las placas de beta-amiloide».
Por tanto, el siguiente paso de los investigadores será, como informa Rudolph Tanzi, «buscar aquellos patógenos en los cerebros de pacientes con alzhéimer que podrían haber promovido la deposición de las placas de beta-amiloide como respuesta inicialmente protectora pero que, posteriormente, conllevaron la muerte de las neuronas y el desarrollo de la demencia. Si somos capaces de identificar estos culpables, ya sean hongos, bacterias o virus, podríamos desarrollar tratamientos dirigidos frente a los mismos para prevenir la aparición del alzhéimer».