Sumarán 450, igual que en 2016; intentan redistribuir a los 498 recomendados y no aceptados del último concurso.
Sin la presencia de Roberto Salvarezza, representante elegido por los investigadores hace más de ocho meses, la primera reunión del año del directorio del Conicet pasó en limpio los cambios institucionales que empiezan a regir oficialmente en la entidad.
Para este año, el organismo aprobó con un solo voto en disidencia (el de la doctora Dora Barrancos, representante por el área de Ciencias Sociales) 450 vacantes, alrededor de la mitad de lo que se ofrecía hasta 2015. El 50% se asignará a temas estratégicos y tecnologías, y el otro 50%, a las grandes áreas (ciencias básicas). Por lo menos el 30% del total de los cargos deberán distribuirse en zonas no centrales.
El ministro de Ciencia, Lino Barañao , dio a conocer estas precisiones durante una reunión de prensa, ayer al mediodía, en la que también estuvieron presentes el presidente del Conicet, Alejandro Ceccatto; el secretario de Políticas en Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, ingeniero Jorge Aguado, y el subsecretario de Coordinación Administrativa, Rodolfo Blasco.
Durante el encuentro se aseguró que hasta el 31 de diciembre seguirá el “proceso de transición” para resolver la situación de los 498 becarios evaluados y recomendados que no fueron incorporados en 2016 por los recortes.
Según los funcionarios, ya comenzaron “las negociaciones políticas” con otros organismos del sistema científico que podrían incorporarlos, como el INTI, el INTA y el Instituto Nacional del Agua.
“A los que tienen becas que se vencen el 31 de marzo se les extenderán hasta el 31 de diciembre -dijo Aguado-. A quienes no pertenecen al programa de becas se les otorgarán becas extraordinarias. Son 107; de ellos, ya hablamos con 90, de los cuales 70 aceptaron y 23 las rechazaron. Por último, a los 19 becarios a los que no se les había comunicado que no habían sido recomendados por el directorio se decidió extenderles la beca por dos meses más para que puedan resolver dónde insertarse.”
Las organizaciones de becarios, que anteayer se manifestaron en el Polo Científico, no están de acuerdo con esta solución. “Por un lado, achicar la planta del Conicet es obstruir el avance de líneas de investigación ya en marcha -opina Lucila D’Urso, de Jóvenes Científicos Precarizados-. Por el otro, es inviable: los demás organismos del sistema no pueden absorber a los becarios. En las universidades nacionales, por ejemplo, se sabe que hay más trabajadores precarizados, en negro, que en la planta estable. Lo mismo pasa en otros ámbitos.”
Acerca de la nueva distribución de vacantes, Ana Franchi, directora del Centro de Estudios Farmacológicos y Botánicos y evaluadora de proyectos en la Agencia Nacional de Promoción Científica, está de acuerdo en que se estimule la aplicación del conocimiento para resolver problemas sociales. “De hecho, la ciencia básica desarrolló muchos recursos que luego se transfirieron -dice-. Pero en realidad lo que está pasando es que se está disimulando el recorte con argumentos «ciencia básica» vs. «ciencia aplicada» que ya no son relevantes. En los países donde se quiere estimular la transferencia, se premia, no se castiga. Acá se está castigando y lo que va a pasar es que se van a «maquillar» los temas de investigación para que entren en la categoría de «estratégicos».”
Según el ministro Barañao, éste es un momento de crisis y hay que aprovecharlo para introducir los cambios que ya se veían necesarios. “No es oportunismo -agregó Ceccatto-. Vengo proponiendo esto desde hace años. Y no hay achicamiento, porque se seguirá ofreciendo el mismo número de becas.”