Consideran que llevará 5 años recuperarse de las inundaciones

Mientras la mitad de los distritos de la provincia están en emergencia, anuncian que al menos se tardará 5 años en salir de la situación.

inundaciones-provincia-Bs-As“Esto no es una fábrica. La actividad del campo lleva su tiempo. Ese tiempo es riguroso y si se pierde no se recupera con horas extras. Yo necesito nueve meses para lograr un ternero y tres años para venderlo. Con esta inundación perdí entre 20 y 30 terneros y más allá de su valor material, que anda por entre los tres y los cuatro mil pesos por cabeza, recuperarlos me puede llevar hasta cinco años”.
Héctor Iribarne es un productor de Casalins, un pueblo de la cuenca del Río Salado cercano a Pila, donde la inundación que afecta a buena parte de la Provincia golpeó con una fuerza inversamente proporcional a las modestas dimensiones del lugar. Del total de hectáreas de las que es propietario Iribarne, el 80% están afectadas por el agua.
Y no hay nadie en el pueblo que pueda considerarse ajeno al drama que se desató con las últimas lluvias. Como en Casalins, son muchos los productores que en la cuenca del Salado se debaten por estas horas entre el desaliento por lo perdido y la incertidumbre ante la amenaza de nuevas precipitaciones o de que las aguas que vienen desde la zona alta cercana a Las Flores desborden el río en los próximos días. Aunque eso no pasara, dicen, recuperar lo que ya se perdió va a demandar entre tres y cinco años.
Basta recorrer una Lezama conmocionada para notar el profundo impacto de la inundación. Todos los vecinos de la ciudad parecen manejar precisiones propias de meteorólogos: “el promedio de lluvias para la zona es de 700 centímetros cúbicos, pero este año ya llovieron más de 900”, dice María Bersetche, empleada de una panadería de la ciudad mientras mete galletas de campo en una bolsa. En ese negocio las ventas cayeron un 40% en los últimos días, dice Bersetche, “en parte por el mal estado de los caminos; en parte, porque la mayoría de los habitantes de la ciudad ajustó sus gastos porque no sabe qué puede pasar”.

CAIDA DE VENTAS

Para María Tristán, propietaria del mismo comercio “esto nos afectó hasta de maneras que no hubiéramos previsto. Por ejemplo, todos los sitios donde los turistas vienen a pescar están desbordados. Así que en los últimos días dejaron de venir y eso también se nota en el nivel de ventas”. Aunque en la cuenca del Salado están curtidos en inundaciones (el archivo de la Sociedad Rural de Lezama enumera las de los años ´78, ´80. ´82, ´85, ´93 y 2001 como las más destacadas) las que hoy atraviesan les preocupan más que otras. “Cada inundación es distinta. Esta se produjo por exceso de lluvia y es más preocupante porque afectó a una zona más amplia que otras. Y porque no sabemos qué puede pasar con el clima de acá en más”, dice Ricardo Hogg, presidente de esa entidad.
La cruel paradoja es que los problemas con el agua, que empezaron en febrero de este año, siguieron a más de una década de recurrentes sequías que castigaron a esa región. Así, las primeras lluvias fueron bienvenidas, pero la última, la del jueves y viernes de la semana pasada, en las que cayeron hasta 200 milímetros, superó toda previsión. Y no sólo eso. Los vecinos dicen que puso en evidencia la falta de mantenimiento del alcantarillado y los alteos de la zona durante el prolongado período de seca.
Las consecuencias de las intensas lluvias hoy se ven aquí y allá en la vasta geografía del interior bonaerense: una sucesión de campos anegados, animales muertos, tierras blandas donde nadie se anima a iniciar por ahora ninguna actividad. A la vera de las rutas 2, 29 ó 41 se ven máquinas apilando tierra, trabajando contra reloj para ponerle obstáculos al posible regreso del agua y proteger los campos que todavía se pueden utilizar.
“Nos llamó el encargado de este campo para que lo ayudemos a poner defensas, pero todavía no vino. Más vale que se apure, porque tenemos pedidos para hacer el mismo trabajo en otros campos, pero en Ranchos”, decían ayer dos obreros en la zona de Pila mientras tomaban mate en la caja de una camioneta en un camino vecinal que, como casi todos por la zona, en algún punto mostraba un anegamiento, un “pantano” o “un huellón difícil”.
La lista de perjudicados directa e indirectamente por las inundaciones es larga, dicen Carlos Rosetti, director de Producción y Empleo de Lezama y Daniel Godoy, un veterinario de la zona especializado en grandes animales: están los ganaderos dedicados a la cría que afrontan el problema de perder campos de pastura, verse urgidos por la necesidad de encontrar lugar seco para sus animales, perder terneros en pariciones que se hacen bajo el agua y cuesta la vida de los animales al nacer.
A esos ganaderos les toca, también, enfrentar otros problemas, como un menor porcentaje de preñez, la pérdida de la primavera como momento para hacer acopio de alimento para los animales que luego se usa en el invierno o una baja en el índice de destete. Para Daniel Godoy, “los efectos de estas situaciones se pueden notar hoy. Pero el mayor impacto lo tendremos el año próximo, cuando falten pasturas y eso eleve el costo de la cría por la necesidad de comprar alimento afuera”.

PERJUICIOS

Entre los más perjudicados, después de los ganaderos aparecen los agricultores, trigueros, sojeros y maiceros, que esperan a que el clima aclare para animarse a cultivar o dejar todo para una mejor ocasión mientras pierden un tiempo que saben muy valioso. Pierden también los tambos, con sus puertas anegadas por las lluvias, los caminos vecinales destruídos que impiden sacar la leche, que si no sale al mercado en un máximo de dos días ya no sirve. Y en su afán de sacarla como sea, sacrifican rentabilidad, incrementando enormemente el costo del transporte por caminos imposibles. Productores, dirigentes rurales y autoridades coinciden en que es temprano para sacar conclusiones categóricas respecto de la magnitud de esas pérdidas. Sobre todo cuando nadie sabe si la pesadilla terminó. O si esto que ocurre es apenas el principio.