Los hidratos de carbono están en todas partes: en el pan, en las pastas y en la fruta. Se los considera la principal fuente de energía del organismo, también para el cerebro, pero hay dietas que proponen reducir justamente ese consumo al mínimo.
Una de ellas es la dieta cetogénica, que baja la cantidad de hidratos a entre 20 y 50 gramos diarios y los reemplaza con alimentos de alto contenido graso, desde los embutidos y la carne hasta los huevos, quesos, almendras y cremas.
Los defensores de esta propuesta no sólo aseguran que es infalible para bajar de peso. También dicen que reduce el riesgo de sufrir enfermedades graves. En cambio, quienes la critican señalan que no hay ninguna evidencia científica que compruebe algo semejante. El profesor Georg Wechsler de Múnich sostiene que el único caso en el que se recomienda la dieta cetogénica desde un punto de vista médico es cuando un niño sufre de epilepsia. Wechsler incluso considera que ese modo de alimentación tiene “muchas desventajas y efectos colaterales”.
La dieta se basa en la idea de que el cuerpo, al no contar con hidratos de carbono, cambia su metabolismo. No le queda otra opción que recurrir a otras fuentes de energía como la grasa. Por un lado, consume las reservas del cuerpo y, por el otro, las grasas de los alimentos.
Lo que hace el organismo entonces es formar cetonas, que le suministran energía al organismo. Por lo general, no suele producirse un aumento de peso justamente porque no se consumen prácticamente hidratos, y al consumir proteínas y verduras en grandes proporciones se da un efecto de adelgazamiento.
Pero resulta primoridal que estas dietas se hagan bajo supervisión médica porque, según Wechsler, existe el riesgo de que el mayor consumo de grasas produzca sedimentaciones en el sistema venoso y que de ese modo se fomente el riesgo de padecer ataques cerebrovasculares o cardíacos. “También aumenta el riesgo de padecer la gota”, sostiene el médico. Por eso quien hace la dieta cetogénica debe controlarse con regularidad el ácido úrico.
Los defensores de esta dieta sostienen que puede tener un efecto positivo durante la evolución de un cáncer. “Pero no hay ningún tipo de pruebas científicas fehacientes”, observa Wechlser. Y lo mismo opina la Asociación Alemana de Nutrición. “Hasta ahora sólo se han hecho pocas investigaciones al respecto en personas que sufren cáncer, y no se ha detectado que la dieta cetogénica genere una reducción del tumor, ni una prolongación de la vida, ni un mejor impacto de las terapias o un menor impacto de sus efectos secundarios”, dice la portavoz de la organización.
Lo que genera polémica de esta dieta son sus posibles efectos colaterales y la falta de una alimentación balanceada.
Si usted sufre de sobrepeso, lo mejor será que recurra a un especialista que pueda determinar las causas y diagramar un esquema de alimentación y tratamiento personalizado. Muchas veces eso lleva a cambiar ciertos hábitos de vida. No es lo más sencillo y tampoco tiene un efecto inmediato, como muchas otras dietas, pero sí suele ser más efectivo a largo plazo.