Como parte de un proyecto de investigación médica sin precedentes tanto por sus alcances como por su ambición, voluntarios del mundo entero se están arremangando y ofreciendo el brazo para que les inyecten vacunas experimentales contra el coronavirus , a tan solo pocos meses de que el virus fuese detectado.
Empresas como Inovio y Pfizer empezaron a probar varias posibles vacunas en humanos, para determinar si son seguras. En la Universidad de Oxford, los investigadores también están ensayando vacunas en personas, y dicen que podrían contar con una vacuna “de emergencia” para el mes de septiembre.
El lunes, Moderna anunció alentadores resultados del ensayo clínico de su vacuna en ocho voluntarios. Los datos no se publicaron, pero el anuncio bastó para reavivar la esperanza y las acciones de la empresa, que se dispararon en Bolsa.
Los ensayos en animales también generan gran expectativa. Investigadores del Centro Médico at Beth Israel Deaconess de la ciudad de Boston publicaron una investigación que muestra un prototipo de vacuna que protegió eficazmente a los monos de infectarse con el virus .
Según los investigadores, el hallazgo allanará el camino para el desarrollo de una vacuna para humanos, y ya se han asociado con Janssen, una de las divisiones de laboratorios Johnson & Johnson. En los laboratorios de todo el mundo hay ahora un prudente optimismo y creen que la vacuna contra el coronavirus, o incluso más de una, estará lista en algún momento del año próximo.
Los científicos están abordando la creación de la vacuna desde cuatro ángulos: la urgencia es tal que superponen las fases de prueba y acortan procesos que normalmente llevarían años, o incluso más de una década.
En sí mismo, el nuevo coronavirus ha resultado ser una presa bastante torpe, un patógeno bastante estable que muy difícilmente pueda mutar y así esquivar la vacuna. “Resultó ser un blanco fácil, y esas son excelentes noticias”, dice Michael Farzan, virólogo de Scripps Research, de Jupiter, Florida.
Una vacuna efectiva será definitoria para terminar con la pandemia, que ya infectó a más de cinco millones de personas en todo el mundo y dejó más de 324.000 muertos. La inmunidad generalizada le reabriría la puerta a una vida social sin distanciamiento ni barbijos.
Comprimir el tiempo
“Lo que mucha gente no entiende es que normalmente el desarrollo de una vacuna lleva muchos años, incluso décadas”, dice el doctor Dan Baruch, virólogo del Beth Israel, que lidera los ensayos con monos. “Así que tratar de comprimir todo ese proceso en 12 o 18 meses es realmente algo inaudito. Y si lo logramos, será el programa de desarrollo de vacunas más veloz de la historia médica”.
Ya son más de 100 los grupos de científicos de todo el mundo que han encarado el desarrollo de una vacuna desde diferentes ángulos.
La vacuna de Moderna se basa en una tecnología de ARNm, o ARN “mensajero”, relativamente nueva, que vehiculiza fragmentos de genes del virus al interior de las células humanas. El objetivo es que las células empiecen a fabricar una proteína viral que el sistema inmunológico reconozca como extraña. El cuerpo desarrolla defensas contra esa proteína, y de ese modo queda preparado para un eventual ataque del verdadero coronavirus si el contagio se produce.
Algunos fabricantes de vacunas, incluido Inovio, están desarrollando vacunas basadas en variantes de este abordaje pero con ADN.
Pero esa tecnología de genes usada por ambas empresas nunca resultó en una vacuna aprobada para usos clínicos, y menos aún que pueda fabricarse en cantidades industriales. Moderna recibió críticas por hacer pronósticos demasiado optimistas y basándose en un puñado de pacientes, sin aportar datos científicos.
Otros equipos optaron por tecnologías más tradicionales. Algunos científicos, por ejemplo, están usando virus inactivos para vehiculizar genes de coronavirus al interior de las células, forzándolas a producir proteínas que le enseñen al sistema inmunológicos a reconocer y prepararse para el coronavirus. CanSino Biologics, una empresa de China, empezó a realizar ensayos en humanos de una vacuna basada en ese enfoque. En China , ese tipo de vacunas ya están en etapa de pruebas en humanos.
Asegurarse de que las vacunas sean seguras y efectivas en humanos exige de largos periodos de pruebas, que a su vez demandan una planificación y ejecución muy rigurosa. Y si de esas pruebas emerge una vacuna exitosa, después alguien tiene que hacerse cargo de fabricarla en cantidades descomunales.
No hay lugar del planeta que no sea vulnerable al coronavirus. Y para quedar inmunizado, cada ser humano del planeta necesitará por lo menos dos dosis de la vacuna. Eso significa 16.000 millones de dosis.
“Cuando las empresas prometen entregar una vacuna dentro de un año, o menos, no entiendo bien de qué etapa de la vacuna están hablando”, dice Akiko Iwasaki, inmunobiólogo de la Universidad de Yale. “Dudo que estén hablando de la distribución global de miles de millones de dosis”.
Iwasaki agrega que fabricar vacunas no es lo mimos que fabricar zapatos o bicicletas. Las vacunas suelen necesitar enormes cubas de cultivo, que a su vez deben mantenerse en condiciones de esterilidad. Y no hay fábrica que haya producido millones de dosis de una vacuna de tecnología de punta como las que están probando Inovio y Moderna.
En los últimos años han surgido algunas plantas capaces de producir vacunas de vector viral, como la que tiene Johnson & Johnson en Holanda. Pero cumplir con la demanda de una vacuna contra una pandemia será un enorme problema.
Los fabricantes sobre todo tienen experiencia en la producción en masa de vacunas hechas con virus inactivados, así que ese tipo de vacuna sería el más fácil de producir de inmediato a gran escala.
Pero no puede haber una sola vacuna: de ser así, una misma empresa se vería obligada a suplir por sí sola toda la demanda global.