André Courrègues revolucionó las formas y los materiales en los sesenta y liberó a la mujer de muchos corsés.
Llevó el futuro a los años sesenta, revolucionó nuestros armarios y Francia llora hoy a uno de sus grandes nombres de la historia de la moda contemporánea. André Courrèges ha muerto a los 92 años en su casa de Neuilly, al oeste de París, tras más de tres largas décadas de combate contra el párkinson, según anunció la casa Courrèges en un comunicado la tarde de ayer viernes.
Un creador que no cesó de avanzar, un «visionario que veía ya por entonces lo que sería el siglo XXI», según han declarado Frédéric Torloting y Jacques Bungert, copresidentes del grupo Courrèges, que han subrayado la fe ciega que este icono de la moda tenía en el progreso. El diseñador francés fue uno de los primeros en utilizar formas futuristas y materiales como el charol y el neopreno, toda una revolución. Desde minifaldas hasta chaquetas de plástico, pasando por vestidos que dejaban los hombros al aire con un blanco omnipresente, el modista diseñó durante los sesenta y setenta buscando liberalizar las formas de la mujer de los corsés y situándola en un viaje al siglo en que vivimos. «La vestimenta debe huir de lo convencional», repetía Courrèges, haciendo de la frase no sólo una forma de ver su propio oficio, sino también el mundo.
Pasión por la costura
Nacido en Pau, al sur de Francia, en 1923, Courrèges dejó sus estudios en ingeniería por su verdadera pasión: la costura. Aunque de aquellos años como ingeniero quedó la admiración por Le Corbusier y la Bauhaus y esto se plasmaría en formas y volúmenes en años posteriores. Aprendió el oficio allá por los años cincuenta junto a Cristóbal Balenciaga, del que fue excelente alumno. Al taller del diseñador español dedicó más de una década de su vida, antes de iniciar su camino en solitario en la firma que llevaría su nombre. Cuando salió del taller de Balenciaga se volcó con el prêt-à-porter, pero con el tiempo volvió a la costura. Abrió su primer taller en la avenida Kléber de París en 1961, pero fue una década después, en 1972, cuando inauguró su gran fábrica futurista en su localidad natal, Pau. Un edificio a la vanguardia tecnológica para realizar las colecciones. Ese mismo año, el creador diseñó los uniformes de la delegación francesa para los Juegos Olímpicos de Múnich.
Pero si hay un punto de lanzamiento a la fama en la carrera de Courrèges , ése estaría en su colección de 1964. Fue entonces cuando introdujo su concepto de estilo revolucionario futurista que incluía vestidos cortos con líneas puras, botas planas de media caña y grandes gafas de sol. Todo bañado en blanco, su color fetiche. El blanco le permitió que destacara el patrón y la silueta. También popularizó los juegos geométricos en blanco y negro, con rayas anchas verticales o estampados en cuadrícula. La cantante y actriz Françoise Hardy se convirtió en una de sus musas inspiradoras. La otra fue su mujer. Y entre sus clientas, nombres como los de las actrices Catherine Deneuve o Jane Birkin. Courrèges era el diseñador pop del momento. El éxito fue tal que en 1966 y 1967, cansado de que lo copiaran, Courrèges decidió no volver a presentar sus creaciones en desfile, posición que cambiaría más tarde.
Disputa con Mary Quant
Fue el primero en lanzar la minifalda en 1965, aunque el tiempo no le libró de una disputa histórica con la inglesa Mary Quant sobre esa revolucionaria atribución. En cualquier caso, la popularizó y la puso en el gran escaparate mundial de París, escandalizando a la mismísima Coco Chanel. El negro Chanel frente al blanco Courrèges . Pero no sólo fue la minifalda, Courrèges se atrevió también a vestir a la mujer con un pantalón formal.
Tras el nacimiento de su hija Marie, en 1970, creó la nueva línea «Hyperbole», destinada a los más jóvenes, y una colección deportiva. Sus desfiles fueron verdaderos acontecimientos y no son pocos en París los que recuerdan a principios de los años 80 una gigantesca bola transparente instalada para uno de ellos en el Jardín de Plantas, junto a la estación de Austerlitz. No fue el único ejemplo de evento rompedor con la etiqueta Courrèges : en 1985 se atrevió a meter a 130 músicos en un hotel de Tokio para otro de sus desfiles.
A partir de 1994, y debido a la fragilidad de su salud, el diseñador tuvo que apartarse del trabajo y dejó a su mujer, Coqueline, las riendas de la firma, vendida hace cuatro años al dúo de publicistas Torloting-Bungert. Actualmente, la casa está en plena renovación tras el nombramiento en 2015 de dos jóvenes creadores: Arnaud Vaillant y Sébastien Meyer.
La pérdida del creador está teniendo un gran eco en Francia. El propio presidente francés, François Hollande, ha assegurado en un comunicado emitido por el Elíseo que «Courrèges marcó con su huella la alta costura francesa. Fue un estilo y una época».
Varios diseñadores han expresado el significado del universo Courrèges en sus colecciones. El diseñador Jean-Charles de Castelbajac ha señalado en la emisora Europe1 que Courrèges «es eterno y hoy se ha reencontrado con su querido cosmos». La ex ministra de cultura socialista, Aurélie Filipetti, ha calificado al diseñador como «un visionario sin par con el que el futuro era femenino». También modelos como Eugenia Silva, que ha señalado a través de Twitter: «Un diseñador que nos hizo soñar con el futuro».