Ocurrió con los tres primeros lotes de la vacuna rusa. Oficialmente, cada vial debía usarse para cinco dosis contra el coronavirus. Pero los vacunadores más adiestrados podían obtener una sexta.
La saga de descontroles en la campaña de vacunación contra el coronavirus en la Argentina tiene un capítulo extra al que se le ha prestado poca atención: la cantidad de vacunas que pueden haberse aplicado por encima de las cifras oficiales, sin que haya quedado registro.
Sobre los vacunados VIP conocidos hasta ahora, se sabe que son aquellos que recibieron una dosis sin que les correspondiera por orden de prioridad. Pero esas aplicaciones figuran en el Sistema Integrado de Información Sanitaria Argentino (SISA). Hay otra categoría de la que se sabe menos aún: los posibles “vacunados blue”.
La cuestión se centra puntualmente en los tres lotes de la Sputnik V que llegaron en viales multidosis entre fines de diciembre y fines de enero. El primer lote fue de 300 mil dosis, el segundo del mismo tamaño y el tercero, de 220 mil. Sin embargo, ése era el stock oficial: según las condiciones de uso, las dosis podían rendir hasta un 20 por ciento más.
La explicación no escapa a lo que suele ocurrir en general con los viales multidosis: siempre traen un excedente. Sólo que cuando se trata de la vacuna contra la gripe, la neumonía u otra enfermedad común, las dosis sobran. En el caso del Covid 19, faltan.
Cabe aclarar que con el lote de 400 mil vacunas llegado en febrero, esa presentación multidosis cambió por monodosis. No se informó si en el nuevo lote arribado este domingo por la noche la Sputnik continuó con ese fraccionamiento o ha vuelto a su envase anterior.
Las primeras 820 mil dosis que aterrizaron en Ezeiza desde diciembre vinieron fraccionadas en viales de 3 mililitros, con la indicación de que cada frasco debía rendir para cinco vacunas. Sin embargo, cada dosis requiere 0,5 mililitros. De esta manera, surgía la posibilidad de que por cada vial se pudiese aprovechar una vacuna más. Llevado a la totalidad disponible, eso podía implicado un rendimiento hasta 164 mil dosis superior.
Aunque ése cálculo, en realidad, sería el más optimista. Que eso pudiera ocurrir dependía de la mano experta del vacunador y, también, del hecho de contar con las jeringas adecuadas para que las dosis fueran extraídas de los viales de forma milimétrica. Por esa dificultad, es poco probable que esa haya sido la regla con todos los viales utilizados.
Justamente porque se trata de una tarea de máxima precisión, para la que no siempre los vacunadores se encuentran capacitados, es que el envase viene con ese extra aproximado de 0,1 mililitro por dosis. Parte del contenido puede perderse en los llamados “espacios muertos” de agujas y jeringas. Pero si el que prepara cada vacuna posee la destreza suficiente y los insumos necesarios, el bien en juego es muy preciado como para que la yapa termine en la basura.
Lo concreto es que la rendición de cuentas en cada centro de vacunación del país debe hacerse por las dosis oficialmente entregadas. Las dosis “blue” no necesariamente debían ser cargadas en el SISA. Nadie iba a pedir explicaciones por ello. De modo que resulta difícil determinar no ya quiénes pudieron ser los beneficiarios en los casos que estas dosis hayan sido utilizadas, sino antes la contabilidad de las mismas.
Una anécdota que circuló en San Pedro da una idea de la dimensión que pudo haber tenido la vacunación informal. A través de medios locales se supo que uno de los responsables del operativo en esa ciudad fue apodado irónicamente “el boludo”, porque al darse cuenta de que la Sputnik V podía rendir una sexta dosis no sólo comenzó a aprovecharla, sino también a registrarla.
El Manual del Vacunador de la Sputnik V, un texto oficial, nada dice acerca de esta posibilidad de inoculación extra. Es un tutorial que detalla paso a paso la forma de manipular el medicamento y hace hincapié en los tiempos de acción para que no se corte la cadena de frío.
Una actualización del manual, publicada en febrero, también alerta sobre el color de las tapas de los viales: originalmente eran azules las del componente 1 y rojo, las del 2. Pero luego también las hubo en blanco y verde, por lo que se recomendó leer atentamente las etiquetas escritas en ruso.
En cuanto a la potencial sexta dosis, tampoco es posible rastrearla en el flamante Monitor Publico de Vacunación, un sitio web habilitado por el Gobierno al que pueden acceder todos los argentinos. Da cuenta, supuestamente en tiempo real, de la cantidad de dosis distribuidas y aplicadas por provincia.
Si la sexta dosis de cada vial se hubiese registrado, en algún momento de la cadena debería haber sido superior el número de dosis aplicadas que el de distribuidas. Pero este registro público se habilitó recién la semana pasada, por lo que la eventual maniobra con la Sputnik es imposible contrastarla hoy.
Las dosis repartidas a partir del arribo al país de los lotes subsiguientes, tanto de la Sputnik como de la Covishield y la de Sinopharm, hace que el total del stock entregado en cada distrito siempre sea superior al utilizado. Ahí la huella de la supuesta sexta dosis se pierde en el conjunto y exige esperar a un futuro balance estadístico de la campaña de vacunación para sacar conclusiones.
La rusa no es la única vacuna con la que se dio esta situación. En España ocurrió algo similar con la de Pfizer, pero allí la sexta dosis estuvo todo el tiempo arriba de la mesa. Incluso hubo reproches para algunas comunidades autónomas como Cataluña, Andalucía y Madrid por haber desaprovechado la inyección extra en un marco de escasez. Lo atribuyeron a la poca disponibilidad de jeringas de precisión milimétrica que pudieran permitir al personal de salud fraccionar las dosis como cirujanos con bisturí.
Para utilizar la dosis extra, la Agencia Europea del Medicamento estipuló que la combinación del “volumen muerto” de la jeringa y la aguja debía ser inferior a 35 microlitros (un mililitro equivale a mil microlitros). Por eso, si se usaran jeringas y agujas estándar, es probable que no hubiese suficiente cantidad para extraer la sexta dosis del vial. Por otra parte, las autoridades sanitarias desaconsejaron una práctica que el sentido común en plena “economía del guerra” hubiera podido alentar: juntar el sobrante de varios viales para obtener la dosis adicional.