Las estructuras que arman los senegaleses son cada vez más grandes y ya venden de todo.
Cuando a comienzos de los años 2000 llegaron a La Plata desde su Africa natal, sus improvisados puestos solamente tenían relojes y bijouterie, cadenitas, aros y anillos. Hoy los 250 senegaleses que se calcula viven en la Ciudad, mayormente en la zona de la Terminal de Omnibus, ya venden carteras, billeteras, anteojos, bolsos, termos, mates y todo tipo de accesorios.
Los puestos de venta ambulante -prohibida por ordenanza municipal- cada vez son más y se distribuyen por calle 12, por 7, por 8 y también coparon diagonal 80 desde 1 hasta Plaza San Martín. Los precios, algunos irrisorios, contra los cuales los comerciantes afincados en locales del centro no pueden competir, generan dudas de todo tipo. ¿De dónde proviene esa mercadería?, ¿dónde compran lo que comercializan los senegaleses? ¿quién es el mayorista?.
Con sus maletines y estructuras de madera se instalan en esquinas clave. En calle 12 desde 54 hasta 60 no hay menos de diez senegaleses, mientras que en el microcentro y la zona de diagonal 80 existen alrededor de 60 puestos, tanto en 7, 8 y 9 como en las transversales desde 44 hasta 60. Toda la zona es copada por los puestos ambulantes.
Hay muchos que tiran una manta en la vereda y allí colocan toda la mercadería. Esas mantas son cada vez más grandes y ganan espacios frente a locales, propiedades privadas y edificios públicos por donde los peatones no pueden pasar.
A pesar de estar prohibida la venta ambulante, la Municipalidad los deja “trabajar” ya que no se han realizado, al menos en el último año, operativos para evitar esta actividad ilegal.
MERCADERIA DE DUDOSA PROCEDENCIA
Se dijo que son miembros de una organización que los “recluta”; que hay “capos” para los que trabajan y que les proveen con mercancías que bajan en conteiners -con relojes falsificados, por ejemplo- en algún rincón del puerto de Buenos Aires. Que el maletín es una excusa para vender oro. Lo cierto es que la venta ilegal sigue a paso firme y crece sin control.
“Realmente no sabemos de dónde sacan lo que venden los africanos pero es imposible competir con sus precios. Nosotros tenemos que pagar alquiler, impuestos, tasas y servicios. Ellos montan sus puestos en la calle y por ejemplo tienen relojes por menos de 100 pesos. Para quienes estamos afincados con todas las de la ley, representan una competencia desleal”, dijo un comerciante de calle 12 que prefirió mantener su nombre en reserva.
Las quejas de los propietarios de negocios establecidos legalmente son muchas y lo que les llama la atención es “la pasividad” de las autoridades competentes en tener que combatir la venta ilegal en las calles de la Ciudad. “Ni siquiera la policía hace nada ante las denuncias cuando se instalan en inmediaciones de las facultades del centro”, expresaron los comerciantes de la zona de 7 y 48.
“¿Las autoridades que deben controlar la venta ambulante, se preguntaron alguna vez sobre la procedencia de la mercadería que vende esta gente?”, expresó indignado el dueño de una marroquinería.
No son improvisados. Están permanentemente comunicados por teléfono, facebook y Skype y tienen un sistema que mandan a uno o dos compañeros a probar a otros lugares y los bancan entre todos. Pero un lugar que es “una plaza comercial” nunca lo abandonan por completo. Ya no solo venden relojes, supuestamente de marca, pulseras y bijouterie. Sumaron cinturones, relojes de metal y deportivos; billeteras, monederos, carteras, bolsos, anteojos y hasta protectores para la tarjeta sube.