El tratamiento es con láser y puede salir hasta 25 veces más de lo que costó estamparlo. Las sesiones son dolorosas y se usan anestésicos.
Me pedía que le demostrara que la quería ´de verdad´. Un día me levanté medio pirado y me tatué su nombre. Fue la prueba de amor para volver, así la reconquisté”, cuenta Diego Gómez (28). Al tiempo, la relación se terminó pero el diseño quedó en su piel. Muchos años después, decidió taparlo. Como Diego, cada vez son más los que se hacen un cover up para transformar u ocultar lo que en algún momento quisieron tener para siempre en su cuerpo. También aumentaron las consultas para borrarlos con láser, según los especialistas. La moda del arrepentimiento sale cara: pintar arriba de un dibujo puede costar hasta el triple que el original y eliminarlo por completo hasta 25 veces más.
A Diego, la marca de ese “impulso” se le transformó en una molestia. “Cada tanto me preguntaban por ella. Yo llegué a decir que era una amiga que se había muerto. Esa fue la explicación que le di al tatuador que me cubrió su nombre”, recuerda Gómez, que dice que ahora la chica “forma parte de una ola, que está entre una carpa y unas flores”.
Tener a un ex en tinta es solo una de las motivaciones para consultar. “Cambiar de etapa es otra razón: hay gente que quiere borrarse el logo de una banda, el escudo de un equipo y hasta ideas políticas. También tuvimos casos de tatuajes con errores de ortografía”, explica el cirujano plástico Fabián Pérez Rivera, que realiza tratamientos con láser. “Cada vez, hay más gente, las consultas aumentaron 40% en el último año”, asegura.
Si bien la mayoría quiere borrarlos, también hay algunos- dice el experto- que eligen bajar la tinta unos tonos para dibujarse algo arriba. “La idea del tatuaje para toda la vida no va más. Si cambiamos de celular o de estilo de ropa, también tenemos que poder modificar lo que nos hicimos en la piel”, dice.
La doctora Julieta Ramírez Bermejo, del Centro Médico List, coincide en que cada vez hay más consultas. Según ella, muchos de los pacientes se acercan a borrar sus diseños por un tema laboral. “Atendemos a personas que quieren ingresar a la Policía y que se los sacan porque no les permiten tener tatuajes en zonas expuestas como los brazos, el cuello o el rostro”, comparte. Y agrega: “También tenemos casos de maquillaje permanente (de cejas o delineado) con el que el paciente no quedó conforme”.
El pedido de muchos es recuperar su piel. “Algunos tienen anillos tatuados y, tras una separación, quieren de nuevo sus dedos”, cuenta la dermatóloga Cristina Mitjans, del Centro Médico Micrograft, que dice que en su consultorio detectó un incremento del 30% en la cantidad de pacientes en el último año. Remover el tatuaje tarda entre 5 y 10 sesiones. Para hacerlo, se utiliza un láser que fragmenta los pigmentos para que luego el organismo los elimine. La aplicación duele por lo que se usan anestésicos. Cada aplicación cuesta entre 1000 y 15.000 pesos, según el tipo de tatuaje, el tamaño, los colores y la zona. “Las tintas negras y rojas suelen salir con mayor facilidad. Los más complicados para sacar son los turquesas o amarillos”, detalla Mitjans.
Otra opción, bastante más económica, es transformar el diseño original o directamente taparlo con un blackout. Desde la Sociedad Argentina de Dermatología (SAD) advirtieron a principios de año sobre los riesgos de esta última práctica, que tiene como exponentes a Lionel Messi y Candelaria Tinelli, ya que el “tinte negro puede enmascarar” alguna anomalía que se manifieste en la piel.
El tatuador Víctor Peralta quien, a la vez, obtuvo junto a su mujer el récord Guinness por ser la pareja más modificada en el mundo, cuenta que gran parte de su trabajo tiene que ver con tapar o arreglar los diseños que hicieron otros. “La mayoría de los tatuajes que hago son cover up, cada vez se usan más. Hay mucha gente arrepentida de cosas que se hizo en la adolescencia”, suma Peralta.
Para Javier Ibarra, de Tattoo & Rock, la gente elige cubrirse sus dibujos con otros porque quiere “tener lo último, estar siempre a la moda”. Y esta situación se refleja en las consultas por cover up que, según él, aumentaron entre un 30% y un 40% en el último año. “Se pueden hacer flores, técnicas como el puntillismo y hasta un blackout”, cierra Ibarra, que dice que a sus clientes les aclara que no todo se puede tapar e intenta hacerles entender que, a pesar de las nuevas técnicas, el tatuaje es permanente.