Angustia y ansiedad son los principales motivos del consumo.
Una separación, un duelo, un pico de ansiedad o hasta la mera curiosidad por experimentar una sensación nueva son algunos de los motivos que, según los especialistas, impulsan el consumo cada vez mayor (ocasional o no) de psicofármacos en la Argentina.
Los datos resultan llamativos: la venta de clonazepam aumentó 105,9%, en los últimos años, y a los expertos les preocupa la costumbre cada vez más extendida entre los jóvenes de mezclarla con alcohol. Es un dato de la Confederación Farmacéutica Argentina (COFA), al que se le suma un relevamiento del Colegio de Farmacéuticos de la provincia de Buenos Aires, según el cual se produjo un incremento de 75% en la venta de psicofármacos.
“Empecé a tomar clonazepam porque me lo recetó la psiquiatra cuando pasé un momento de mucha angustia, después de cortar con mi novio. Ahora no uso, pero si llego a sentirme mal se lo pido a mi padre, que también toma”, cuenta Andrea, una estudiante de artes visuales, de 26 años.
“Creo que los datos tienen que ver con un patrón, que es la medicalización de las conductas entre los argentinos”, explicó Perla Figueroa, directora provincial de Prevención de las Adicciones del Ministerio de Salud bonaerense.
“Frente a la necesidad de pasar un proceso de angustia o de duelo, aparece la medicalización de ese momento. Eso está también asociado a la proliferación de la publicidad como un factor que promueve que una persona esté las 24 horas sin parar. Cuando aparece en el mercado una sustancia, sea o no un psicofármaco, que mágicamente nos calma un dolor y que nos dice que vamos a poder seguir con nuestra vida normalmente, eso no tiene en cuenta los procesos naturales que debe pasar el propio cuerpo frente a distintas situaciones”, agregó Figueroa.
Si bien el dato porcentual del incremento del consumo de clonazepam, otorgado por la COFA, abarca el período de 2004 a 2012, ya en 2010, un estudio sobre consumo de sustancias psicoactivas del Observatorio Argentino de Drogas (OAD) de la Sedronar indicó que el 18 por ciento de la población argentina de entre 12 y 65 años asegura haber consumido tranquilizantes o ansiolíticos alguna vez, y el 1,8% asumió haber consumido estimulantes y antidepresivos.
La demografía de la Argentina medicada, según el informe del OAD, arroja algunos otros datos llamativos: las mujeres tienden a consumir más tranquilizantes y ansiolíticos que los hombres y el consumo aumenta en la población que supera los 35 años.
Isabel Reinoso, presidente del Colegio de Farmacéuticos de la Provincia de Buenos Aires, asegura que el consumo abusivo de algunos psicofármacos, en particular del clonazepam, es “un problema interdisciplinario que tiene que ver con la excesiva prescripción de la droga y también con la venta de estos medicamentos por canales no habilitados”. Además, advirtió: “La mezcla de clonazepam con alcohol es una de las máximas preocupaciones que tenemos. En la Costa atlántica, principal centro turístico de la provincia, fue una gran preocupación en el último verano por la gran cantidad de casos de intoxicación”.
Por otro lado, Reinoso explicó que, en períodos en los que el clima económico del país provoca más incertidumbre, tiende a subir el nivel de consumo. “En 2001 el consumo de psicofármacos creció enormemente”, dice, y añadió: “Por otro lado, hay que plantearse cómo se administra el medicamento. Hoy por hoy, hasta el vecino te da un tranquilizante para que pases un dolor. Hay que hacer campañas masivas de comunicación para concientizar a la gente sobre el uso responsable de los medicamentos en general”.
Si bien hay casos en los que una dosis adecuada puede ayudar en el marco de un tratamiento, la tendencia a la prescripción excesiva se refuerza con casos como el de Mariela, que en 2011, a sus 33 años, se enfrentó a la pérdida más dolorosa de su vida: la muerte de su hermano, Adrián. Desbordada por la situación, comenzó un tratamiento psiquiátrico.
“Sufría ataques de pánico y un terapeuta me recetó clonazepam y un antidepresivo, para poder descansar y sentirme mejor -relató-. Me medicaba tres veces por día. Al principio, me sentía otra persona. No sufría tanto, pero vivía la vida de otro, una realidad que no era la mía. Por meses yo no era consciente de todo lo que había pasado y no me permití llorar ni hacer el duelo. Meses después, comencé a dejar de tomarlo, pero no fue tan fácil. Logré bajar la dosis de a poco y ahí comencé a sentir, me permití comenzar a hacer el duelo.”
De manera conjunta con el Ministerio de Salud de la provincia, el Colegio de Farmacéuticos está trabajando en un sistema de farmacovigilancia de clonazepam que apunta a tratar de disminuir el consumo abusivo o inadecuado de la droga y a promover el desarrollo de un sistema informático que permita ver, más allá de la cadena comercial, quién está consumiendo la sustancia.
Uno de los métodos que aplicó la provincia para controlar el consumo fue el de las denominadas “recetas rosas”, que son órdenes emitidas por el Ministerio de Salud y enviadas al Colegio de Médicos y a las regiones sanitarias para que sean distribuidas entre hospitales y consultorios privados. Sin esta receta, los farmacéuticos no podrían vender ansiolíticos, neurolépticos, tranquilizantes mayores o antidepresivos. Pero, ahora, el Ministerio tiene otro desafío: intentar frenar la proliferación de “recetas rosas” aprócrifas.