En 200 colegios de Francia se registran incidentes tras los atentados de París. El Gobierno francés implantará una asignatura de educación “moral y cívica”.
En Noisy-le-Sec, otro de esos humildes municipios que rodean la capital francesa, el liceo de formación profesional Théodore Monod lleva el nombre de un gran explorador francés del siglo pasado, especialista en los desiertos y conocido militante pacifista y por los derechos humanos. El eco de su legado sigue resonando estos días entre las cuatro paredes de este gran centro educativo de perfil “problemático”, según sus responsables, que acoge a 800 alumnos de 45 orígenes distintos.
Sus educadores están comprometidos en la misma causa. Organizan viajes, de manera voluntaria, para que los alumnos descubran los campos de concentración en Polonia o los memoriales del Holocausto en Israel. Los que no llegan tan lejos se conforman con visitar el Instituto del Mundo Árabe o el Museo del Judaísmo en París. En esta escuela multicultural, la convivencia resulta clave.
Sin embargo, tras los atentados de la semana pasada —contra la revista satírica Charlie Hebdo y un supermercado judío—, hubo quien se negó a homenajear a los caídos. Al llegar la hora de respetar un minuto de silencio, algunos alumnos se negaron. Para ellos, la libertad de expresión no era sagrada. No se podía ridiculizar así su religión. “Fueron casos minoritarios, que afectaron a dos o tres clases sobre 40. Pero no hay que negar los problemas”, admite el director del centro, Pierre Baudry. “No todos los alumnos entienden que, en una República laica, tenemos derecho a expresarnos libremente y a criticar una religión”, añade.
Ante el conflicto, los profesores intentaron razonar con sus alumnos, aunque no siempre con éxito. “La mayoría lo acaba entendiendo. Otros nos escuchan y aceptan nuestra lógica, pero no la comparten. Lo que les han transmitido fuera de la escuela respecto a su religión termina ganando”, añade Baudry. A la salida, un grupo de alumnas confirman que la adhesión no fue unánime. “En mi clase nadie dijo nada, pero sí en el patio. Muchos no estaban de acuerdo en homenajear a personas que insultan su religión”, dice una.
Este instituto es uno de los 200 centros franceses donde se han producido incidentes en los últimos 10 días, según datos del Ministerio francés de Educación. En la mayoría de casos, fue solo la reticencia a aceptar ese minuto de silencio lo que produjo el problema. Pero también hubo situaciones más graves. “Cuarenta incidentes han sido transmitidos a los servicios de policía y de justicia. En algunos casos, se trataba de apología del terrorismo”, ha dicho la titular de Educación, Najat Vallaud-Belkacem. En otros casos, se produjeron amenazas a profesores o alumnos. En Châteauroux, tres estudiantes del instituto Blaise-Pascal fueron imputados este viernes por haber agredido a un compañero que defendió la causa de Charlie Hebdo en las redes sociales.
Vallaud-Belkacem ultima medidas de urgencia para mejorar la transmisión de los valores republicanos en el contexto escolar. Tras el reflejo de garantizar la seguridad, Francia se pregunta si el problema no estará también en la escuela. “No pasa nada si a un alumno no le gusta Charlie Hebdo. Está en su derecho. El problema llega cuando justifica que es normal que una persona muera por una caricatura, o que tenían razón en matarlos y que hubiera bastado con no provocar. Eso es lo inaceptable y es lo que tenemos que solucionar”, apuntan fuentes del ministerio. Vallaud-Belkacem tendrá que precisar sus medidas a finales de la próxima semana, pero ya ha dado algunas pistas. De entrada, un mejor aprendizaje de “los valores humanistas”, pero también del “hecho religioso” en el marco del Estado laico. “Tras una ronda de consultas, hemos deducido que una mejor comprensión de las religiones puede inducir a una mayor tolerancia”, añaden en el ministerio.
Una nueva asignatura de educación “moral y cívica” se impartirá a partir de septiembre en primaria y secundaria. El ministerio se ha comprometido a potenciar la formación continua de los maestros. Además, la ministra quiere preservar “la cultura de la razón y del juicio, contra las teorías de la conspiración”. Según sus propias palabras, “uno de cada cinco estudiantes cree en las teorías del complot”.
Los sindicatos dan su visto bueno, aunque con matices. “Un puñado de centros concentran a los estudiantes más pobres, sin diversidad social alguna. No basta con hablar de justicia social. Tienen que verla a su alrededor para poder entenderla”, opina Frédérique Rolet, secretaria general del SNES, sindicato mayoritario de profesores de secundaria. Para ella, los problemas han sido “excepcionales”, aunque representativos de “un problema cotidiano”. “Los profesores tienen dificultades para transmitir ciertos contenidos, de la teoría de la evolución a la enseñanza del Corán, cuando llega la hora de hablar de los textos fundadores de la humanidad”, concluye.