La venganza como politica de estado. ¿Hasta cuándo va a seguir el calvario de Pedro federico Hooft?. ¿Qué más hace falta para comprobar su inocencia?. ¿Y por cuánto tiempo más la sociedad argentina va a ser rehén de un grupo tan malintencionado como fundamentalista que sólo quiere que la justicia haga exclusivamente lo que ellos quieren?
En tiempos en los que el fanatismo gana terreno en el mundo, es harto peligroso dejar que al país lo manejen aquellos que pretenden haber escrito la historia, aunque sus conclusiones nada tengan que ver con la realidad de los hechos.
Pero es sabido que en el terreno de la política la Argentina da para todo. no por amplitud de criterios sino por bajeza de miras.
Hace mucho tiempo que la sociedad padece una manera de hacer política que avergonzaría al más pintado por su mediocridad, su falta de ideas y de objetivos, la carencia absoluta de proyectos y pensamientos pero, y sobre todo, por la degradación moral de un número alarmante de sus cultores.
Y en el país del “viva la pepa” todo es entonces posible.
Hasta que una persona que ha comprobado su inocencia –en un ambiente de manifiesta hostilidad y mala intención, lo que hace mucho más sólida esa probanza- siga sometido a juicio por el mero capricho de quienes sólo quieren verlo postrado, humillado y encarcelado.
Muchos por venganza personal -no es para ellos admisible que un magistrado honesto y valiente ande suelto- y otros tantos con esa idiotez útil que a veces parece hereditaria y que tanta sangre le ha costado a la nación.
Y así, entre perversos e imbéciles, el grueso de la sociedad se sigue preguntando si todo este bochorno tendrá alguna vez final.
Hace mucho tiempo que Mar del Plata eligió a Pedro Federico Hofft como modelo del juez que todos queremos.
Y para su ciudadanía, tal cual ha quedado largamente probado en cuanta encuesta se ha hecho al respecto de su culpabilidad o inocencia, se trata de un hombre que ha sabido honrar el mandato que la Constitución de la provincia y la gente le han dado.
Entonces…¿hasta cuándo?
¿Qué más pretende nuestro timorato Poder Judicial para terminar con este caso que nos averguenza y asusta a todos?.
¿Tanto miedo tienen nuestros jueces a las presiones políticas de quienes se han demostrado tan incapaces como soberbios?
¿No confían en la opinión pública?, ¿no quisieran algún día aparecer frente a ella con la misma majestad de Hooft, al que todos ven como ejemplo a seguir?.
“Lo quieren juzgar dos veces por los mismos hechos”, advirtió la defensa del juez, repuesto en su juzgado hace poco más de dos meses.
La investigación en el fuero federal sigue su curso, por lo que la defensa reclama el cierre de la causa, luego de que el jury concluyó en abril último que Hooft no cometió delitos de lesa humanidad ni mal desempeño de funciones durante el último gobierno militar.
Pero esto no parece ser bastante, ni para los persecutores ensañados ni para los jueces acobardados.
Lo de aquellos es entendible: nunca buscaron otra cosa que la venganza acompañada de esa sensación de impunidad que siempre permitió instalar el estado del terror en la gente.
Pero lo de los administradores de justicia es inadmisible; tienen frente a nosotros una responsabilidad que ejercen desde un cargo que los honra pero al que hay que honrar cada día luchando para que la ley se imponga sobre la barbarie.
Algo que siempre hizo Pedro Federico Hooft y que es evidente que muchos no le han perdonado.
¿Hasta cuándo?