Las jóvenes candidatas, que probablemente nunca llegarán al Kremlin, se abren paso en un país anclado en el machismo.
El principal interés de la elección presidencial de marzo próximo en Rusia no será el disidente Alexei Navalny, sino cuatro mujeres de 32 a 37 años, todas bellas y exuberantes como artistas de televisión, que probablemente nunca llegarán a conquistar el Kremlin, pero transformarán el tono de la batalla electoral en un país anclado en el machismo.
El zar ruso Vladimir Putin, que tiene prácticamente asegurada la victoria, parece impulsar algunas de esas candidaturas para evitar todo debate sobre su gestión al frente del país.
En la cumbre de su popularidad -con un nivel de aprobación que oscila entre el 65 y el 80%-, Putin solo enfrenta un adversario peligroso: el militante anticorrupción nacionalista Navalny, pero su candidatura corre peligro de ser invalidada por la aplanadora del Kremlin.
No obstante, el aparato presidencial consagra un meticuloso cuidado a los preparativos electorales, pues el régimen busca vestir todos sus gestos con un barniz de legalidad. Como en cada elección, el casting de candidatos es, en apariencia, igual al de cualquier democracia occidental.
“En ruso, llamamos a eso la politicheskaya technologia”, explica Tatiana Kastoueva, directora del Centro Rusia/NEI. Se trata de una ciencia compleja, que intenta dar la impresión de que se está frente a una oferta política diversificada, pero que no toca los fundamentos del régimen.
“Todo, poniendo mucho cuidado en la situación económica que, a pesar de las sanciones internacionales, se estabiliza”, agrega.
Pero dar la impresión de renovar el paisaje político no es nada fácil, cuando los principales candidatos de la oposición parecen representar “el club de las momias”. Por ejemplo el eterno comunista Guennadi Ziuganov que, a los 73 años, se presenta por enésima vez desde 1996. O el ultranacionalista y xenófobo Vladimir Jirinovski (71). Incluso Grigori Yavlinski (65), miembro de la intelligentsia y crítico del régimen, que en 1996 obtuvo 7% de votos.
Este año, sin embargo, los jóvenes nacidos después del fin de la URSS, en 1991, tendrán otras opciones: cuatro mujeres, que además de ser jóvenes y hermosas, son inteligentes y ambiciosas y han decidido lanzarse en la batalla electoral. Ninguna tiene la más remota chance de llegar al poder, pero al menos tendrán ocasión de hacer escuchar su voz.
La más importante de todas es Ksenia Sobchak, de 36 años, volcánica estrella de los medios de comunicación y animadora del programa Dom-2 (La Casa-2). Hija del fallecido alcalde de San Petersburgo, Anatoli Sobchak, Ksenia creció en el círculo más exclusivo del poder. Putin fue, en efecto, colaborador de su padre y después su protector: en 1997, lo ayudó a escapar de Rusia cuando estaba acorralado por una investigación judicial.
Un persistente rumor afirma que Ksenia sería ahijada del presidente ruso, versión desmentida por la interesada. Como sea, en Moscú es difícil encontrar alguien con más contactos que ella en todos los medios de influencia.
“Ksenia tiene un pie en los medios y otro en los círculos de poder”, afirma Kastouéva.
En todo caso, en 2011 la “Paris Hilton rusa”, como la apodan con frecuencia, se enfrentó al líder del Kremlin apoyando las manifestaciones anti-Putin. El mes pasado, cuando lanzó su campaña, Ksenia -que tiene cinco millones de seguidores en Instagram y 1,6 millones en Twitter- reclamó la liberación de los prisioneros políticos y declaró que la anexión de Crimea en 2014 “viola el derecho internacional”. La afrenta, para el Kremlin, tiene valor de crimen.
Nadie sabe, sin embargo, si su candidatura es espontánea o teleguiada por el régimen. En el segundo caso, se trataría de demostrar la existencia de un pluralismo político y, al mismo tiempo, apagar el descontento que creará por la futura neutralización de Navalny.
La única certeza es que la bella opositora recoge por el momento 1% de intenciones de voto, según el instituto independiente Levada. Apenas unas décimas más que otras tres candidatas que participarán en la batalla presidencial.
Al igual que Ksenia, Ekaterina Gordon (37) es periodista y defensora de los derechos de las mujeres y los niños. Candidata atípica, poeta, cantante y compositora, reconoce que nunca votó, pero cree que su militancia humanitaria es suficiente compromiso político.
“Tengo conocimiento de primera mano de cómo funciona el sistema judicial y de cómo las mujeres trabajan duro para criar a sus hijos, mientras que los hombres esquivan su responsabilidad”, dice en su página de Facebook.
En una clara referencia a Ksenia Sobchak, Gordon también se presenta como una persona ajena al glamour, que no ha nacido con una “cuchara de plata en la boca”.
La tercera mujer que aspira al sillón de Putin no es periodista, sino actriz. Se llama Anfisa Chekhova, tiene 39 años y poco se conoce en el exterior sobre su vida o su programa. Pero parecería haber trastornado al electorado masculino con sus curvas de walkiria.
Mucho más conocida, por el contrario, es la vida de Elena Berkova (32), una ex estrella porno. Nacida en la ciudad de Murmansk, en el noroeste de Rusia, esta madre de dos hijos que también fue candidata a la alcaldía de Sochi, considera que los escándalos de violencia sexual, como el de Harvey Weinstein, se resuelven fácilmente: con la pena de muerte.
La intérprete del filme Las estudiantes prefieren los vikingos (2008) quiere que la educación sexual sea obligatoria en las escuelas, que sea imposible el divorcio para los hombres rusos y penalizar el uso de faldas de más de 40 centímetros de largo.