Las muertes bajo el pelotón de fusilamiento de un ciudadano local y tres nigerianos son las primeras desde abril del pasado año.
A pesar de las sonoras protestas de los últimos días, Indonesia ha ejecutado este viernes a cuatro nuevos convictos (tres de ellos, extranjeros). Las muertes bajo el pelotón de fusilamiento de un ciudadano local y tres nigerianos son las primeras desde abril del pasado año, cuando las autoridades acabaron con la vida de ocho reos condenados por tráfico de drogas, incluidos dos australianos: Myuran Sukumaran y Andrew Chan.
Recientemente, el Gobierno de Yakarta había advertido su intención de aplicar la pena de muerte a más de una decena de prisioneros condenados por delitos de drogas. Por ello, se espera que la sentencia contra el grupo restante se lleve a cabo en las próximas horas o días en el penal de Nusakambangan.
Al cura irlandés Charlie Burrows, máxima voz crítica contra este particular ajusticiamiento llevado a cabo en el país asiático, los números, sin embargo, le chirrían.
«El 80% de los indonesios están a favor de la pena de muerte. Este es el problema», destacaba recientemente a ABC.
Entonces, Burrow, consejero espiritual en el corredor de la muerte, denunciaba la relación entre la lucha contra la drogadicción emprendida por el Gobierno y las ejecuciones. Desde su llegada al poder en 2014, el presidente indonesio, Jokowi «Joko» Widodo, se ha mostrado intransigente con el narcotráfico (el año pasado fueron 14 los ejecutados por un pelotón de fusilamiento). Según el Ejecutivo, cada día pierden la vida medio centenar de indonesios, en su mayoría jóvenes, por consumo de drogas. Y el Estado asegura que Indonesia cuenta con 4,2 millones de drogadictos.
Un reciente artículo en la revista médica británica The Lancet, no obstante, mostraba serias dudas sobre la validez de estas estimaciones: los detalles de estos estudios no son accesibles al público, así como los métodos de recogida de datos parecen ser inadecuados.
«Todo se centra en que las ejecuciones de los traficantes de droga solventarán el problema. Y eso es ridículo», destaca Burrows en alusión a otras circunstancias para este consumo masivo, como el desempleo entre la población juvenil. En la actualidad, más de un centenar de prisioneros se encuentran en el corredor de la muerte en Indonesia.
Burrows recuerda especialmente la ejecución de dos nigerianos -Samuel Okoye y Hansen Anthony- en el penal de Nusakambangan en 2008. «Tardaron entre 7 y 8 minutos en morir y estuvieron en agonía durante todo este tiempo», denuncia el párroco. Posteriormente, Burrows daría testimonio ante la Corte Constitucional para frenar los escuadrones de fusilamiento.