Cuba alcanzó sólo la la mitad de su plan de producción de azúcar en este año, lejos de los millones de toneladas que le dieron fama a la nación caribeña desde la época de la colonia y, aunque se espera que logre cubrir las necesidades de su mercado interno, no podrá cumplir sus compromisos internacionales, reconocieron las autoridades.
“No es un secreto, el sector está en crisis”, dijo el miércoles a un pequeño grupo de periodistas Dionis Pérez, director de Informática, Comunicación y Análisis de Azcuba, el grupo estatal que regula la producción de azúcar en la isla. “Este año la zafra se cumple al 53%”.
Pérez no quiso ofrecer el volumen que implica ese porcentaje, pero a finales del año pasado el ministro de Economía, Alejandro Gil, indicó que el plan era producir 911.000 toneladas de azúcar, por lo que la producción debió terminar –el proceso concluyó en mayo– en unas 482.000 toneladas con base a lo expresado ahora por el funcionario.
La cifra es la mitad las 800.000 toneladas de la campaña 2020-2021 y es la peor en por lo menos 100 años. En los 80 se produjeron hasta ocho millones de toneladas de este producto emblemático que suele ser asociado como parte de la cultura y la idiosincrasia cubana.
Pérez aseguró que no es apropiado equiparar aquellas antiguas superproducciones con las actuales. “No puedo comparar con las producciones que hacía en los años 80. Tenía 150 centrales (ingenios), ahora tengo 56 y hemos podido tener activos 54, y de los 54 nada más hice zafra con 35”, aseguró. “Es desleal”.
En 2002 las autoridades dispusieron el cierre de la mitad de unos 150 ingenios que tenía la isla, posteriormente otros fueron desmantelados y hasta se usó la infraestructura de algunos para reparar los que iban quedando. Las viejas instalaciones de antes de la revolución de los años 50 con pocos repuestos, ineficientes y mal mantenidas y una baja del precio del dulce en el mercado mundial ocasionaron el colapso. Con ello los campos de sembrado de caña también se redujeron y miles de personas perdieron sus empleos para reconvertirse en productores de viandas o vegetales.
Según Pérez, para la cosecha de 2021-2022 se sumaron toda clase de problemas: la falta de herbicidas o fertilizantes, la tardanza en arrancar de algunos ingenios que no estuvieron a punto y hasta la falta de oxígeno –acaparados por el sector salud para combatir al COVID-19– para reparar roturas.
Tampoco hubo combustible ni gomas de repuesto como efecto de las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos y algunos insumos que se adquirieron en mercados lejanos para echar a andar la industria llegaron con dos meses de tardanza debido a las complicaciones logísticas de la pandemia, algo dramático para un proceso estacional como la caña y el azúcar.
De momento no se espera una campaña mejor para el año que viene, pues habría “los mismos problemas, con la ventaja de que la pandemia ha cedido”. Incluso se usarán menos ingenios, 26, dijo Pérez. Según el funcionario, para “salvar” al sector se desarrolla un plan de 93 medidas con el objetivo de echarlo a andar y requiere de financiamiento, así como de aplicación de tecnología y aplicación de la ciencia.
En este marco, tanto Pérez como la directora de Relaciones Internacionales, Lourdes Calzadilla, promocionaron para la semana que viene un congreso de Azúcar y Derivados de la Caña en el cual entre otras cosas se presentará una nueva marca de ron, uno de los sucedáneos de la caña más importantes para la economía cubana.
Paralelamente, Perez reconoció que la producción permitirá cubrir la demanda interna —sobre los 500.000 toneladas anuales— pero no enviar las 400.000 toneladas anuales contratadas por China. “Habrá que renegociar”, agregó el funcionario