Cultivos OGM: generaron ingresos por U$S 126.969 millones en el país

Lo estima un informe de ArgenBio, que calculó los beneficios económicos del uso de esta tecnología en el agro desde 1996 hasta la actualidad.

Desde 1996, año de la introducción de la soja tolerante al herbicida glifosato, Argentina fue líder en la utilización de cultivos genéticamente modificados (GM), alcanzando las 24,5 millones de hectáreas en la última campaña agrícola (2015/2016). El proceso de incorporación de las tecnologías ofrecidas por la biotecnología agrícola ha sido rápido y continuo, con una dinámica de adopción sin precedentes a nivel mundial y local y que ha llevado a que las variedades GM representen hoy en Argentina casi la totalidad del área cultivada con soja, maíz y algodón.
Según un trabajo realizado por el Dr. Eduardo Trigo para el Consejo Argentino para la Información y el Desarrollo de la Biotecnología (ArgenBio), este proceso de adopción le ha reportado al país, a lo largo del período 1996‐2016, un beneficio bruto acumulado de 126.969,27 millones de dólares. Trigo afirma que estos beneficios fueron en un 66 por ciento al sector productivo, un 8 por ciento a los proveedores de tecnologías (semillas y herbicidas) y un 26 por ciento al Estado Nacional (a través de las retenciones a la exportación).
Para poner estas cifras en contexto, entre 2011 y 2015 el Estado Nacional recaudó, sólo por las exportaciones de soja, el equivalente a 1,4 veces el costo anual del programa AUHs (Asignación Universal por Hijo).
En el plano social y considerando los excedentes generados a través del uso de estas tecnologías, el estudio señala que a lo largo de estos 20 años este excedente habría creado un total de 2.052.922 de puestos de trabajo.
El informe menciona también algunos impactos ambientales relacionados con los cultivos GM, haciendo énfasis en la sinergia que hay entre la adopción de estas tecnologías y la práctica de la siembra directa, considerando el impacto positivo que según ArgenBio ésta tiene sobre la conservación de los suelos, las emisiones de gases de efecto invernadero, el secuestro de carbono y la eficiencia energética de las labores agrícolas.
Al mismo tiempo, el autor alerta sobre otras cuestiones que deberían considerase pensando en la competitividad y sustentabilidad de nuestra agricultura, como la necesidad de rotar cultivos y principios activos, reponer nutrientes e implementar refugios en el caso de los cultivos resistentes a insectos.
Pensando en lo que se viene, el estudio resalta la importancia de mantener a la biotecnología agrícola como una política de Estado. En este sentido, enfatiza que el futuro será de creciente complejidad en cuanto a la demanda de soluciones tecnológicas para que la producción agropecuaria argentina continúe en el camino expansivo que ha tenido en las últimas décadas.
“El desafío es generar las condiciones institucionales para que dichas tecnologías se hagan disponibles. El respeto a la propiedad intelectual, los marcos regulatorios sólidos y basados en ciencia, así como las negociaciones internacionales efectivas, son aspectos clave para alentar las inversiones en investigación y desarrollo, así como para sostener políticas de biotecnología de largo plazo”, afirmó ArgenBio.