La intervención de las últimas alcaldías opositoras consolida un modelo que alimenta las comparaciones con Cuba con el horizonte de unas elecciones municipales sin garantías.
Las banderas rojinegras ondean desde el lunes 4 de julio en las cinco alcaldías que el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo se tomó manu militari en localidades históricamente opositoras de Nicaragua. Las nuevas autoridades impuestas por el Gobierno central asaltaron las oficinas después de consumarse una especie de golpe de Estado a nivel local. Los alcaldes depuestos entregaron el poder mansamente para evitar ser apresados y el panorama que se cierne, a cuatro meses de unas elecciones municipales sin garantías, es que el sandinismo se encaje en casi el 100% de las sillas municipales del país. La pareja presidencial consolida de esta forma la implantación de un régimen de partido único.
Esa interpretación ha dado lugar en las últimas semanas a las comparaciones. “Un régimen de partido único como el de Cuba y Corea del Norte”, coinciden opositores y analistas políticos desde Costa Rica, epicentro del exilio nicaragüense, y donde los expulsados por los Ortega-Murillo intentan hacer contrapeso a un régimen cada día más feroz e intolerante con el disenso.
Las cinco alcaldías opositoras gobernadas por el ilegalizado Partido Ciudadanos por la Libertad (CxL) eran el último reducto institucional que la oposición ostentaba en Nicaragua. De los 153 municipios que existen en el país centroamericano, solo 18 habían sido ganados por la oposición en las últimas elecciones. De esas, cinco eran las de CxL; el resto, el gobierno se las había asignado en anteriores maniobras electorales sospechas de fraude a los denominados “partidos zancudos”, es decir, agrupaciones comparsas del oficialismo.
“Lo que ha sucedido con las alcaldías es particularmente importante porque confirma que los Ortega-Murillo están migrando del partido hegemónico al régimen de partido único”, explica a EL PAÍS el exdiputado opositor Eliseo Núñez. “Aunque después de las elecciones queden otros partidos políticos”, dice en referencia a los “zancudos”, “si el Frente Sandinista toma el poder en todas las alcaldías estaría actuando ya como régimen de partido único. Además, esos partidos que el Gobierno deja sobrevivir no están interesados en hacer una oposición real, y si en algún momento tienen la peregrina idea de hacerla, los van a eliminar”.
Lo que describe Núñez ya ha ocurrido con políticos comparsas en las elecciones generales de 2021, cuando Ortega y Murillo se perpetuaron en el poder sin competencia tras ilegalizar partidos opositores y arrestar a todos los precandidatos presidenciales. Hay ejemplos: el reverendo Guillermo Osorno era candidato presidencial del partido Camino Cristiano. Denunció “irregularidades en el proceso” y fue castigado por el Poder Electoral, se le despojó de su escaño en el Parlamento. A última hora, el Partido Conservador se negó a participar en los comicios y su personería jurídica fue anulada.
“La otra parte de la instauración de un régimen de partido único tiene que ver con el cierre masivo de ONG”, apunta también Núñez. A la fecha, el Gobierno ha guillotinado a 958 organizaciones gubernamentales. Desde instituciones que trabajan temas de gobernabilidad, fortalecimiento de medios de comunicación, hasta asociaciones médicas, científicas, caritativas, ambientalistas, feministas…, o incluso la Academia Nicaragüense de la Lengua, el Festival de Poesía de Granada o la Congregación de las Hermanas de la Caridad fundada por la Madre Teresa de Calcuta, un grupo de monjas que fueron expulsadas hace una semana por el Gobierno.
“El cierre de las ONG tiene como objetivo que nadie más le preste servicios a la población que no sea el Estado. Aunque haya componentes de desquite político en esto o el supuesto argumento de intromisión extranjera, el tema principal es dejar a la población sin capacidad de encontrar alternativas fuera del Estado. Crear una dependencia absoluta del ciudadano para cualquier cosa”, sostuvo Núñez.
Admiración familiar al partido único
La familia Ortega-Murillo nunca ha ocultado su admiración por los regímenes de partido único. En reiteradas ocasiones, ambos han elogiado a Cuba y Corea del Norte. En 2019, en un mensaje a Raúl Castro, enfatizaron que Cuba los “inspira como ejemplo de firmeza y decisión”. Y en 2021, expresaron al líder norcoreano, Kim Jong-un, lo siguiente: “Mantenemos en nuestro corazón al querido y gran líder Kim Il-sung, al querido dirigente, Kim Jong-il, y a usted hermano presidente Kim Jong-un, con quienes invariablemente compartimos ideales y valores”. El remate lo dio uno de los hijos más mediáticos de la pareja presidencial, Juan Carlos, quien dijo que apuestan “por la democracia directa basada en un modelo de partido único [sic]”.
El anhelo se ha tornado realidad, apunta el economista y analista político Enrique Sáenz, quien identifica tres pilares que sostienen el modelo de los Ortega-Murillo. El primero es ideológico y data de los ochenta, ya que las “concepciones originales del Frente Sandinista fueron leninistas, pero se encubrieron con pluralidad política, cuando se trataba de un partido hegemónico con otros subordinados”.
“En otra declaración, Ortega plantea que lo ideal es el régimen cubano de partido único, porque, decía, la existencia de diversos partidos dividían a la nación”, relata Sáenz y agrega que el otro elemento es “la concepción mesiánica de Ortega sobre sí mismo en la historia de Nicaragua”.
“Eso queda claro en su último discurso en plaza pública [el 23 de junio de 2022] durante el aniversario del natalicio de Carlos Fonseca. Dijo que Cristo había sido considerado ilegítimo por los trabajadores, los pobres, etcétera…, hizo un malabar retórico para asociar a Cristo con su propia figura y el concepto de ilegitimidad que en Nicaragua solo se asocia a él y su ejercicio del poder”, analiza Sáenz. “Solo pongo ese ejemplo reciente para la concepción mesiánica que él tiene de su papel”.
Y el tercer elemento, agrega el también exdiputado en el exilio, es el económico. Eso hace particular el modelo forjado por los Ortega-Murillo a partir de fraudes electorales, demolición de la institucionalidad, control total del Estado, las fuerzas armadas y represión generalizada. “Empezó a adorar el becerro del oro”, advierte Sáenz.
“Ortega es probablemente el hombre con la familia más acaudalada de Nicaragua. Eso agregó un nuevo ingrediente al ejercicio del poder: acumular riquezas al amparo precisamente de la impunidad y de la omnipotencia que le da el control del poder. Así se metió al negocio de los combustibles, la energía, el oro…; es decir, se mete en todos los negocios posibles con una vocación rentista. Y entonces ahí tenés, me parece a mí, el cóctel que explica este aferramiento y esta concepción del poder único en Ortega”, afirma Sáenz.
El apoyo decidido de la Policía blinda este tránsito de los Ortega-Murillo al régimen de partido único, coinciden los consultados para este artículo, que destacan que “se sostienen principalmente por el uso de la fuerza” y argumentos económicos, como ser un Gobierno con medidas fondomonetaristas que mantiene a flote la macroeconomía, y el aumento de las remesas familiares, provocado por el éxodo de nicaragüenses desde 2018.
“El modelo que ellos están planteando es uno en que apresan a los opositores, inmovilizan su capacidad y generan elecciones fraudulentas, que acompañan de un crecimiento económico”, sostiene Núñez. “De modo que el mensaje que envían es bien claro: ‘los culpables de la falta de crecimiento económico son quienes hoy están presos; nosotros podemos hacer crecer el país sin necesidad de que existan valores democráticos’. Instalan el mensaje de que es más importante sacar gente de la pobreza que tener institucionalidad, un discurso completamente demagógico cuando todo el mundo se va de Nicaragua por la pobreza y la falta de oportunidades…, pero es un mensaje comprado peligrosamente por [instituciones] multilaterales”, concluye el exdiputado, en referencia al Banco Mundial y al Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE).
“Los Ortega-Murillo han venido implantando un modelo propio que tiene componentes similares a los regímenes totalitarios”, dice, por su parte, la jurista en el exilio María Asunción Moreno al recordar la situación de tortura que atraviesan parte de los presos políticos. “Lamentablemente, los nicaragüenses estamos sufriendo el régimen más cruel y despiadado de América Latina. El guion a seguir es: matar, encarcelar, desterrar, reprimir, amenazar, vigilar, expropiar, confiscar, desaparecer a quien trate de hacer oposición”, afirma.