E.E. U.U. / Cuba | Tras el anuncio hecho por los gobiernos de ambos países queda claro que el panorama en América Latina tendrá fuertes cambios.
Las caras de sorpresa de los mandatarios del bloque MERCOSUR que en plena reunión de Paraná se enteraron del acuerdo entre Washington y La Habana fue clara demostración de que nada sabían ni sospechaban de lo que habpía estado ocurriendo durante los últimos meses.
Más allá de las lecturas ideológicas, que vuelven a dejar en claro la distancia de la realidad en que se ubican las naciones de la región, sólo sirvió para maquillar el absoluto desconocimiento acerca de lo que estaba ocurriendo. Como aquellas personas que dicen lo que primero les viene a la mente para demostrar que son parte de una conversación en la que realmente no son tenidos en cuenta, los “amigos de Castro” intentaron disimular el fuerte impacto de que su mentor, que suele llenarse la boca con la unidad de los pueblos “libres”, no haya confiado en ellos en la hora culmine de semejante acuerdo.
Pero quien más motivos tenía para preocuparse (y sorprenderse) era sin duda Nicolás Maduro, el presidente de Venezuela, que había jugado casi todas sus cartas -cada vez menos y de menor valor- a una alianza que a pesar de ser ruinosa le servía para mantener una mística interna que ahora parece hacerse añicos.
El gran enemigo, el causante de todos los males de América Latina, es ahora un nuevo aliado de Cuba y pocos dudan de que la naciente relación tendrá, por necesidades mutuas, un rápido desarrollo.
Queda la interrogante de si se mantendrá en el tiempo el apoyo político cubano a la estrategia internacional de Venezuela, habida cuenta de las más recientes expresiones del gobierno de Caracas hacia Washington.
Apenas el lunes Maduro, recordando las versiones más procaces de Hugo Chávez, había dicho: “agarren sus visas y métanselas por donde les quepan, yanquis insolentes”.
“Ahora se abre un importante ejercicio de compresión de las consecuencias del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre esos países”, afirmó en su cuenta de Twitter el politólogo chavista Nicmer Evans al conocer la noticia.
¿Habrá consultado este paso Castro con su par Maduro cuando este acudió a la cumbre del ALBA en La Habana el fin de semana pasado?. Todo parece indicar que no.
Y poco parece haberle importado a la isla el intercambio comercial casi “humanitario” que desde los tiempos de Chávez tiene con Venezuela.
La yunta de Cuba y Venezuela, piedra angular para el Alba desde 2004, sigue organizada en torno a este intercambio: Caracas entrega petróleo y derivados con grandes facilidades y descuentos, y La Habana, responde con bienes y servicios sobrevaluados. Cálculos independientes cifran en 100.000 barriles diarios el aporte de hidrocarburos que Venezuela hace a Cuba, suficiente para cubrir la demanda interna de la isla y permitir la venta de cargamentos de segunda mano en el mercado internacional, algo que ninguna de las dos partes reconoce.
Pero con el ícono revolucionario arriando banderas frente a los Estados Unidos, una gran parte de la región se va quedando sin credo socialista en la misma medida en que la sombra de la crisis económica se apodera del sector. Y esto traerá cambios, una vez más, que sin duda huelen a improvisación.
Hasta que la dirigencia de estas naciones comprenda lo que sesenta años después parecen haber entendido los mandatarios cubanos: la única verdad es la realidad, y contra ella es imposible pelear todo el tiempo.
¿Es tan difícil tomar nota?