Unas pocas palabras pueden torcer los hechos más sólidos y evidentes. Cuando los hombres se proponen esconder la realidad tras el discurso, solo tienen que hacer un pequeño esfuerzo para lograrlo. Esto ocurre en Mar del Plata o en la ONU. Siempre hay alguien que quiere mentir y otro que acepta que le mientan.
Bicicleta
La semana pasada, los choferes nucleados en la UTA resolvieron decir “basta” y pararon el servicio urbano de pasajeros de Mar del Plata. Uno de sus compañeros de trabajo había sido absurdamente atacado por uno de los tantos delincuentes que dan vueltas por la ciudad, sin que nadie atine a detenerlos, identificarlos y mucho menos castigarlos. Y una vez más, en nombre de la “responsabilidad social”, todo quedó en palabras.
¿Quién puede negar el derecho de los conductores de micros a tomar la medida de fuerza? ¿Quién puede tratar de ocultar que la vida humana se encuentra por sobre cualquier otra consideración? Nadie.
Como nadie puede desconocer que la sucesión de hechos de inseguridad en los recorridos nocturnos de las empresas se reitera hasta un punto en que todos nos vemos obligados a preguntarnos “¿hasta cuándo?”. Y no solo hablamos de colectiveros; taxistas y remiseros también saben de lo que estamos hablando.
Siempre ha sido característica de un dirigente sabio el llegar a acuerdos de negociación que no deterioren en forma acentuada los intereses de las partes.
Para que el trabajo exista, la economía de los empleados crezca y la sociedad mantenga el equilibrio, siempre es necesario que en el hecho económico “unos y otros” (capital y trabajo) estén presentes. La ausencia de alguno -o su suplantación, por ejemplo, por parte del Estado- ha generado siempre una situación que termina siendo perniciosa para quien se queda sin interlocutor con el cual debatir.
Pero todo tiene un límite. Y ese límite es la vida de las personas.
Cuando observamos que, una vez más, todo “vuelve a la normalidad” a partir de tan solo una promesa oficial de “prestar más atención”, no podemos menos que prevenir a las autoridades, a los empresarios y a los jefes policiales de que más vale que en esta ocasión las buenas intenciones redunden en hechos, los delincuentes sean cercados y la seguridad pública sea debidamente cubierta.
Porque no está muy lejos el día en que la gente (y los trabajadores son gente) se harte de estos arreglos de simple intención discursiva y salga a reclamarle a los responsables que dejen de jugar a la política diminuta y se concentren en aquellas cosas para las que tienen real mandato.
A buen entendedor, pocas palabras.
El llamador
Puede decirse lo que se quiera de Biniamín Netanyahu después del discurso en la ONU, donde intentó por todos los medios desenmascarar la hipocresía retórica del presidente iraní Hassan Rohaní.
Por ejemplo, se puede decir que el líder israelí es un aguafiestas y un belicista. Cuando todo el mundo festeja el acercamiento entre Estados Unidos e Irán, que signa el fin de la amenaza de un ataque a Siria y también al país de los ayatolás, viene Netanyahu agitando el fantasma de la nuclearización iraní, de la que hace años advierte y nunca se cumple. O se puede decir que es un paranoico, que ve amenazas de destrucción aun cuando todo indica que la diplomacia triunfa.
Lo que no se puede decir del Premier israelí es que no tiene coraje. Lo más fácil sería, para él, plegarse a la corriente, seguir utilizando hasta la sobreactuación sus habilidades retóricas para conquistar los corazones del público que lo mira por TV desde sus sofás en New Jersey o incluso en la Casa Blanca. En cambio, prefirió casi abrazar la soledad: “si Israel tiene que plantarse solo frente a Irán, se plantará solo”. Netanyahu fue a Nueva York a sabiendas de que sería atacado por toda la prensa norteamericana y del resto del mundo.
Solo los republicanos estuvieron de su lado, atacando a Obama por “hacer tratos con tiranos” y no con ellos, lo que pudo haber evitado la huelga del sector público en la superpotencia. Un presentador cómico les respondió: “¿ustedes atacan a Obama por lograr entenderse con los tiranos más terribles de la Tierra pero no con ustedes, los republicanos? ¿No será que el problema son ustedes?”
Con respecto a la paranoia, como dice el lugar común, que uno sea paranoico no significa que no lo persigan. Irán es un peligro real, el único problema es cómo ponerlo en evidencia sin caer en el síndrome de “Pedro y el lobo”.
La virtud que tuvo fue la de utilizar la lógica simple, una lógica que en Estados Unidos comprenden muy bien. Rescato algún párrafo: “¿por qué un país que sostiene que desea energía atómica para fines pacíficos solamente, construye instalaciones nucleares subterráneas y camufladas?” Y lo que marca mejor el absurdo: “¿por qué un país con colosales recursos energéticos naturales querrá invertir miles de millones de dólares en desarrollar energía nuclear? ¿Por qué habría, un país que deseara desarrollar energía nuclear para fines civiles, de despreciar todas las resoluciones del Consejo de Seguridad y absorber todos los costos de sanciones económicas paralizantes?”
Y otro que nos toca como latinoamericanos, para desenmascarar la hipocresía del nuevo presidente iraní: “Rohaní, desde este mismo podio, condenó hace una semana ‘el terrible mal del terrorismo’, solo que Irán encargó, planificó y ejecutó atentados terroristas en nada menos que 25 ciudades en cinco continentes solamente en los últimos tres años”. En otro párrafo mencionó atentados anteriores, y no se olvidó del de la AMIA con sus 85 muertos.
No estaría mal poder creerle a Netanyahu cuando dice que va hacia la creación de un Estado palestino. Lo va a hacer si se cumplen dos condiciones: que su coalición no se desmiembre en el intento, y que lo presionen lo suficiente. Como preparándose, ayer repitió sus términos: un Estado palestino desmilitarizado que garantice la seguridad de los israelíes, y que los palestinos reconozcan el carácter judío del Estado de Israel. Pero Bibi ya ha probado que cuando lo tratan bien en casa y lo presionan desde afuera, no tiene problema en flexibilizarse.
¿Y Rohaní? También estaría bueno poder creerle. Aunque con más lentitud y dificultad, el mundo ya puede apreciar que cada vez que se presiona a Irán, este país puede también pasar del matonerismo a la Ahmedinejad, a la sonrisa tipo Rohaní. Pero la sonrisa es la táctica, no la estrategia. Una táctica más peligrosa porque es menos clara y consiste en negociar para ganar tiempo.
Es decir, el plan nuclear iraní sigue su curso, y lo seguirá haciendo a menos que se cumplan las dos condiciones que planteó ayer el Premier israelí: continuación de las sanciones económicas, que son las que, a la larga, han traído a Irán a la mesa de negociaciones; y una amenaza concreta de acción militar que siga siendo creíble. El ambiente que se vive en Washington, sin embargo, es más propenso a aflojar las sanciones que a mantenerlas, y la amenaza militar perdió altura con el antecedente sirio. Esto es lo que quita el sueño, hoy por hoy, al gobierno israelí en Jerusalén.