Imaginen una pantalla dividida en dos partes. En una de ellas aparece un chico moderno, de 23 años, con una gorra de medio lado y los pantalones caídos. Divertido, baila Break Dance de una forma un tanto estrafalaria. En la otra parte de la pantalla, ese mismo chico, fúsil Kalashnikov en mano, está matando a tiros a 38 personas en una playa de Túnez.
Ése es un resumen corto de la vida de Seifeddine Rezgui, el amoroso joven que describen sus familiares y amigos, y el terrible Abu Yahya Al Qayrawani que Estado Islámico reivindicó como autor del atentado del pasado 26 de junio. Son la misma persona, aunque sus dos realidades parezcan irreconciliables.
Comencemos a hablar de Seifedine Rezgui.
El joven Seifedine tuvo su cuna en Gafour, un pequeño pueblo rodeado de polvo y nada en el corazón de Túnez.
A las puertas de la que fue su casa, su abuelo Mohammed Ben Schaier se apoya en una pared blanca, con la pintura descascarillada, y le confiesa a la BBC que no alcanza a comprender cómo “un chico amable, que nunca se mostraba grosero ni desagradable” acabó protagonizando esa matanza.
“No sabíamos nada”
“Ni su madre, ni su padre ni yo sabíamos nada de esta historia”, sostiene con la mirada un tanto perdida.
Y de repente se le viene a la cabeza cómo le hablaba su nieto. “Padre, padre, me decía. Nunca me llamaba abuelo”.
El niño que enamoraba a este anciano creció y se convirtió en un joven extrovertido y responsable, según relatan sus amigos a la BBC.
Estudiaba ingeniería y le iba bien. Y en su tiempo libre no era muy distinto de cualquier muchacho de su edad. “Era divertido y le encantaba bailar break dance”, relatan sus amigos.
“Era buena persona, muy buena”, dice uno. “No puedo creer lo que hizo”, asegura clavando la mirada en el suelo. “Estoy realmente triste”.
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Hasta aquí parece llegar la historia del chico bailarín que nos imaginábamos a un lado de la pantalla.
Como paso previo a la reciente matanza, hay que pasar primero por la Universidad de Kairouan, en el centro del país, donde se marchó a estudiar.
Allí vivía junto a otros estudiantes en un piso compartido. Y comenzó a frecuentar una mezquita salafista cercana, donde pudo comenzar a radicalizarse.
Aunque los miembros de la mezquita no quisieron hablar con la BBC, los vecinos aseguran que no vestía ni se comportaba como un islamista radical.
Por fuera al menos, parecía seguir siendo el amable Seifedine Rezgui.
Pero el 26 de junio quedaría claro que se había convertido en Abu Yahya Al Qayrawani, el sobrenombre de yihadista que le puso Estado Islámico.
Convertido en Abu Yahya Al Qayrawani
Esa mañana llegó a la tunecina playa de Susa vestido con bañador y camiseta de manga corta, como un turista más. Pero bajo su sombrilla no escondía los trastos típicos de un día de baño: tenía un fusil de asalto.
Lo agarró y abrió fuego contra los bañistas. No quedaba nada de Rezgui, era ya “hermano, soldado del califato”, como dijo Estado Islámico en un comunicado donde lo mostraba sonriente y rodeado de fusiles.
Y embutido en la personalidad de Al Qayrawani murió, abatido por las fuerzas de seguridad.
Todo el mundo se pregunta ahora: ¿cómo pudo convertirse en ese hombre que ha horrorizado al mundo.
“Le lavaron el cerebro, le han lavado el cerebro”, no para de repetir su padre, Hakim Rezgui, en una entrevista a France 24.
“Iba a obtener su título universitario, era un joven cultivado”, dice.
“Estoy conmocionado…. Ha olvidado a sus padres”. Había cambiado esa familia por sus “hermanos” de Estado Islámico.