Editores y libreros franceses creen que el intercambio con el país es desigual. Critican las trabas para exportar libros y la escasez de traducciones.
Jean-Yves Priest tiene dos bolsas llenas de libros. Está haciendo la fila en la caja instalada en el pabellón argentino del Salón del Libro porque planea comprar tres más. En total, se llevará 15: Elsa Osorio, Mafalda, Julio Cortázar, Juan Sasturain, Alberto Gerchunoff, Raúl Argemí, Selva Almada. En francés para su mujer, y en español para él porque, como buen amante del país, aprendió el español y a bailar el tango. “En la Argentina, uno nunca sabe lo que pasa al día siguiente. Cuando visito ese país, siento que vivo. El sueño entra permanentemente en la realidad, tanto en la literatura como en la vida. El pensamiento se mueve en un espacio grande, con menos límites”, contó a La Nación. Gastó 200 euros.
Priest es solo un ejemplo del entusiasmo de los franceses por la literatura argentina. Los editores argentinos lo saben. Fue uno de los temas que se abordaron en los dos días previos a la inauguración de este salón, durante los encuentros profesionales entre editores franceses y argentinos en el Centro Nacional del Libro. Debates en los que también reconocieron que el sólido e histórico intercambio franco-argentino está perjudicado por las trabas comerciales impuestas por la Argentina.
“Después de dos días de charlas, la sensación es que los editores franceses y argentinos se conocen mucho y tienen lazos fuertes construidos desde hace tiempo, pero el problema son los bloqueos en las condiciones de las transacciones comerciales: dificultades impositivas en la compra de papel y de tinta, pero también complicaciones con las transferencias bancarias”, sintetizó a La Nación el responsable de los intercambios profesionales del Bureau Internacional de la Edición Francesa (BIEF), Pierre Myszkowski, institución encargada de organizar estos encuentros.
Las medidas argentinas perjudican el dinamismo del sector, en particular en lo que respecta a los libros franceses que se traducen y llegan al país. Según los últimos datos del BIEF, de los 1.134 títulos cedidos por editores franceses para su traducción al español en 2012-2013, 189 fueron comprados por la Argentina, de los cuales 76 son sobre literatura infantil; 71, consagrados a las ciencias humanas; 15 son títulos de ficción, y 14, ensayos. Es el primer país latinoamericano, pero muy lejos de España, que compró 785. En las librerías argentinas se encuentran los clásicos franceses, traducidos al español, y solo algunos más.
“Si hay más intercambios y más traducciones, el sector es más dinámico y ello hace aumentar los beneficios. Al contrario, cuando la prioridad es para quienes ya se conocen [por no poder traer nuevos], el mercado se atenúa”, agrega Myszkowski. Ante la pregunta de La Nación, el director Nacional de Industrias Culturales, Rodolfo Hamawi, respondió: “no faltan libros en la Argentina. Nadie puede decir que no se pueden exportar libros al país. Basta recorrer las librerías”.
VIVERO DE AUTORES
Si se mira en sentido inverso, la Argentina es percibida como un vivero de jóvenes escritores para descubrir, lo que entusiasma a las editoriales francesas, tradicionalmente incentivadas en descubrir y publicar nuevos autores. El ejemplo es la editorial Métailié, que publica en francés a Selva Almada (editada en la Argentina por Mardulce, dirigida por Damián Tabarovsky), o las ediciones Du Seuil, que eligió a Samanta Schweblin (Emecé), dos referentes de la nueva generación de escritores argentinos. Este trabajo es también hecho en las librerías francesas, que buscan salir del mercado de masas. El caso de la librería Comme un Roman, en el Marais, que trabaja en conjunto con las Mil y Una Hojas y periódicamente exhibe nuevas propuestas argentinas en sus estantes.
“Me parece bien que haya controles, pero las transacciones comerciales se burocratizaron demasiado y hoy es complicado. Uno siempre encuentra la manera creativa de resolverlo, pero es difícil de explicar a los extranjeros y es un trabajo extra que te distrae de aquello a lo que tenés que dedicarte. Habría que encontrar una solución, porque todos en mayor o menor medida experimentamos este problema. No es tanto que dejen de comprarnos: lo que me asusta es que muchos dejen de vendernos”, explica la agente literaria Mónica Herrero.
Cuando el secretario de Cultura de la Nación, Jorge Coscia, declara durante estos días que todas estas invitaciones a participar en ferias internacionales “desmienten el mito del aislamiento argentino”, algunos deben pensar en esos libros que no llegan al país.