Si alguien quería imaginar un gobierno anti kirchnerista, halló la respuesta en el lugar menos pensado: Cristina se ha propuesto demoler la construcción de Néstor. Y lo está logrando.
Cuando se comparan los tiempos de gestión de uno y otro cónyuge, se llega a la conclusión de que todos aquellos trascendidos que hablaban de profundas diferencias de visión entre ellos no solamente no eran malintencionados sino que se ajustaban a una realidad que cada vez es más palpable: el “modelo” de Cristina nada tiene que ver con el que proponía –y aunque a los tumbos llevaba adelante- su difunto esposo.
No se trata aquí de reivindicar aquel tiempo económico que tantas veces hemos criticado; nada de eso. Seguimos pensando que Kirchner dilapidó irresponsablemente un tiempo posiblemente irrepetible para el país en el que los altísimos precios de los commodities pudieron garantizar un desarrollo que brilló por su ausencia, y que hubiese sido una plataforma fenomenal para despegar, por fin, de cara al siglo XXI.
Pero no, el santacruceño prefirió utilizarlo para ampliar la base de un poder pensado a la antigua, beneficiando a grupos y corporaciones afines que le garantizasen el aplauso fácil y favoreciendo un capitalismo de amigos que saciase su natural tendencia a enriquecerse al precio que fuese. Y pudo hacerlo gracias a una visión acertada de la acumulación de las riquezas. Para el ex presidente, la salvaguarda de los “superávits gemelos” (fiscal y comercial), acompañados de un dólar competitivo que garantizase un país exportador y de un colchón de reservas suficientes para tranquilizar los mercados que el BCRA utilizaba sólo excepcionalmente, suponían las “patas” del modelo buscado y la garantía de su solidez. Y no se equivocaba.
Las claudicaciones del final de su gobierno y el acompañamiento a los desmanes producidos durante el primer tiempo de gestión de Cristina se debieron a los efectos de la brutal desaceleración de la economía como resultado de la crisis mundial que alumbró en 2008-09 y al mal manejo que el país hizo de la misma, embobándose en diatribas contra los países poderosos en vez de buscar alianzas estratégicas que lo pusiesen otra vez en la vía de los negocios internacionales de la que se había bajado en 2005 con el canje de deuda.
Y esto hay que decirlo: si en vez de señalar groseramente con el dedo a los EEUU y a la Europa en crisis, los Kirchner se hubiesen mostrado como acompañantes confiables en la búsqueda de la luz a la salida del túnel, hoy la difícil situación internacional que se nos presenta con la parte impaga de la deuda sería un hecho inexistente. No hay que ser demasiado vivo para darse cuenta que tras algunos fallos y algunos embargos se esconde el “pase de facturas” por la estupidez inconsistente del Gobierno nacional en aquellos días. Tan inconsistente, que apenas un año después debimos reabrir el canje –después de haber hecho votar con pompa y circunstancia una ley que lo prohibía pero que como todas las leyes en Argentina fue promulgada para usarse sólo cuando conviniese- borrando con el codo lo que habíamos escrito con la mano.
Pero el punto está ahora en la continuidad o no de aquellas bases sólidas para un modelo chirle. ¿Cristina sigue los pasos de Néstor? , ¿su gestión es el complemento de la de su marido? Aunque en lo malo –que lamentablemente es lo más visible- pueda parecerlo, en lo profundo este tiempo económico nada tiene que ver con aquel.
Se demolieron los “gemelos” haciendo crecer descontroladamente el gasto público hasta llegar a niveles de déficit que este año superó los sesenta mil millones de pesos, pero que si le agregamos lo disfrazado por aportes de la ANSeS y el BCRA –es decir el Estado debiéndole al Estado- trepa hasta los ciento dieciocho mil millones. Un verdadero disparate, un suicidio a corto plazo…
La aparición del mercado paralelo –vieja historia muy conocida por los argentinos- indica a las claras que el oficial, amén de inexistente, ha dejado de ser competitivo. Un dólar vale un dólar; y el mercado es el que dice a cuántos pesos equivale la ecuación.
Esta semana, mientras desde el BCRA se negociaba un promedio de U$S 120.000.000 diarios, en el paralelo el volumen llegó a U$S 50.000.000. Más del 40%, una locura y un indicio de que la economía marcha hacia ese perfil de “clandestinidad”. Sin superávits gemelos y sin dólar competitivo, sólo quedaba abroquelarse en el mantenimiento de un alto nivel de reservas que permitiese lanzar al mercado la señal que siempre está esperando: el peso está respaldado y el Estado tiene arsenal para frenar cualquier corrida.
Sin embargo, se caminó el camino inverso. Hoy más del 75% de las reservas son bonos del propio Estado nacional, que tienen la seguridad de rescate que siempre han tenido este tipo de valores cuando el propio Estado es el tenedor: ninguna. Esa probable que el Gobierno raspe el fondo de la lata para pagarles a los acreedores externos; de ello dependen muchas cosas que necesitará en el futuro para reflotar las economía y rescatar la política. Pero jamás hará esfuerzo alguno para pagarse a sí mismo; total, “la gente aguanta”.
La aceleración de la inflación, ese invitado histórico a la mesa argentina, parece indicar que ni la gente aguanta ni la moneda puede hacerse la tonta e “imaginarse” sólida.
La Argentina está en problemas. Con Kirchner tenía un presente controlado con un futuro más que incierto. Con Cristina, demoliendo la herencia, ya ni presente nos queda.
No me enamoro más
Debe haber poco argentino más ingenuo que el productor agropecuario. Apenas Menem asumió el gobierno y se disfrazó de liberal, los hombres de campo se convirtieron en embelesados seguidores del riojano. Otro fue el cantar cuando el cepo del 1 a 1 tornó imposible pensar en exportar una sola vaca o una fanega de trigo; la decepción llegó, pero ya era tarde.
Con Kirchner les pasó lo mismo. Los primeros años, los productores besaban la foto del santacruceño convencidos de que “valía la pena estar vivos” mientras los dólares llovían sobre el país. Claro que cuando se dieron cuenta de que el “amigo presidente” los había hecho liquidar sus vientres, abandonar el trigo y el maíz y empobrecer sus campos llenándolos de soja, no había sido para “reconvertir el agro” o dejar que ellos se enriqueciesen hasta el infinito. Nada de eso; en el mejor momento del cariño les asestó el golpe de las retenciones, a punto tal que si no fuese por Don Cleto, hoy cada uno de ellos estaría dedicándose a otra cosa.
Hay quien dice que no fue ingenuidad, que fue mezquindad y avaricia. ¿Importa? No, para nada.
Lo cierto es que ahora, con una cosecha un 30% inferior a la del año pasado, los exportadores han resuelto guardar casi el 20% de la soja en silos y silos bolsa a la espera de un sinceramiento del valor del dólar, una baja de las retenciones resuelta por un Gobierno desesperado ante la posibilidad de ver su recaudación caer en picada, un aumento importante de los hoy deprimidos precios internacionales o, simplemente , a la espera de que la inflación prevista (un 30%) haga su viejo trabajo de revalúo de activos.
¿Y la Patria?, bien, gracias. Es muy poco importante como para que alguno de los actores piense en ella.
Torneo de ascenso
Argentina supo jugar en “primera”; fue grande, fue respetada. Hoy juega en la última categoría del ascenso. Venezuela, Nigeria, Ghana y su justicia, Vietnam, Arabia Saudita, Indonesia y otras “potencias” son como aquella publicidad de cigarrillos que nos recordaba que “marca su nivel”. Buscamos desesperadamente que alguien nos venda energía a cualquier precio, aunque para ello tengamos que regalar nuestros productos. Salvando las distancias, Guillermo Moreno se parece cada vez más a aquel exultante López Rega que nos quería convencer de los buenos negocios con Libia. ¿Salvando las distancias? Mmmm…